El Papa Francisco en su catequesis habitual de este 28 de agosto, llamó la atención sobre la situación actual de los migrantes, víctimas de la “indiferencia y el descarte” que pierden la vida en los “mortíferos” mares y desiertos en busca de una vida de paz y seguridad.
El Pontífice inició pronunciando las palabras «Mar y desierto», estas, dijo «vuelven a aparecer en muchos testimonios que recibo, tanto de migrantes, como de personas que se comprometen a rescatarlos».
Mares y desiertos se han convertido en cementerios
Se refirió al mar como “todas las masas de agua traicioneras que tantos hermanos y hermanas de cualquier parte del mundo se ven obligados a cruzar para llegar a su destino”. En el caso del desierto, hizo énfasis también a “todos aquellos territorios inaccesibles y peligrosos como bosques, selvas, estepas, donde los migrantes caminan solos y abandonados a su suerte”.
Como en otras ocasiones lo ha hecho, el Papa Francisco denunció una vez más que el Mediterráneo (mare nostrum) se ha convertido en un cementerio. “Y la tragedia es que muchos, la mayoría de estos muertos, podrían haberse salvado”. Propuso además que, quienes trabajan sistemáticamente para repeler a los migrantes y lo hacen con conciencia y responsabilidad están cometiendo un pecado grave.
En una cosa podemos estar todos de acuerdo, planteó, “en esos mares y desiertos mortíferos, los migrantes de hoy no deberían estar. Pero no es mediante leyes más restrictivas, no es mediante la militarización de las fronteras, no es mediante rechazos como lo conseguiremos”.
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Fomentar una gobernanza mundial
Frente a este drama, el obispo de Roma aseguró que la única respuesta para que los migrantes puedan pasar mares y desiertos seguros “es ampliar las rutas de acceso seguras y las vías de acceso legales para los migrantes, facilitando el refugio a quienes huyen de la guerra, de la violencia, de la persecución y de tantas calamidades».
A esto agregó, «lo conseguiremos fomentando por todos los medios una gobernanza mundial de la migración basada en la justicia, la fraternidad y la solidaridad. Y aunando esfuerzos para combatir el tráfico de seres humanos, para detener a los traficantes criminales que se aprovechan sin piedad de la miseria ajena».
¡Gracias! a los buenos samaritanos
El Santo Padre reconoció y alabó a los «buenos samaritanos» que cada día se esfuerzan por «rescatar y salvar» a los migrantes heridos en las «rutas de la esperanza desesperada» que bordean los cinco continentes. Estos, declaró, son «un signo de una humanidad que no se deja contagiar por la malvada cultura de la indiferencia y el descarte (…) lo que mata a los migrantes es nuestra indiferencia y esa actitud de descartar».
Por último, hablando de una «lucha de civilización», Francisco subrayó que «hay muchas maneras de dar tu propia contribución, en primer lugar, la oración». Pidió además que «unamos nuestros corazones y nuestras fuerzas, para que los mares y los desiertos no sean cementerios, sino espacios donde Dios pueda abrir caminos de libertad y fraternidad».
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