Este año se recuerda el 60 aniversario de la reforma litúrgica de la Sacrosanctum Concilium, ya que progresivamente con la apertura del Vaticano II, en el año 62, se irán rememorando cada uno de los pasos del acontecimiento conciliar, que sin duda alguna, marcó a la Iglesia en el siglo XX, más allá del tema litúrgico.
Un ejemplo específico de la relevancia de la materia litúrgica es la votación misma de la Constitución; el episcopado del Vaticano II no responde a la caricatura polarizada de la actualidad; los padres conciliares no defendieron a ultranza el rito tridentino, 2147 votos a favor demuestran el amplio consenso sobre este aspecto.
Consenso que surgió de comprender la realidad católica desde la integralidad de la persona y su relación con lo social, por eso, aunque puedan parecer temas lejanos, la Sacrosanctum Concilium tiene profundas raíces sociales, incluso desde la Doctrina Social.
En este sentido, la raíz hebrea de la palabra culto está relacionada al trabajo, a un oficio, por eso el origen mismo de la Doctrina Social de la Iglesia, con la Rerum Novarum de León XIII se empalma con la reforma conciliar.
El movimiento litúrgico que inspiró la ‘Rerum novarum’
La primera razón responde al contexto histórico. El Concilio Vaticano II no solo es fruto de la intuición del papa Juan XXIII, sino que también a una serie de movimientos que estaban germinando en el seno de la Iglesia, desde el ‘sensus fidei’, es decir, desde abajo hacia arriba. Estos movimientos fueron el litúrgico, el bíblico, el patrístico, el ecuménico e interreligioso, el eclesiológico y hasta el movimiento laboral.
El sacerdote Keith F. Pecklers, SJ, ha indicado recientemente en una conferencia en la Universidad de la Gregoriana de Roma, que el movimiento litúrgico tuvo sus orígenes en Bélgica, en un congreso sobre el trabajo y las obras sociales.
El evento se llamó Congrès National des Oeuvres Catholiques en Mechelen y fue convocado en el año 1909. Resulta interesante como las preocupaciones del mundo del trabajo y su relación con la vida social desembocaron en la cita conciliar, pues una de las conferencias tocaba el tema de la liturgia como centro de la vida cristiana.
La Iglesia celebra en comunidad
El segundo aspecto, desde el punto de vista social, es que el Concilio como lo indicó Pecklers no solo pretendió reformar per se el culto. Muestra de esto es que en el título de la Constitución no aparece la palabra liturgia, lo cual, conlleva a pensar que los padres tenían en mente un sentido amplio de la Iglesia, un sentido comunitario y por ende, social.
El motivo es que no se puede vivir y celebrar la fe solo en un culto personal, sino en comunidad, y por tanto con implicaciones reales, con lo social.
Por tal motivo, una manera de celebrar a la ‘Sacrosanctum Concilium’ es reconocer lo necesaria que sigue siendo la reforma litúrgica, la dimensión de comunidad cristiana, que no se encierra en sí misma, sino que con una disposición “en salida”, se abre a la realidad social, a la que le sirve, desde la caridad.
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