El Rev. Kenneth Mtata es el secretario general adjunto del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), un líder de la Iglesia luterana, reconocido por su trabajo en el Zimbabwe Council of church, la plataforma de Iglesias protestantes que ha hecho un aporte ético y civil al proceso de transición de la dictadura a la democracia en este país africano; ocupándose de ser una voz dispuesta a contribuir para aumentar la cohesión social, las relaciones justas y la solidaridad en los procesos económicos.
Buscar la unidad
Profesor de hermenéutica, lenguajes bíblicos y teología contextual en programas de pregrado y posgrado en Sudáfrica y Alemania, desde el Consejo Mundial de Iglesias en numerosas ocasiones se ha cuestionado sobre aquello que las Iglesias pueden hacer para mejorar la vida de los demás.
En su paso por Colombia se reunió con la secretaría general del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) y se dirigió en nombre del secretario general del Consejo Mundial de Iglesias, Rev. Jerry Pillay a los asistentes a la “Conferencia Internacional para la Reconciliación en Colombia; Experiencias y Aprendizajes Ecuménicos en la construcción de la paz”.
En su intervención, recordó que el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) nació en un momento en que el mundo luchaba contra conflictos violentos y guerras, especialmente en Europa. Entonces el cuestionamiento que surgió para las iglesias fue: “¿Cómo podemos reclamar la unidad de los cristianos cuando nos estamos matando, oprimiendo y lastimando unos a otros?”
Así afirmó que “la búsqueda de la unidad de las iglesias se convirtió, por extensión, en una búsqueda de la unidad, para toda la humanidad y el último testimonio de tal paz, se manifestaría en relaciones justas y pacíficas entre las personas”. Concepto que en sus palabras se extendió a la relación del ser humano con el entorno, como una manifestación de esa búsqueda de paz y justicia para todos.
En este sentido el Consejo Mundial de Iglesias en su 75° aniversario busca reiterar el compromiso del movimiento ecuménico con la paz y la justicia en el mundo, una opción que comparte con el Celam y por la que desean trabajar juntos.
Trabajo conjunto
¿Cuáles son sus impresiones tras este encuentro entre el Consejo Mundial de Iglesias y el Celam?
Esta reunión fue muy inspiradora, ya que mostró áreas comunes de compromiso con el trabajo por la paz y el compromiso ecuménico. Hablamos de los desafíos aquí en América Latina, pero también de las oportunidades que tenemos para compartir al abordar los desafíos de los conflictos violentos contribuyendo a la paz, pero también contribuyendo al bienestar de nuestro pueblo a través del trabajo conjunto en la diaconía ecuménica.
A partir de esta reunión se abren nuevas perspectivas de trabajo para las dos organizaciones. ¿Cuál es el siguiente paso?
Acordamos que se desarrollará un plan más concreto para que decidamos en qué área de trabajo vamos a trabajar juntos. Ya hemos identificado en líneas generales lo que podríamos trabajar juntos, pero le hemos encomendado a algunos de nuestros colegas que lo pongan por escrito y esperamos que en los próximos meses tengamos un acuerdo concreto de cooperación entre el Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño.
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Solidaridad ecuménica
El comité central del Consejo Mundial de Iglesias se reunió en Bruselas el pasado mes de junio. ¿Cuáles fueron las conclusiones?
Entre las muchas decisiones tomadas del comité central en junio estuvo nuestra declaración sobre el apoyo al proceso de paz aquí en Colombia. Este es un trabajo que comenzó hace años, pero hubo una afirmación en el comité central para decir que el Consejo Mundial de Iglesias iba a acompañar a las iglesias en los socios de la comunidad en su búsqueda de una paz justa en la región.
¿Cómo aplicar el concepto de solidaridad ecuménica a los procesos que buscan construir reconciliación y paz?
Las iglesias se encuentran en diferentes contextos. A veces, la forma en que tienen que abordar estos problemas puede ser diferente, pero creo que lo que también estamos presenciando es un compromiso común de las iglesias de decir que, aunque reconocen las diferencias, pueden ver que pueden superarlas, especialmente al abordar problemas que están afectando a la gente común. Cuando están sentados en sus propias iglesias, pueden dedicar mucho tiempo a enfatizar en qué se diferencian de los demás, pero cuando se reúnen para abordar problemas reales y concretos, descubren que las diferencias se han vuelto cada vez más estrechas.
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