Como ya se viene expresando desde diversas perspectivas, la Iglesia del mundo está en proceso sinodal lo que se ve concretado desde que propio Papa Francisco llamó a un Sínodo de la Sinodalidad en el periodo 2021-2024. Recordemos la instancia de encuentro en el Vaticano del mes de octubre de 2023: lo inédito de esa reunión sinodal en la que participaron todos los estamentos eclesiales, hombres y mujeres, pastorales diversas, todas las instituciones, todas las miradas. Todos, todos, todos.
Fruto de global belleza poliédrica, el Informe de Síntesis de dicho Sínodo —cuyo título es “Una Iglesia sinodal en misión”— se ha estructurado en tres partes y en la Introducción se las devela así:
“La primera describe ‘el rostro de la Iglesia sinodal’, presentando los principios teológicos que iluminan y dan base a la sinodalidad. En esta parte el estilo de la sinodalidad aparece como un modo de hacer y de obrar en la fe que nace de la contemplación de la Trinidad y valora la unidad y la variedad como riqueza eclesial.
La segunda parte, titulada ‘Todos discípulos, todos misioneros’ trata de todos los que están involucrados en la vida y la misión de la Iglesia y de las relaciones entre ellos. En esta parte, la sinodalidad se presenta principalmente como camino conjunto del Pueblo de Dios y como fecundo diálogo de los carismas y ministerios, al servicio del acontecimiento del Reino.
La tercera parte se titula: ‘tejer lazos, construir comunidad’. En ella, la sinodalidad aparece principalmente como un conjunto de procesos y una red de organismos que sirven al intercambio entre las Iglesias y al diálogo con el mundo.
En cada una de las tres partes, cada capítulo recoge las convergencias, las cuestiones que afrontar y las propuestas surgidas del diálogo.
Las convergencias identifican los puntos firmes a los que puede mirar la reflexión: son como un mapa que permite orientarse en el camino y no equivocar la senda.
Las cuestiones que afrontar recogen los puntos sobre los que hemos reconocido la necesidad de continuar su profundización teológica, pastoral y canónica: son como los cruces de caminos en los que es necesario pararse, para comprender mejor la dirección que hay que tomar.
Las propuestas indican, en cambio, posibles pistas: algunas son sugeridas, otras recomendadas, otras, sin embargo, requeridas con mayor fuerza y determinación”.
Con esta guía para la lectura, continuamos ahondando junto a referentes de nuestro continente en el Documento de manera de irradiar “en nuestras comunidades y en todo el mundo, al servicio del crecimiento de la buena semilla del Reino de Dios”.
Riqueza al compartir pareceres
El arzobispo de Bahía Blanca (Argentina), vicepresidente 2° de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina y padre sinodal en Octubre del 2023, monseñor Carlos Azpiroz Costa OP, reflexionó para ADN Celam —sobre la base de nuestras preguntas— sobre el Punto 1 de la Parte I del documento citado: La sinodalidad, experiencia y comprensión.
¿Cómo describiría usted la elaboración del concepto “sinodalidad” a través del tiempo? Nuestro hoy en la Iglesia, ¿qué nos pide de esa palabra? ¿Qué le suscitan esas conversaciones “en redondo”, con variadas presencias, voces y procedencias, temas que unen y que en los desarrollos encuentran diferencias?
Hay palabras que a lo largo de la historia de la Iglesia han querido significar un deseo profundo de “volver a los orígenes”. Dichas expresiones no eran usadas en una perspectiva melancólica por los tiempos idos, o en un deseo de escaparse del “hoy” que la providencia presentaba. Sabemos en ese sentido lo que significó la “REFORMA”, llamada comúnmente “Gregoriana” por el primer Papa que la impulsó, sino que también acompañó varios siglos de esa historia. Quizás ese deseo de reforma tuvo su expresión “sinodal” más acabada en el Concilio de Trento y –justamente- las reformas que trajo a la Iglesia. Incluso se estudiaba como contrapartida a la “Reforma” (entendida como cismática) la llamada “verdadera Reforma” o “Contrarreforma”.
Después de la Revolución Francesa (las revoluciones para ser más precisos; 1789, 1830, 1848… y el así llamado Imperio Napoleónico, y sus tonos anticlericales, etc.) no solo las monarquías que el Emperador combatió sino la misma Iglesia, usaron otra expresión, pero asumiendo también el profundo deseo de volver a los orígenes: la RESTAURACIÓN. No se trataba, para la Iglesia –una vez más lo repito- un simple deseo a “volver atrás”. Al contrario, era necesario aprender las lecciones, los motivos y causas de esas revoluciones y anticlericalismo, promoviendo un cambio profundo ¡Evangélico!
Las dos guerras mundiales, queriendo ser sintético, también provocaron enormes preguntas a la humanidad, sobre todo a Europa que tuvo esas guerras como más visible campo de batalla (por cierto, con diversos “ecos” en los dominios coloniales de las potencias europeas). La palabra RENOVACIÓN fue la que intentó abrazar y asumir ese mismo deseo. Podemos hablar incluso de diversos aspectos de una renovación “pre- conciliar” (ya en materia litúrgica, de estudios bíblicos, etc.); “conciliar” (la celebración del Concilio Vaticano como el más grande evento eclesial del siglo XX) y “posconciliar” (en cuanto a las consecuencias de dicho Sínodo –por que lo fue y a veces se lo llamó así- en la vida de la Iglesia universal).
Especialmente (pero no de manera exclusiva o excluyente) el Concilio o los “Padres conciliares” (en su preparación, desarrollo y enseñanzas –puesta en práctica de las mismas en toda la Iglesia) expresaron otras palabras que deseaban de alguna manera manifestar la RENOVACIÓN. Curiosamente en diversos idiomas, la de aquellos que las pronunciaban o promovían. Incluso muchos –de diversas lenguas- las citaban tal cual lo habían hecho los “Padres” en sus escritos
Ressourcement: volver a las fuentes (gratitud por el pasado).
Aggiornamento: actualizar al hoy (vivir con pasión el presente).
Development: el desarrollo de la doctrina (mirada esperanzada en el futuro).
¿Qué quiero decir? Dos Documentos de la Comisión Teológica Internacional publicados durante el pontificado del Papa Francisco son significativos para la comprensión más profunda de la palabra SÍNODO – SINODALIDAD, desde el significado también del Bautismo y la corresponsabilidad de todo bautizado en la vida y misión de la Iglesia; una Iglesia que es sinodal: “La sinodalidad en la vida de la Iglesia” (2018) y “El sensus fidei en la vida de la Iglesia” (2014).
El primero de los dos citados (si bien posterior al del sensus fidei) despliega con claridad el sentido principal de ambas expresiones (SINODO – SINODALIDAD), reconociendo y presentando incluso muy diversos sentidos o significados análogos. En efecto, no podemos hablar de un único sentido o significado unívoco de dichas palabras; tampoco podemos decir que cada uno de sus significados no tienen nada que ver el uno con el otro como si se trataran de expresiones totalmente distintas, sin relación profunda entre ellas ¡equívocas! La tentación de todo fundamentalismo y su contracara -el relativismo- siempre se agazapa peligrosamente cuando deseamos que todo se reduzca a un único – exclusivo y excluyente- significado o cuando usamos para todas las palabras perspectivas que son totalmente diversas, sin relación entre ellas, impidiendo también un verdadero diálogo.
Desplegar las instituciones que ya laten sinodalidad
Implicar a más personas en los procesos sinodales precisa de una decisión eclesialmente notable, muy explícita, en todos los niveles. ¿Cómo asume usted esta propuesta que surgió del Sínodo de Octubre y qué estrategias piensa/piensan implementar en su Iglesia local?
Lo que no se asume, no se sana (salva, redime…). Lo que parece una frase que podría limitarse al tratamiento de las enfermedades, procesos psicológicos o terapéuticos, etc., ¡tiene un profundo contenido teológico! No solamente para comprender que el Verbo de Dios ha asumido toda la naturaleza humana (alma y cuerpo) como lo hiciera el I Concilio de Constantinopla (381) que acuñó esa expresión ante las posturas de Apolinar de Laodicea y los apolinaristas.
Si la Iglesia es sinodal —y esto significa señalar o indicar su esencia, su naturaleza misma— es imprescindible asumir dicha sinodalidad para crecer en su comprensión. Hablar de SÍNODO o SINODALIDAD no significa simplemente reducirlo a una realidad adjetiva, o limitarlo a un mero método o camino metodológico (o de trabajo). ¡Se trata del “ser” mismo de la Iglesia y del “modo de serlo” al mismo tiempo! Por ello tampoco podría limitar este “caminar juntos” a la elaboración de una “estrategia”.
Más bien sí desearía, repito, profundizar en este aspecto desde la comprensión del SER de la Iglesia y no moda, ni tema, uno de tantos, al que sucederán “otro u otros” según la ocasión.
Tanto los (varios) encuentros locales (por comunidades o por parroquias, muchas muy extensas en su territorio); como (2) encuentros “zonales” dentro de una diócesis que es muy grande (hay delineadas 4 grandes zonas geográficas-pastorales), como el encuentro o Asamblea diocesana fueron preparando la Primera Sesión del sínodo (desde 2021 a octubre de 2023).
La 2ª Sesión exige —según lo que hemos discernido con el Consejo Pastoral Arquidiocesano— reuniones locales en el primer semestre que hemos iniciado y al menos una reunión zonal. El 20 de abril la diócesis cumple 90 años de su creación (junto a otras 9 diócesis del país). Dada la situación económica, esta vez hemos preferido que primero se realicen los encuentros locales (diversas comunidades o parroquias); en segundo lugar, pensando en el 2º semestre, si fuere posible organizar encuentros zonales (aun así cada zona es muy extensa y nada fácil asegurar que todos puedan viajar dados los costos). Como el Año jubilar preparado se extenderá hasta abril 2025 (para unirlo al Año Santo) seguramente podremos imaginar un Gran Encuentro Arquidiocesano para ese mes del año que viene.
Pero lo importante, siempre, es lo que pueda sembrarse dentro de cada comunidad: organización de Consejos Pastorales locales o “Coordinadora” como las llaman en algunas comunidades; Consejos económicos, etc. En la 1ª Sesión del Sínodo se ha insistido en saber desplegar las instituciones que ya existen y expresan fielmente dicha sinodalidad.
Debo reconocer que la diócesis ya tiene cierta experiencia en Encuentros Pastorales Arquidiocesanos. No obstante, se ha acrecentado el modo de la participación y el deseo de participar. El Espíritu Santo sopla y va “podando” resistencias, erradas comprensiones de lo que significa “Iglesia sinodal”.
No tengas miedo a la poda
cuando es verde la madera;
Dios no busca lo que saca,
le interesa lo que queda.
Estas palabras en verso pertenecen al conocido y amigo monje benedictino Mamerto Menapace y expresan con su profunda sencillez el camino emprendido.
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Poliédrico, sinfónico y policromático
Otra de las propuestas que surgió es la “profundización terminológica y conceptual de la noción y de la práctica de la sinodalidad antes de la Segunda Sesión de la Asamblea”. ¿Tiene ya su Conferencia algunas alternativas que den respuesta a esta cuestión que se alzó como muy importante en las conversaciones, lo han evaluado, qué ideas le inspira este pedido tan concreto?
Concluyo volviendo a lo dicho al inicio. No habrá profundización terminológica y conceptual de las expresiones que estamos aprendiendo a “pronunciar” y “practicar” (mejor sería decir “caminar” o “vivenciar”) que comprender la riqueza de la “analogía”. Al contemplar la creación nos asombra su belleza justamente en la variedad de seres (no solo los visibles, corporales, sino también espirituales). La experiencia, aún dolorosa, de Job después de las diversas intervenciones del mismo Dios (capítulos 38 al 41) da lugar a una expresión muy bella y profunda: “Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto…” (42, 5-6).
La analogía de la creación permite comprender la analogía del ser, o metafísica, la analogía del lenguaje ¡la misma analogía de la Palabra, una sinfonía a varias voces! El Instrumentum laboris en preparación del Sínodo de los obispos “La Palabra en la vida y misión de la Iglesia” (octubre 2008) y el mismo Sínodo en su “Mensaje al Pueblo de Dios” ya lo expresaban. Finalmente el Papa Benedicto XVI en la Exhortación post sinodal Verbum Domini, se refiere a la “analogía de la Palabra”.
Nuestra mente “enciclopédica” no siempre logra tomarle el pulso a lo profundamente “sapiencial” radicado en la misma Sabiduría de Dios, y en la sabiduría de los hombres fundada en el temor de Dios ¡Don del Espíritu Santo!
Preferiríamos definiciones que —buscando prolijidades humanas— fueran “esferas” perfectas… en lugar de maravillarnos con la riqueza de lo poliédrico ¡lo sinfónico y policromático! La 1ª sesión del Sínodo nos ha permitido experimentar esto, sin soslayar el temor inicial, hemos contemplado la sabiduría de Dios expresándose a través de tantas voces y expresiones de mujeres y varones –sus hijas e hijos- hablando desde su corazón y comprensión enriqueciendo la vida y misión de la Iglesia y dejándose enriquecer por Ella.
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