Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (Mt 28,19)
Los “imperativos” a veces obligan y otras veces sugieren, pero siempre “desafían” porque incitan a salir de la zona de confort y a ponerse en movimiento, por ejemplo: ir, hacer, anunciar, bautizar… como discípulos misioneros de Jesucristo.
Aunque es imprescindible “estar con Jesús” para escuchar, ver y seguir su estilo de vida, también es urgente “actuar como Jesús”, prosiguiendo su misión -con parábolas y signos- que contagie Alegría y Vida a todos, especialmente a los descartados y a las víctimas de la sociedad y de la Iglesia.
Por eso, el imperativo eclesial de ser cristianos/as “en salida” no es optativo sino imprescindible, así como vivir “en sinodalidad” no es un slogan de un Papa sino la manera de ser discípulas/os misioneras/os del siglo XXI, como nos propone el evangelio y nos interpela la sociedad.
Por eso, decimos que el adoctrinamiento no es suficiente, si no se sostiene en el discipulado vivencial y la misión profética, para la que nos envía el mismo Jesucristo y nos anima su Espíritu. De hecho, hay personas bien adoctrinadas -teóricamente- pero con comportamientos pecaminosos, así como hay muchos seguidores de Jesucristo que necesitan conocer al Señor y formarse mucho más, para “dar razón de su fe” (cfr. 1 Pe 3,15), sin engrosar el grupo de los inconscientes, indiferentes, espectadores o simples “oyentes”.
Porque el anuncio del kerigma no puede disociarse de la “dimensión social de la evangelización” (AELC 13) en la defensa de los derechos humanos, el cuidado de la casa común, la justicia social y la dignidad de la persona humana. ¿Nos podemos sentir buenas/os cristianas/os sin “acoger, proteger, promover e integrar a las personas migrantes y refugiados”? (Ibid 14), ¿Sería profética nuestra vida sin “acompañar las búsquedas de los movimientos populares de los derechos sagrados de tierra, techo y trabajo” (Ibid 35) o sin “asumir el cuidado y acompañamiento de los encarcelados y de sus familias (Ibid 40)?
Las/os bautizadas/os, además de recibir un certificado, hemos sido revestidas/os de Cristo y reconfiguradas/os por su Espíritu, que activa el amor del Padre y el camino del Hijo, en lo más crudo de la vida y con el más fuerte dinamismo del Evangelio.
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