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Francisco clausura el Sínodo : «No necesitamos una Iglesia paralizada e indiferente»

«No una Iglesia sentada, sino una Iglesia en pie. No una Iglesia muda, sino una Iglesia que recoja el grito de la humanidad. No una Iglesia ciega, sino una Iglesia iluminada por Cristo, que lleva la luz del Evangelio a los demás», se trata de una de las reflexiones del Papa Francisco durante la homilía de la misa que clausuró este 27 de octubre la segunda fase del sínodo sobre la sinodalidad.

Desde el altar de la confesión en la Basílica de San Pedro, el Pontífice inició su comentario correspondiente al XXX domingo del tiempo ordinario, recordando la figura de Bartimeo muy presente en el Evangelio de hoy.

Una postura de la que según adivirtió es la misma de una persona encerrada en su propio dolor, sentada al borde del camino como sino le quedara nada más que esperar, fuera de lo que pudiera recibir de los peregrinos que pasaban por la ciudad de Jericó con motivo de la Pascua.

Afrontar los desafíos de la realidad

Al respecto, el Papa Francisco explicó que la actitud de Bartimeo, es la misma de la ceguera interior que generalmente nos bloquea y nos hace permanecer inmóviles, casi al margen de la vida, sin ningún tipo de esperanza para seguir. Se trata según el Santo Padre de un fragmento de la Palabra santa que bien podemos comparar con nuestra vida personal y nuestro ser Iglesia.
Particularmente, porque no podemos desconocer que a lo largo del camino, «muchas cosas pueden volvernos ciegos, incapaces de reconocer la presencia del Señor o afrontar los desafíos de la realidad y, a veces, incapaces para responder a los muchos interrogantes que nos interpelan», esa es la actitud de Bartimeo.
Sin embargo, frente a las preguntas de las mujeres y hombres de hoy, el obispo de Roma explica que ante los retos propios de este tiempo, las urgencias de la evangelización y las heridas que afligen a la humanidad, no podemos ser indiferentes, porque según dijo, para vivir de verdad, no podemos permanecer sentados. «Vivir es siempre ponerse en movimiento, caminar, soñar, hacer proyectos, abrirse al futuro».

Una comunidad de discípulos

Para el Pontífice es necesario recordar que el Señor pasa siempre y se detiene para hacerse cargo de nuestra falta de visión interna y externa.
«Si nos mantenemos inmóviles en nuestra ceguera, seguiremos sin ver nuestras urgencias pastorales y tantos problemas del mundo en el que vivimos», indicó.
Continuando con su reflexión el obispo de Roma aseguró que sería hermoso si el Sínodo nos impulsara a ser Iglesia como Bartimeo; es decir, una comunidad de discípulos que, oyendo al Señor que pasa, percibe la conmoción de la salvación y se deja despertar por la fuerza del Evangelio sin miedo a clamar por Él.

Se trata, según lo anterior de recoger el grito de todas las mujeres y hombres, aquellos que desean descubrir la alegría del Evangelio, así como los que se alejaron. «Es el grito silencioso de los indiferentes, los que sufren, los pobres y marginados, es la voz quebrada de quienes carecen de la fuerza para clamar a Dios, porque se resignaron a su condición o carecen de una voz propia».
De ahí la advertencia del Santo Padre a los miembros del sínodo. «Si nos mantenemos inmóviles en nuestra ceguera, seguiremos sin ver nuestras urgencias pastorales y tantos problemas del mundo en el que vivimos».
Al concluir la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos y consciente de la gratitud que cada uno lleva en el corazón por lo compartido, se hace necesario detenerse en lo que le sucede a este hombre en el Evangelio de Marcos: «Al principio, estaba mendigando, sentado junto al camino, mientras que al final, tras ser llamado por Jesús y recuperar la vista, lo siguió por el camino».

Retomar el camino

Un gesto coherente con el deseo de hacerse discípulo tras responder al llamado, por lo que el Vicario de Cristo invitó a los presentes a tener una actitud semejante. «Cuando estemos sentados y acomodados, cuando como Iglesia no encontremos las fuerzas, el valor y la audacia necesarias para levantarnos y retomar el camino», recordemmos regresar siempre al Señor y a su Evangelio, porque siempre y de nuevo, mientras Él pasa, debemos ponernos a la escucha de su llamada, que nos invita a ponernos de pie y nos hace salir de nuestra ceguera».

De esta forma Francisco alentó a los miembros del sínodo a continuar con confianza el camino en unidad, seguros de que la Palabra de Dios en este momento nos repite como a Bartimeo «¡Ánimo, levántate! Él te llama», una exhortación a «dejar a un lado el manto de la resignación». La meta está en que «entreguemos al Señor nuestras cegueras, levantémonos y llevemos la alegría del Evangelio por las calles del mundo».

Reflexión en la que alentó a dar gracias al Señor por el camino recorrido juntos. «Podremos admirar y venerar la reliquia de la antigua Cátedra de san Pedro, meticulosamente restaurada. Contemplándola con el asombro de la fe, recordemos que esta es la cátedra del amor, de la unidad y de la misericordia, según aquella orden que Jesús le dio al apóstol Pedro, no de dominar a los demás, sino de servirlos», concluyó.

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