En la solemnidad del Señor de los Milagros, este 28 de octubre, miles de fieles llenaron las calles alrededor del Santuario de Las Nazarenas para acompañar al Cristo Moreno en su tradicional procesión. En esta celebración, monseñor Carlos Castillo, arzobispo de Lima, dirigió su homilía, llamando a vivir la fe y el amor cristiano en el servicio generoso.
El arzobispo reflexionó sobre el seguimiento a Cristo en este acto casi “litúrgico”: “La liturgia es para celebrar públicamente aquello que es la vida y, en concreto, la vida del Señor”, explicó, y citando al Papa Francisco agregó: “La Iglesia está de pie y camina permanentemente”, y remarcó que “la Iglesia no está sentada ni plantada, sino que se dinamiza y camina”.
“Este camino que hacemos nosotros –podemos llamarlo “litúrgico” o “simbólico”– representa toda nuestra vida, en donde el Señor ha penetrado en nosotros y nos conduce e induce a vivir en medio del camino de la vida con su presencia permanente en nuestras vidas y en nuestros sueños”, afirmó la autoridad eclesial.
El camino del amor
Enseñó que el lema elegido “Señor de los Milagros, que aprendamos a ser Uno como Tú y el Padre” significa que “en todas las cosas que estamos viviendo, siempre hagamos ese aprendizaje de estar unidos a Dios como Jesús lo estuvo”, de manera permanente, y amar como Él nos ama, gratuitamente.
El arzobispo Castillo invitó a realizar este camino guiados por el Señor mismo, ayudando y sirviendo a las personas: “Vamos a aprender este camino de amor, dejando que el Señor penetre en nosotros”.
Aseguró que “ser cristiano no es amar a Dios, sino acoger el amor de Dios a nosotros”, y aunque parezca difícil de entender, “la fe cristiana no puede ser un negocio que hacemos de un toma y dame”, invitando a la comunidad a permanecer en el amor del Señor y a comprender que este amor es gratuito y transformador.
Monseñor Castillo dijo que “aprendemos de ese amor a amarnos los unos a los otros, y aprendemos a depositar en el otro mi presencia y su presencia en la mía. De tal manera que el otro no es “algo” que yo considero como una cosa, sino que es alguien que aporta a mi vida y yo también soy alguien que aporta a la suya”. Explicó que así fue Jesús que caminó siempre acompañando los procesos de las gente, en sus problemas, respondiendo sin indiferencia y preocupado en las cuestiones del otro, sus problemas, sufrimientos y también, en sus esperanzas y alegrías.
Estamos llamados por Dios a vivir en la alegría
La autoridad eclesial también reflexionó sobre la alegría plena que trae el amor de Dios, y refiriéndose al Evangelio de Juan (Jn 3,11-16) dijo: “Les he dicho estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”. Indicó que las alegrías vienen del Señor: “Nosotros hemos sido creados para la alegría, para la felicidad; no hemos sido creados para la tristeza ni para la angustia. Estamos llamados por Dios a vivir en la alegría”, sostuvo, pidiendo hacer memoria de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco “La Alegría del Evangelio” (Evangelii Gaudium).
El obispo dijo que se piensa que los cristianos son tristes por cultivar la presencia de un Dios crucificado, sin embargo, “el motivo del encuentro de Jesús en la Cruz con nosotros, es su amor, que suscita en nosotros esperanza”, afirmó, a tiempo de remarcar que “hoy día estamos todos embarcados en la gran tarea de regenerar nuestra sociedad desde lo alto de la Cruz. ¿Para qué? Para que en la sociedad haya compasión, para que en todo el mundo todos puedan vivir en amistad”.
El arzobispo invitó a hacer lo que el Señor pide: “Como el Padre me amó, así los he amado yo; permanezcan en mi amor”. Y explicó que este “permanecer” consiste en ser activo, para no ser una “Iglesia de sentados”: “Permanecer significa ser fiel en el camino de los problemas, ayudándonos todos para que nadie quede fuera, sin compañía, sin amor”.
Acoger el amor de Dios
“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, tomando esta cita, Mons. Carlos Castillo recordó que estamos llamados a amar con autenticidad, como lo hizo Jesús, sin amenazas ni imposiciones: “El Señor, en vez de amenazarnos, nos invita a acoger el don de Dios”, a la manera en que Jesús mismo lo explicó en su encuentro con la samaritana.
Monseñor Castillo resalta la necesidad de retomar el lenguaje de la poesía, la delicadeza y el trato amable, que son marcas del mensaje de Jesús, quien no utilizaba la amenaza para transformar, sino la invitación al amor y la amistad: “Hoy día, necesitamos, hermanos y hermanas, volver al lenguaje de la poesía”.
El arzobispo de Lima destacó la reciente conclusión del Sínodo y el enfoque en una Iglesia que “va decidiendo juntos y avanzando”, basada en la apertura y el acompañamiento, para construir una fe auténtica y comprometida.
El ser humano necesita ser regenerado en el amor
También se refirió a la nueva encíclica del Papa, titulada “Nos Amó”, como una llamada urgente al mundo que, según expresó, “le falta corazón, le falta esa hondura de visión y de experiencia; el mundo necesita saber tratarse, el ser humano necesita ser regenerado en el amor de Dios”.
“Ese es el mayor aporte que podemos dar todos como cristianos al mundo: el amor gratuito e incondicional de Dios”, aseguró el arzobispo Castillo, y mostrando las vestimentas moradas que simbolizan los moretones del Señor, recordó que esos moretones son por amor: “Lo golpearon y el Señor no se resistía porque quería darnos testimonio de que nos ama, de tal manera que esos moretones, esos hábitos significan amor”.
“Ustedes son mis amigos”, dice Cristo, y este amor es una invitación a recibir y dar fruto en la vida. Monseñor Castillo recuerda que el verdadero servicio cristiano no significa humillación o pérdida de dignidad, sino una entrega generosa y consciente: “El Señor nos llama ‘patas’, somos sus ‘patas’, somos sus amigos, sus ‘patas del alma’, en criollo”, dijo, invitando a cultivar relaciones de amistad y apoyo también en la comunidad cristiana.
Servir es amar
El arzobispo de Lima, enseñó que Dios nos amó hasta el extremo y nos invita a todos a generar una fe de personas dignas, y recordó que hacerse siervo ante alguien, como lo hizo María ante el Señor, es una actitud de humildad que todos podemos hacer si es que lo queremos hacer libremente: “Servir es amar dignamente con entrega generosa, inclusive, hasta la muerte, pero nunca perdiendo la dignidad”, afirmó.
La autoridad eclesial remarcó que el verdadero servicio se da en una entrega que no busca la sumisión, sino el amor y el respeto: “A Jesús lo iban a matar, y Él sabía que su misión era perdonar por parte de Dios, y aceptó la muerte libremente, dignamente, como todo hijo obediente del Padre. Y nosotros también tenemos que llamar, convocar al mundo a dejar de matar o ambicionar sin medida, o guerrear. Porque muchas cosas se deshumanizan y tenemos que anunciar el Evangelio del amor, de amigo y del amor íntimo, que reconoce el valor de cada persona”.
Para monseñor Castillo, el Señor nos llama a una vida fecunda que refleje su amor en cada acción, en cada servicio. En sus palabras, “un fruto es consecuencia de una vida fecunda”, y al amar con el mismo amor del Señor, se abre el camino hacia una existencia que no es estéril, sino plena de propósito y significado: “Que esta procesión sea en cierto modo el culmen, una pequeña anticipación de la plenitud del Reino de Dios”, finalizó.
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