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Desafíos pastorales de la Asamblea Eclesial, en sintonía con el proceso sinodal y el Jubileo 2025

En 2021 se realizó la “Primera Asamblea Eclesial”, un acontecimiento pastoral inédito en la historia de la Iglesia en América Latina y el Caribe, donde por primera vez los obispos del continente no se reunían solos, sino que convocaron a todo los bautizados para que pudieran participar y expresarse sobre una lectura de los tiempos actuales y el aporte que podrían hacer a la Iglesia en ese contexto.

Este evento, animado por el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), se realizó a través de plataformas virtuales , permitiendo que se abriera un proceso de escucha, donde el pueblo de Dios se expresara y mantuviera un diálogo abierto sobre diferentes temas.

Fruto de este trabajo se publicó el texto titulado: “Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias. Reflexiones y propuestas pastorales a partir de la Primera Asamblea Eclesial”, donde se plantean proyectos pastorales y líneas de acción fruto del proceso realizado por la Asamblea en sus diversas etapas.

Un camino para avanzar plenamente hacia la sinodalidad

Ad portas de cumplirse el tercer aniversario de la Asamblea Eclesial, ADN Celam dialogó sobre este acontecimiento de Iglesia, con la hermana Birgit Weiller, teóloga alemana, misionera en Perú y participante de la Comisión de contenidos Asamblea Eclesial.

La religiosa quien se encuentra en Colombia participando del encuentro ‘La renovación de las iglesias locales con perspectiva sinodal’,  contó qué ha pasado luego de este proceso, qué aportes le ha hecho al Sínodo de la sinodalidad y que se viene ahora de camino al jubileo 2025.

 

PREGUNTA: ¿Considera que la Asamblea Eclesial ha sido como un Kairos dentro de la Iglesia sinodal?

RESPUESTA: Yo creo que sí, por lo menos eso también lo han manifestado muchas personas, señalan que, por primera vez en el proceso amplio de escucha, la voz del pueblo de Dios fue oída con atención, interviniendo personas de contextos tan diversos culturalmente. Por tanto, la Asamblea Eclesial fue como un momento de gracia para avanzar en el camino hacia una Iglesia plenamente sinodal.

Esta fue una experiencia completamente nueva y que mucha gente valoró, sintiendo que su voz realmente tenía significado, tenía peso. Se quiso saber cómo perciben a la Iglesia, cómo leen ellos lo que están pasando y, leer los signos de los tiempos como lo dijo el Vaticano II. Expresaron que aman de la Iglesia, qué les inspira, pero también qué les duele en la Iglesia, qué cambiarían de esta Iglesia para que vivamos más coherentemente en el espíritu de Jesús, practicando los valores, viviendo el Evangelio y cumpliendo la misión que Dios nos pide en el seguimiento de Jesús.

Eso creo, tenía su momento de novedoso. Completamente en la asamblea misma que se realizó como recordábamos de modo hibrida, había gente presente, representantes de diversas iglesias locales de Latinoamérica y de los obispos correspondientes en México, sitio donde se realizó la fase presencial, del 21 al 28 de noviembre de 2021 y a la vez había más de 50 grupos conectados por internet que hicieron virtualmente un discernimiento juntos como lo que hoy día llamamos conversación en el espíritu, escuchando a Dios, escuchándonos mutuamente, tratando de discernir a qué nos llama, qué está pasando en nuestro mundo, cómo actúa Dios y a qué nos llama Dios por lo que está aconteciendo.

 

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Una Asamblea Eclesial que inspira

P: La relación entre la Asamblea Eclesial y el Sínodo de la sinodalidad, ¿se ve algún engranaje que los una? ¿Cuáles considera han sido esos aportes?

R: Hemos aportado mucho al proceso del sínodo a nivel mundial porque el cardenal Mario Grech, secretario general del sínodo y el cardenal Jean-Claude Hollerich, actual relator de este actual proceso de sinodalidad, ambos estuvieron en México en su momento enviados por el Papa, porque querían inspirarse, querían aprender cómo se puede hacer el proceso sinodal escuchándose mutuamente, discerniendo juntos y ellos vieron cómo se realizó este proceso de escucha amplia.

Hemos sido la única iglesia regional Latinoamérica y del Caribe que ha tenido una asamblea eclesial con un proceso de escucha amplia, antes que el Papa Francisco convocara al camino hacia el sínodo de la sinodalidad que estamos viviendo actualmente. Esto empalma de lo que ya habíamos hecho de camino, con lo que el Papa nos pide hacer ahora hacia un camino sinodal que involucre a toda la Iglesia universal.

Esta experiencia nos ha permitido avanzar en los procesos, así también corregir errores en procedimientos, pero hemos podido aprender cómo se discierne en grupos comunitariamente. Igualmente, hemos identificado que Dios nos pide frutos del soplo del espíritu en medio de nosotros y de nosotras donde percibimos a qué estamos llamados comunitariamente como Iglesia en América latina y el Caribe si queremos ser una iglesia que acompaña la vida de los pueblos.

Desde esta experiencia podemos decir también que hemos podido contribuir al proceso universal y profundizar porque esta labor la hemos compartido con otros, también al nivel del discernimiento continental, cuando por regiones nos hemos reunido en un proceso de escucha y discernimiento se pudo ver como en Latinoamérica entre nuestra gente hay un sentido de querer hacer sinodalidad o practicar sinodalidad, de caminar juntos.

En este sentido, estamos llamados a hacernos corresponsables de la vida y la misión en la iglesia, a superar lo que llamamos el clericalismo, una mentalidad de la que todos somos parte, pero que la podemos cambiar, para construir una cultura sinodal, es decir reconocernos realmente todos como hermanos y hermanas en la fe.

Comunicar mejor la buena nueva

P: ¿Qué pasos se deben seguir dando para que las propuestas de la asamblea eclesial se mantengan vigentes y se puedan ir actualizando?

R: Por un lado, yo creo que este documento fruto de la Asamblea Eclesial es muy rico, pero muy voluminoso, considero entonces que debe trabajarse una estrategia de comunicación, que permita por partes más pequeñas, enfocarlo en las diversas temáticas y líneas de acción que corresponden a las prioridades identificadas y saber cómo comunicarlo en un lenguaje más sencillo.

Esto permitirá a las personas descubrir qué tiene que ver cada una de estas prioridades con su propia vida y cómo enriquece la vida en comunidad y nuestro testimonio. Ahí está por ejemplo fortalecer el rol de las mujeres en la sociedad, pero también en nuestra Iglesia, entre muchos otros más temas. Entonces, los textos de la asamblea nos pueden ayudar a sensibilizarnos y a ver diferentes caminos, a poner en práctica lo que ha aparecido allí, nos sirven para reflexionar internamente y para que sepamos hacernos amigos y amigas de los pobres y caminar juntos para cambiar la situación.

¿Qué faltó por hacer?

P: Si bien la Asamblea Eclesial fue un acierto, ¿Qué considera hizo falta para impulsar con más ahínco esta propuesta de la Iglesia?

R: Había limitaciones también en parte causadas por la pandemia, porque recordemos era todavía condiciones de pandemia con muchas restricciones, pero no todo es solo por la pandemia, faltó incluir más personas que representaran grupos más marginados en la Iglesia y en la sociedad. Por ejemplo, si bien participó gente que vivián en condiciones de pobreza, no se tuvo en cuenta personas que habitan en la calle, poco se pudo tomar en cuenta estas realidades en la Asamblea Eclesial.

Tampoco se tocó el tema del cuidado de la Casa Común y esto que ya el Papa Francisco había hablado muy claro en qué situación estábamos por cuenta de la pandemia, en qué situación está nuestra Tierra y que debíamos asumir un compromiso firme en la Iglesia frente a esta difícil realidad.

Así también, faltó pensar más en la participación de las mujeres, porque si bien durante los procesos de escucha para preparar la asamblea si hubo una nutrida participación por parte de ellas, no se vivió lo mismo al momento de realizar la discusión de temas y de tomar de decisiones. Por otra parte, lo que hemos aprendido es que les costó a varias iglesias locales y a las conferencias episcopales, decidir de manera acertada las personas que acompañarían el camino sinodal de la Asamblea Eclesial, y eso se notó al momento de participar en estos grupos, no se notaba la continuidad del proceso y del conocimiento de los temas por parte de los aportantes.

Costó invitar también a persona que no se entienden como miembros de la Iglesia católica, tampoco como personas religiosamente creyentes, pero sí muy abiertas a trabajar junto con la iglesia, que tienen una visión crítica constructiva hacia la Iglesia, eso creo no fue fácil. Al respecto se está haciendo camino, a estas personas también es importante incluirlas porque nos pueden decir algo que nos ayude a crecer y a vivir más coherentemente el Evangelio.

De camino al Jubileo 2025

P: Frente al trabajo ya realizado por la Asamblea Eclesial, cuáles considera son las prioridades que han de tenerse en cuenta para ser aplicadas en el proceso sinodal y de camino al jubileo 2025

R: Yo creo que ese texto recoge los frutos de un discernimiento serio donde mucha gente ha participado, recordemos que la asamblea se realizó de forma híbrida y fueron más de 50 grupos que virtualmente se congregaron para discernir y para preguntarse frente a los signos de los tiempos: A qué nos llama Dios, cuál debería ser nuestro aporte y qué prioridades existen en nuestra pastoral. A todos estos aportes se dieron prioridades temáticas y se elaboraron las líneas de acción. Todo esto lo recoge el libro: “Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias». Este material ha empezado también a ayudar a convocar para capacitar a personas que puedan ser multiplicadores, para que lo aquí expuesto, que es fruto de un discernimiento muy amplio, se ponga igualmente en práctica en todos los ámbitos del sínodo.

Por otra parte, un Jubileo siempre implica renovar el propio compromiso en la fe, vivir más auténticamente el Evangelio, seguir los pasos de Jesús, pero sobre todo el anuncio de un Dios lleno de misericordia, de compasión, un Dios que desea que nos reconozcamos como hermanos y hermanas miembros de la misma familia humana, que sepamos ser solidarios, que sepamos cuidar la vida como un gran don, la vida en uno mismo, la vida en los demás, la vida en la tierra y eso está dicho en nuestras prioridades pastorales y líneas de acción.

Finalmente, creo que un jubileo nos puede ayudar a que impulsemos la puesta en práctica de lo aprendido y que ayudemos a entender lo que ha sido una experiencia de fe, para mí, un Kairós esta Asamblea Eclesial, con un proceso de discernimiento y con él, todo un aprendizaje sobre el camino, no todo es perfecto, pero yo creo que el fruto está allí. Esta experiencia nos ha puesto en camino para que en el año jubilar, los obispos ayuden por un lado a que más personas, más comunidades sepan que había una Asamblea Eclesial, porque en algunas partes aún no ha llegado mucho esta buena noticia y que significa. Por tanto, es importante que se logre comunicar y socializar más esta propuesta para poner en práctica las recomendaciones de una Iglesia en camino sinodal.

 

 

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