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Madre María Ignazia Angelini: «Diálogos sinodales hallan su fuente en la sed de Dios»

El aula nueva del sínodo fue el punto de encuentro para los asistentes a la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que este 30 de septiembre inició su proceso hacia la inauguración de la segunda sesión con un retiro espiritual de dos días.

Una agenda que tiene entre sus propuestas la meditación, el silencio y la oración personal que da paso a la conversación en el espíritu, una de las características que desde lo metodológico, identifica las dos sesiones del Sínodo de la sinodalidad.

Así la primera jornada del retiro espiritual se inició con el saludo del Cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo, seguido por la oración de laudes, la intervención de la Madre Ignazia Angelini y las dos meditaciones del P. Timothy Peter Joseph Radcliffe. Intervenciones que se realizaron con intervalos de silencio destinados a la oración personal.

En las palabras de bienvenida el Card. Mario Grech, aclaró que los dos días de retiro no pueden entenderse como una preparación al Sínodo, sino que son parte integral del mismo. “En estos días de escucha de la Palabra de Dios y de oración, nosotros, como Moisés, que también fue puesto a la cabeza de un pueblo, nos quitamos las sandalias de los pies, nos despojamos de toda nuestra resistencia a la voz del Santo Espíritu”, con un objetivo: cruzar el desierto y caminar junto con el pueblo de Dios, hacia la tierra de la promesa del Padre, en tanto el prelado considera que sin el encuentro de Moisés con el Dios de los Padres en el monte santo, sería imposible que se presentara un éxodo hacia la libertad; sin ese despojo no habría camino hacia la salvación.

Jesús nos sorprende

Acto seguido, la madre María Ignazia Angelini, abadesa del monasterio benedictino de clausura de Vibolne en la provincia de Milán, abrió la jornada agradeciendo a Dios por este nuevo comienzo, un momento que con la presencia del Evangelio como corazón de las laudes, nos reposiciona de cara al tiempo que estamos por vivir con el Sínodo.

Trayendo a la memoria al Papa Francisco durante el rezo del Ángelus, la religiosa dijo que las palabras de Jesús siempre interpelan. “Incluso hoy, en la vida de cada uno, Jesús nos sorprende», mucho más «si nos exponemos al Evangelio desde la gran luz de la Eucaristía, que tiene en sí, la fuerza para disponernos al camino». Una ocasión para que «dejemos espacio a la escucha asombrada que nos reposiciona y prepara para este nuevo comienzo de camino juntos», agregó.

Con el eco de la vigorosa memoria de San Jerónimo, el hombre rudo y colérico, de fuertes pasiones y predispuesto a entrar en conflictos en sus relaciones más cercanas, la consagrada recordó que pese a ser un atento escrutador de la Sagrada Escritura, también se dejó transformar por ella, es así como el Evangelio habla a los miembros de la asamblea sinodal, porque de alguna manera “nos cuenta el final de una etapa en el itinerario de Jesús, hacia el inicio de una etapa decisiva y pensando en el camino sinodal, nosotros estamos entrando en una etapa final”, indicó.

Un gesto profético

Reflexión en la que Jesús abre de manera desconcertante el horizonte, así la etapa anterior pareciera cerrarse con una sombra de fracaso, tras el segundo anuncio sobre la entrega del hijo del hombre; lo que para la religiosa nos invita a considerar como símbolo esa expresión viviente del discípulo que se ofrece también a nosotros, aquí y hoy. “Lo mínimo hecho símbolo vivo”, afirmó.

Para la religiosa se trata de un gesto profético que muestra indirectamente una nueva visión sobre el ejercicio de la misión, y por ende del camino sinodal. “Quien recibe a este pequeño niño en mi nombre, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe a quien me ha enviado, por lo que la abadesa aseguró que “la misión tiene su origen en la pasión, en la invencible atracción de Dios hacia lo mínimo”.

En su opinión, se trata de una constante revelación de Dios en la existencia humana, porque si tenemos presente a los apóstoles, ellos fueron enviados a la misión, pero siempre volvieron al inicio, lo que nos permite comprender que “la misión sin esta manera de estar con Él, es vana”.

Quizá el mayor interrogante de todo este planteamiento es como hacer el camino, por lo que la abadesa insistió en que la búsqueda de diálogo, la incomunicación entre diferencias, las barreras entre generaciones y culturas abismalmente diferentes, representan esos obstáculos que se han hecho evidentes en este tiempo de transición entre una y otra asamblea, logran confrontar la búsqueda de la medida de la verdad, con un símbolo que reposiciona lo pequeño, lo simple y se muestra a sí mismo como el camino y el paso al cambio.

Una luz inspiradora

Circunstancia ante la cual la religiosa hizo cuestionó: ¿Cómo nos reconocemos aquí llamados a la nueva etapa del camino sinodal, a los encuentros, a los diálogos? ¿Cómo nos exponemos a la fuerza reveladora, transformadora y transfigurante de la Eucaristía y, en ella, al Evangelio?

Cuestiones que tendrán relación con algunas referencias litúrgicas que aparecen en el Instrumentum Laboris y no han de tomarse solo como un procedimiento ritual, sino como una luz inspiradora.

Al cuestionar a los presentes sobre esa forma de reconocerse ante la nueva etapa del camino sinodal, la consagrada hizo énfasis en la capacidad de reconocer e identificar al más pequeño, el indefenso y confiado, el joven perdido, la rebelión, el migrante, el anciano abandonado, la mujer no escuchada”, al final los sujetos de la sinodalidad.

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Reflexión que la consagrada cerró recordando algunas pistas que el Papa Francisco presenta para superar las soledades y los silencios, la imposibilidad para sostener un diálogo certero. “Nosotros podríamos – una vez encontrada la llave – rezar el salmo disponiéndonos a la Asamblea Sinodal como un lugar en el que el Espíritu nos sacia en el deseo de conformar nuestra Iglesia a la ardua misión que el Señor, en este desierto de hoy, le confía”, así como a un pequeño niño de memoria anhelante y una esperanza temblorosa, la propuesta es dejarse atravesar por sus preguntas el “¿Cuándo?”, el “¿Dónde?”, el “¿Por qué?”, como una vía para recomponer la memoria y cultivar la esperanza en una armonía superior, un nuevo camino.


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