En el tercer domingo del tiempo ordinario la sagrada Escritura usa imágenes luminosas para hablar de Dios y el camino de la vocación, esa opción de entrega total del corazón que por acción del Padre nos ayuda a iluminar la vida de otros.
Mons. Miguel Cabrejos nos recuerda que este símbolo de la luz nos muestra la iniciativa del amor de Dios que rompe su silencio y se vuelve al hombre, para envolverlo e involucrarlo. «Es Dios quien se interesa primero por cada uno de nosotros y en cada vocación humana hay una gracia, un amor,» afirma. Por eso, frente a la propuesta de Dios “nos hallamos ante la decisión más importante, aquella de dejarse conquistar, de no huir toda la vida, de no cerrar siempre los ojos delante de todos los signos, a menudo extraños e inesperados, que Dios presenta como relámpagos en nuestra vida”.
Amor sin límites
Con estas palabras el presidente del Celam nos recuerda que el hombre puede estar distraído, puede, hasta huir, allí donde se cree que Dios no está; incluso puede caer en el abismo de la desesperación y en las tinieblas del pecado, pero «aún si no lo invocamos, aún si se blasfema y lo rechazamos, Dios no se aleja, se queda junto a nosotros en espera de manifestarse y de abrazarnos,» lo que ha de llenar de esperanza nuestro camino.
Al respecto el prelado explica que en la primera lectura de este domingo para el profeta Isaías, surge la luz esplendorosa del Mesías que quiebra, disipa las tinieblas de la infelicidad y la miseria, mientras que para San Mateo en el horizonte del mar de Galilea aparece la figura de Cristo que es esa espléndida sorpresa del amor de Dios, en ambos momentos, Él involucra y envuelve en la luz y el amor que se hace vida.
Situación que según advierte el obispo peruano también puede reconocerse en diferentes salmos, por ejemplo, cuando decimos “haz brillar sobre nosotros, la luz de tu rostro» (Sal 4,7) o «en tu luz vemos la luz (Sal 36,9). «Tu Palabra es antorcha para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal 119.105), «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién tendré miedo?» (Sal 27,1)”.
Así, continúa su reflexión, Dios se hace presente en el lugar en donde nos encontremos, en las calles y casas para llenarnos con su luz como lo menciona el libro del Apocalipsis “he aquí estoy en la puerta y toco. Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, yo entraré, comeré con él y él conmigo”.
Una aventura nueva
Citando al teólogo protestante Karl Barth y el cambio que hizo de la célebre frase del filósofo René Descartes «Pienso, luego existo», por una mucho más cristiana «Soy pensado por Dios, luego existo,» el presidente de la Conferencia Episcopal peruana indica que «nosotros vivimos y morimos por Él, en el regazo de su amor».
Una afirmación fundamental que el prelado dice también aparece en la narración del Evangelio de San Mateo en la que se refiere a la vocación de los primeros discípulos.
Para Mons. Cabrejos, Jesús cambia el modelo de relación maestro- discípulo que era tradicional en el mundo judío, por cuanto en aquel momento era el discípulo quien escogía al Rabí, al maestro, luego de escucharlo hablar en la plaza de una ciudad o en una sinagoga.
En cambio, Jesús, llama a sus discípulos y los invita a seguirle como sucedió al pasar por el litoral del lago Tiberíades. «Frente a la irrupción inmediata, inesperada de Dios en su historia personal dejan caer las redes y se embarcan en una aventura mucho más misteriosa de aquella que vivían sobre aquel lago a menudo incierto pero rico de peces,» recuerda.
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Destellos de luz
Se trata de un llamado, un destello de luz que llega la vida para quedarse y animar cada paso, que como Jesús recordó a sus discípulos «No han sido ustedes quienes me han escogido a mí, sino que yo los he elegido a ustedes».
A lo que agrega el arzobispo de Trujillo con el salmo 139 junto a él “las tinieblas para ti, no son oscuras y la noche es clara como el día y también allí tu nos encuentras”, un aliento que anima el camino de la vocación que surge como una expresión de amor por lo que afirma es importante aplicar lo que decía San Agustín «debemos tener miedo de dejar pasar a Dios delante de la puerta, delante de nuestra casa y delante de nuestra vida, debemos tener miedo de dejarlo ir, o no dejarlo entrar».
Mons. Cabrejos cierra su reflexión recordando un texto poético sobre luz y vocación escrito por la Hna. Irene de María, religiosa de las carmelitas descalzas.
Tu amor
Tu amor: no me sabe amargo
ni me sabe a vacío
ni me sabe a falso
ni me sabe a duelo
Tu amor: me sabe a amor
y me sabe a beso
Tu amor: es como un regazo
que me está esperando
y sueña en su desvelo
que le digo yo
que también le quiero
Tu amor: no me sabe a libro
ni me sabe a incienso
no me sabe a frío
ni me sabe a templo
Tu amor: me sabe a amor
y me sabe a beso
Tu amor: es como una mesa
que está ya puesta
y me preparan con todo esmero
sin faltar tu vino
sin faltar tu cuerpo
Tu amor: no me sabe a rito
ni me sabe a añejo
y cuanto más lo vivo
y cuanto más lo siento
Tu amor: me sabe a amor
y me sabe a beso
Tu amor: es como una brisa
que me acaricia
suavemente el pelo
y me hace oír tu risa
y me hace oír tu vuelo
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