La Iglesia de América Latina ha perdido este 22 de mayo a uno de sus grandes teólogos, el jesuita Víctor Codina, un boliviano nacido en España en 1931. En 1982 se trasladó a Bolivia, pasando por diferentes locales como Oruro, Santa Cruz o Cochabamba, donde se convirtió en una referencia en la reflexión teológica del continente y en la formación desde la base.
Un Evangelio a partir de la realidad
Una Iglesia latinoamericana que “después del Concilio ha intentado discernir los signos de los tiempos”, lo que la llevó a “descubrir la situación de pobreza e injusticia y que el Evangelio tenía que partir de esta realidad y de la opción por los pobres”, insistía el padre Codina, viendo la dimensión de los pobres como una dimensión esencial, pero reconociendo las contradicciones existentes “entre quien se llama cristiano y la praxis social y evangélica”.
Uno de sus últimos grandes aportes a la Iglesia fue el ser perito en el Sínodo para la Amazonía, donde tuvo un papel destacado, siendo una de las plumas que escribió el Instrumento de Trabajo que sirvió como punto de referencia para los debates llevados a cabo en la Asamblea Sinodal. Cuatro años atrás insistía en la inculturación, intercuturalidad y diálogo intercultural, llamando a reflexionar sobre los elementos que deben estar presentes en el trabajo de la Iglesia con los diferentes pueblos.
El Espíritu llega antes que los misioneros
Un trabajo en el que “los misioneros siempre llegan tarde, el Espíritu ha llegado antes”, hasta el punto de decir que “las religiones que viven los pueblos antes de la llegada de los misioneros no es algo del demonio, sino del Espíritu, que se pudo mezclar con las limitaciones humanas, como también pasa en la Iglesia”. Por eso llamaba a “hacer un proceso de discernimiento, pero reconocer que el Espíritu está allá”.
Codina siempre apostó por una Iglesia que no estuviese encerrada en sí misma, desafiada a descubrir que el Espíritu está también allá donde la Iglesia va. Lo contrario a estas actitudes es mostrar “una falta de fe en el Espíritu”, afirmaba entonces. Un Espíritu que “actúa desde abajo, desde los pobres, desde los diferentes, desde los indígenas, y dentro de los indígenas desde las mujeres. Por eso, Codina afirmaba que “lo que nos toca es escucharlo”, una escucha que tras el Sínodo para la Amazonía impulsó los cambios que la Iglesia está viviendo y que, entre muchos otros, debemos agradecer al pensamiento del padre Víctor Codina.
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Que su continuo llamado a escuchar al Espíritu en la voz de los pueblos nos ayude a entender e imitar el actuar de Dios en la historia, a ser una Iglesia atenta a sus clamores, a dejar de ser una Iglesia que “todavía resulte distante, colonial, clerical, impositiva, ajena a sus lenguas, culturas y espiritualidad, más de visita que de presencia cercana”. A ser una Iglesia que se involucra en “denunciar proféticamente la injusticia de los poderosos y buscar una conversión ecológica integral de la sociedad y de la Iglesia, edificar una Iglesia de rostro amazónico, salvar la Amazonía y el planeta tierra”.
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