El testimonio de perseverancia para vivir la fe que demostraron los mártires del Zenta y la alegría de la Iglesia argentina tras celebrar su beatificación son los temas centrales de la reflexión semanal de Monseñor Jorge Lozano.
El secretario General del Celam, destaca en la vida de estos mártires su deseo de anunciar la centralidad de Jesucristo con la entrega valerosa de su propia vida.
La diferencia como condición natural
Recordando que es normal para las personas estar en desacuerdo frente algunos temas, el prelado asegura que es apenas lógico que se presenten diferencias porque ni pensamos ni vivimos de la misma manera. «Las personas y los grupos humanos tenemos un conjunto de valores con los cuales nos movemos cotidianamente, pero en algunas ocasiones pueden entrar en conflicto,» advierte.
Y es natural, lo vemos cada día, es así como Monseñor Lozano recuerda que ante lo nuevo o lo desconocido, algunos se abren sin mayor dificultad, para otros prima la desconfianza y la inseguridad, sin olvidar a los que expresan su rechazo a una u otra idea a través de la violencia.
En el caso de los cristianos, el prelado argentino indica que desde hace mucho tiempo la incomprensión, la persecución e incluso la muerte, por causa de las ideas y creencias ha sido una constante. «El primero fue Jesús, condenado a muerte en un juicio fraudulento, torturado y crucificado. Él amó hasta dar la vida, sin hacer uso de la violencia, ni el rencor«. afirma.
Martirio y coherencia
Este mismo camino es el que han transitado muchos otros que a pesar de ser víctimas de ultrajes o situaciones injustas se han mantenido fieles en sus creencias, totalmente convencidos de su fe; de ahí que el prelado recuerde que la palabra mártir significa testigo y esto se refiere a «quienes pueden dar cuenta con certeza de una experiencia fundante en su vida» y como en su momento dijo Tertuliano, el recordado padre de la Iglesia: «la sangre de los mártires es semilla de los cristianos».
Para el arzobispo argentino el mayor ejemplo que nos dejan los mártires es el de imitar al Maestro, porque ellos entregan la vida por amor y mueren perdonando, como lo hizo Jesús y que recordamos cada vez que leemos el Evangelio de San Juan: “Nadie me quita la vida, sino que yo la doy porque quiero”.
Resaltando la alegría que vive la Iglesia argentina tras la beatificación de los mártires del Zenta efectuada este fin de semana, el prelado trajo a la memoria este episodio de dolor que ocurrió al norte de la localidad de Salta y Jujuy, territorio perteneciente a la diócesis de Orán. Acontecimiento doloroso en el que un grupo de personas que expresa las diversas vocaciones del pueblo de Dios fue víctima del martirio.
«El 27 de octubre de 1683 dos sacerdotes fueron martirizados en el bosque del valle del Zenta (Don Pedro Ortiz de Zárate y el sacerdote jesuita Juan Antonio Solinas) y 18 laicos: dos españoles, uno negro, un mulato, una mujer, dos niñas y once varones oriundos de diversas etnias aborígenes».
Acontecimiento de dolor en el cual murieron 20 cristianos que vivieron a plenitud su misión e incursionaron en territorios libres de armas o ejércitos que les respaldaran, asumiendo sin dudar el mandato de Cristo ese «anunciar la Buena Nueva en todo el mundo,» mártires que vivieron su vida plenamente convencidos de otorgar importancia a la verdadera cercanía, la proximidad del corazón y que como cita Fray Luis Antonio Scozzina, obispo de la Nueva Orán, en su carta pastoral demuestra que «el sacrificio de los mártires es el signo tangible de que la propagación de la fe no es una cruzada, sino un abrazo de culturas, pueblos y religiones, la total disponibilidad de uno mismo para la escucha y la acogida mutua”.
Le puede interesar: Beatificados los Mártires del Zenta
Otros mártires
Insistiendo en que la persecución y el martirio se repite a lo largo de los siglos y traspasa cualquier límite geográfico, Monseñor Jorge Lozano recuerda que han pasado pocos años después de la beatificación de los cuatro mártires de la Rioja y que este 4 de julio se hará memoria de cinco religiosos Palotinos que murieron asesinados en la ciudad de Buenos Aires en 1976.
En ese mismo año fue asesinado Monseñor Enrique Angelelli.
El 5 de mayo durante la celebración de Pentecostés 50 feligreses fueron asesinados en Nigeria y el 20 de junio dos sacerdotes jesuitas fueron asesinados en México, realidades que enlutaron a la Iglesia, impactaron la cotidianidad de sus comunidades y de las que queda el testimonio.
Monseñor Lozano cierra su reflexión invitando a la oración, porque es tiempo de orar y «pedir a Dios por la paz en el mundo, y la perseverancia de quienes viven la fe en medio de hostilidades, persecuciones y amenazas».
Post a comment