ADN Celam

Reflexión Bíblica, 03 de julio de 2022

“Al entrar en cualquier casa, bendíganla antes diciendo:La paz sea en esta casa “ (Lc. 10,5)

La paz es uno de los valores más reclamados y anhelados, porque es la antípoda de las violencias que nos invaden y de las que somos parte, actores y pacientes más o menos involuntarios.

Pedimos paz para el mundo de las “guerras” por recursos naturales o virtuales; paz para el mundo de las “familias” con rupturas emocionales-legales-físicas; paz para el mundo de las “injusticias” llenas de impunidad e indiferencia cómplice; paz para el mundo de las “conciencias” dominadas-abusadas por recurrentes ideologizaciones de la religión, el género, el número, los ritos o el consumo.

Necesitamos asumir la “misión de Jesucristo” de llevar la paz a todos los rincones del mundo: “Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo” (Jn 14,27). Es la paz del resucitado, de la vida y la fraternidad del cenáculo y de pentecostés. Es la paz de los bienaventurados “que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5,10), superando la tentación de ser espectadores impávidos del dolor ajeno, o grandes religiosos queriendo ver a Dios sin querer mirar el dolor de las víctimas, a las que el religioso “vio, dio un rodeo y pasó de largo” (Lc 10,32).

Quizá queremos la paz de la prosperidad satisfecha o de los que imponen sus criterios particulares como si fueran valores universales. Pero, esa no es la paz de Jesús de Nazaret ni el saludo de San Francisco de Asís ni la bienaventuranza de Isaías: “Qué bien venidos, por los montes, los pasos del que trae buenas noticias, que anuncia la paz, que trae la felicidad, que anuncia la salvación…» (Is 52,7).

La paz para nuestra casa (familia, sociedad, iglesia y casa común) es “don, arte y misión” que requiere algunos caminos como el “diálogo, educación y trabajo” (Papa Francisco), que no es lo mismo que duálogo, adoctrinamiento y esclavitud, aunque se adornen con leyes o mensajes pseudomodernos.

“Digamos” palabras de fraternidad y “bendigamos” con gestos de “paz” para que nuestra misión discipular sea -realmente- la misma misión de Jesucristo.

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