Dejarse guiar por el Espíritu y no solo por la razón, fue una de las insistencias del cardenal José Luis Lacunza durante la Eucaristía que marcó la recta final del VII Simposio de Teología India en Panamá y que tomando como base la memoria de Nuestra Señora del Rosario, contribuyó a las reflexiones que a lo largo de la semana profundizaron sobre las manifestaciones del Espíritu en los pueblos originarios del continente.
Monseñor Lacunza, indicó que a ejemplo de María es preciso que nos insertemos paulatina y progresivamente en el orden del Espíritu; porque sin Él, muchas cosas serán incomprensibles, inexplicables e inaceptables a los ojos humanos. Además, porque es posible que experimentemos nuestra impotencia, ante el cúmulo de retos que implica anunciar el Evangelio a los pobres, los últimos, los marginados.
Descubrir a Dios
Recordando apartes de la exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate del Papa Francisco, el obispo de David enfatizó en que “fuera de la Iglesia Católica y en ámbitos muy diferentes, el Espíritu suscita signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo” (GE 9).
Entonces «No se puede pretender definir donde no está Dios» porque de hecho su Espíritu actúa misteriosamente en la vida de cada persona como él quiere y no podemos negarlo haciendo uso de nuestras certezas. Así, explicaba el prelado, una persona cuya existencia haya sido calificada de desastrosa desde el punto de vista humano, Dios permanece unido a ella. El reto es buscar a Dios en toda persona para no caer en el riesgo de imponer en lugar de proponer un camino de encuentro con el Señor que es evidente en las actitudes más sencillas.
Recordando la importancia del Rosario como el acto espiritual más querido y significativo para la comunidad cristiana después de los actos litúrgicos, el prelado explicó que rezar el rosario es un ejercicio querido y recomendado por la Iglesia que sin duda, ayuda a reconocer la vida de María y la acción del Espíritu a lo largo de la historia de la salvación.
Nuestro camino en la fe
Al respecto, Monseñor Lacunza aseguró que en la vida de María siempre estuvo el Espíritu actuando en ella y a través de ella. Ese Sí voluntario y libre de la Virgen María le permitió entregarse al Espíritu Santo, lo hizo en momentos decisivos de su vida, como en la anunciación, cuando ella vivió su primer encuentro con el Espíritu, su primer Pentecostés para empezar a ser considerada santuario y tabernáculo, una mujer que se adhirió a la propuesta que culminó con la encarnación.
En este sentido, el prelado dijo que no debemos pensar que la virgen había entendido todo desde el principio, pese a contar con una comprensión mucho mayor a la nuestra sobre las cosas de Dios y el servicio a su hijo Jesucristo; María iba adentrándose en la vida y el actuar del Espíritu poco a poco y en un diálogo que le ayudó a recorrer su propio camino de fe.
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Anhelar la acción del Espíritu
María lo vivió cuando su hijo se extravió en medios de los doctores, en las bodas de Caná cuando su pensamiento estaba más centrado en ayudar a los novios o en la hora del dolor, cuando ya no hubo más que abrir el corazón para estar sujetos a la voluntad del Padre y posteriormente en la espera del Pentecostés, donde María constituye un instrumento del Espíritu al conducir a los apóstoles, contagiándolos de ese anhelo del Espíritu y de vivir la necesaria transformación de su corazón.
Finalmente Monseñor José Luis Lacunza invitó a mirar adelante conscientes de que el Espíritu camina con nosotros, solo basta con tener un corazón tan dócil como el de María para hacer la voluntad del Padre convirtiéndonos en parte de su misión salvadora, fieles testigos de Dios en medio de nuestros pueblos.
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