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Reflexión Bíblica Dominical: 1.º de septiembre de 2024

“Ninguna cosa que de fuera entra en la persona puede hacerla impura; lo que hace impura a una persona es lo que sale de ella”. (Mc 7,15)
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Hay variadas maneras de interpretar y afrontar la realidad, también en el bioma religioso. Hay personas y comunidades que ponen el énfasis en la imagen, la moral, las leyes, la ideología, el poder… o en la relación, la utopía, la libertad, la compasión, la paz… Según el criterio de pensamiento o discernimiento, la misma realidad será interpretada de distintos modos.

La manera de ver la vida de los fariseos y la de Jesús es notoriamente diferente. Los primeros interpretan y juzgan con criterios morales y legales, mientras Jesús tiene como punto de partida la “vida” trinitaria, como criterio de discernimiento el “amor” que da vida, y como opción prioritaria a la “persona”, especialmente vulnerable.

Nosotros/as ¿nos dejamos conducir por el amor de/como Cristo, o vivimos arrastrados por los juicios morales farisaicos? ¿(nos) amargamos la vida con normas morales y rituales, o vivimos la alegría del amor que contagia vida y nos hace hermanos/as?.

Si toda la energía que empleamos en el cumplimiento de rúbricas litúrgicas o en la condenación de transgresiones morales, la invirtiéramos en la empatía con las víctimas y en la entrega solidaria… estaríamos cerca del Evangelio y lejos del “teatro religioso”, que se afana en aparentar y representar un espectáculo ritual, en lugar de compadecerse y reparar el dolor del que sufre o de quien necesita sentido vital.

La autenticidad personal, la transparencia comunitaria y la justicia restaurativa han de transformar el mundo que nos rodea, las prácticas piadosas y las relaciones interpersonales, para que nadie abuse, nadie (se) corrompa, nadie violente, nadie se autorreferencie… y podamos compartir ortopraxis llenas de Evangelio para los heridos, e impregnadas de ternura para los descartados.

En el mundo de los espectáculos violentos o alienantes, Jesús nos invita a sentipensactuar como Él, sin doblez y sin miedo… con justicia y con paz…

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