Del 22 al 24 de noviembre de 2024 se llevó a cabo en Córdoba, Argentina, el V Congreso de la Vida Religiosa en América Latina y el Caribe con el lema “Centinelas de esperanza”. En este contexto entrevistamos para ADN Celam y el programa radial Poliedro Latinoamericano a la hermana Liliana Franco, presidenta de la CLAR (Confederación Latinoamericana de Religiosas y Religiosos). Una conversación que delinea la Iglesia que anhelamos para nuestros pueblos en clave sinodal.
Pregunta: la esperanza está en el centro todo el tiempo: “Centinelas de esperanza” es el lema convocante. ¿Cómo ves a nuestros pueblos latinocaribeños a nivel Esperanza? No hay un “esperanzómetro”, pero vos que andás el continente, ¿cómo lo ves?
Respuesta: Nuestros pueblos están atravesados por la crisis, por la democracia frágil en este momento, por la corrupción, nuestros pueblos viven el drama de la migración, de la pobreza creciente, de la violencia, pero nuestros pueblos son profundamente resistentes.
Nuestros pueblos están revestidos por la esperanza: el traje con el que se viste América Latina y el Caribe es el traje de la esperanza. Yo nací en una ciudad muy violenta: Medellín. Me tocó vivir en esa ciudad justamente en la década más compleja y acompañar a muchísimas familias a las que les habían matado no solo un hijo, ni dos sino hasta tres. Y yo me preguntaba cómo resisten, cómo se mantienen, cómo son capaces de vivir en solidaridad, en fraternidad, en alegría. Siento que es algo como adherido al ADN de los pueblos de América Latina y el Caribe.
Precisamente el contacto permanente con el dolor, con tantos matices del sufrimiento, con la dificultad, hacen que lo propio de nuestra manera de ser y de situarnos ante la vida sea la esperanza. Nos situamos en clave de esperanza como una manera de resistir. Pienso también que la fe y concretamente la fe en Jesús –esa experiencia de creerle a Él– nos ayuda a vivir los acontecimientos también en clave de saber siempre que es posible un paso más, algo más, que algo va a cambiar.
La fuerza de la solidaridad también para nuestros pueblos es clave. Nuestros pueblos están revestidos por eso: hay hambre pero hay una olla comunitaria. Hay un enfermo pero están las vecinas dispuestas a ayudarte. O sea: la clave del entretejido de la solidaridad hace que para nosotros la esperanza sea lo definitivo: siempre hay una puerta que se abre, siempre surge una posibilidad en medio del dolor y en medio de la crisis que nos atraviesa.
Las democracias
P: Ustedes, los religiosos y las religiosas del continente, ¿qué pueden aportar a la consolidación de sistemas y procesos de democráticos en nuestros países? Entiendo que la Iglesia está en todas partes pero la vida religiosa llega donde lo diocesano muchas veces no está.
R: La vida religiosa (VR) es un ícono de fraternidad y de alguna manera la VR se constituye como un ícono de lo que debe ser una sociedad. En el ideal de la VR nos consideramos hermanos, la economía es una economía solidaria, la solidaridad se supone que es el modo natural de establecer las relaciones entre nosotros, estamos unidos en torno a un proyecto común. La VR en sí misma se constituye como en un ícono de la manera en cómo deberían establecerse las relaciones y los vínculos en la sociedad.
Estamos ante un continente que tiene debilitada la democracia, un continente tentado de polarización, las ideologías nos tienen muy divididos. Lo que tenemos los religiosos para aportar es precisamente, de un lado, reflexión en torno a cómo seguir gestionando un tipo de políticas públicas que sean más inclusivas, que tengan más en cuenta los más pobres, que ayuden a que podamos tejer unos nuevos modos de relacionalidad.
Creo que a la reflexión se le suma incluso el lobby para ayudar con nuestras instancias gubernamentales y legales para hacerlo posible, eso es muy necesario. De hecho nosotros como religiosos nos preguntamos por el cambio sistémico y la necesidad de aportar al cambio sistémico, estamos vinculados a organizaciones en las que se reflexiona y se piensa también “el cómo más social”.
Binomio perfecto: Vida y Fe
“El seguimiento de Jesús no está separado: no está de un lado la vida y de otro la fe. O sea: es un binomio perfecto, vida y fe son una misma realidad cuando de lo que se trata es de seguir a Jesús. Por eso evangelizar no es otra cosa distinta a trabajar también por el desarrollo humano integral y a trabajar entonces por mejores condiciones de vida para todos. Y ahí creo que los religiosos tenemos mucho para hacer. Como tú dices estamos ubicados en las fronteras más complejas de este territorio donde no llega el Estado, donde no llegan otros sectores de Iglesia. Ahí estamos y estamos acompañando a la gente para ayudarles a hacer reino de Dios y hacer reino de Dios es vivir en condiciones de vida más humanas, más dignas, más fraternas, de mayor libertad y de mayor posibilidad”, detalló la religiosa colombiana.
Y sumó: “Creo que también es tarea de la VR seguir ayudando a la reflexión de lo público –la conciencia del bien público– y la necesidad de denunciar. Una característica fundamental de nuestro estilo de vida es la profecía y entonces creo que ahí también tenemos una palabra, tenemos que desenmascarar esos sistemas sociales que, teñidos de poder y de corrupción, en muchas ocasiones avasallan y destruyen las posibilidades de vida sobre todo para los más débiles. En ese sentido creo que la dimensión profética también es algo que podemos aportar”.
«Experimento en este momento de la vida con muchísima fuerza es la necesidad de escuchar, de escuchar a los demás, escuchar el grito de la historia, escucharme a mí misma también y escuchar a Dios.» (Hna. Liliana Franco)
Inmersos en el V Congreso
P: ¿Cómo ves que están recepcionando estos chorros conceptuales que han desparramado aquí en estos días y, sobre todo, y qué resonancias percibiste?
R: Todos estamos ávidos de claves interpretativas, estamos ávidos de entender y leer esta realidad para servir mejor. Estamos haciendo una lectura en dos claves: de un lado, poder leernos a nosotros mismos en este momento de la VR, nuestra disminución, nuestra fragilidad, pero también la fuerza misionera, la fuerza carismática que tenemos; y del otro lado, la lectura sobre la realidad, los desafíos, tantos clamores y gritos que se nos hacen en lo cotidiano y lo continuo de la historia. Y si estamos aquí, si bebemos de esto y si queremos formarnos es simplemente para servir mejor. A mí me gusta mucho una expresión del Papa Francisco que dice que nos formamos para ser mejores testigos. Creo que todos los que estamos aquí, en el fondo, el único deseo profundo es ese: que algo de lo bebido acá genere en nosotros reflexión, que nos movilice, que nos transforme algo de lo escuchado para servir de una manera nueva. Porque de lo que se trata es de eso: ser mejores testigos, alegres, contentos. Siento que hay fraternidad entre nosotros y siento que también hay mucho deseo de entregar la vida con las pocas o las muchas fuerzas que tenemos como VR pero con un deseo profundo de dar la vida.
Impregnados de sinodalidad
P: Vayamos al Sínodo porque vos sos madre sinodal y eso es un orgullo para nosotras, las mujeres. Así que aprovecho la ocasión y te lo agradezco. Pregunto: ¿cómo operó en vos el concepto “sinodalidad”, la praxis “sinodalidad” y haber atravesado este proceso sinodal en América Latina y el Caribe donde –creo– lo hemos hecho con pasión?
R: Yo no sé si este proceso sinodal me hizo más capaz de escucha o más necesitada de escuchar. Lo que sí experimento en este momento de la vida con muchísima fuerza es la necesidad de escuchar, de escuchar a los demás, escuchar el grito de la historia, escucharme a mí misma también y escuchar a Dios.
En ese tejido de lo que somos, a mí se me ancló con mucha fuerza que lo que conduce a la conversión es la escucha: si no escuchamos no nos hacemos realmente los instrumentos aptos que este momento del mundo necesita. Entonces, primero la escucha.
Luego a situarnos con humildad. A mí me seduce muchísimo la persona de Jesús y creo que a lo que se nos está convocando es a aprender el modo de Jesús. Mi llamada, lo más fuerte, lo que a mí más me ha interpelado es eso. He querido como “releer” el Evangelio. Estoy haciendo un ejercicio: leerlo como desentrañando todos esos rasgos de lo que siento que Jesús tiene para aportarnos en humanidad, en relacionalidad, en concepción de ser samaritano, también en el desde dónde vivir la compasión.
Evangelio: la piedra basal
“A mí me parece que el mejor documento sobre sinodalidad es el Evangelio y creo que si todos nos diéramos a la tarea de poner los ojos en Jesús y de querer aprender más de Él su modo, creo que daríamos pasos muy significativos en esta Iglesia. A veces nos obnubilamos con personas, con libros, con teólogos, con conceptos de moda y creo yo que la fuente que para mí desde lo más profundo es el Evangelio, la fuente es la persona de Jesús. La llamada que yo siento con más fuerza es volver ahí y volver ahí para aprender de Jesús la manera de ser y de situarme en este momento de la historia”, fundamentó la hermana Liliana al ir al hueso del sustento de la sinodalidad, y agregó:
“Pero esta experiencia también me hizo más consciente de esta dimensión plural de lo que somos como Iglesia, porque incluso acá en América Latina hay muchas sintonías entre nosotros. Este contacto con la Iglesia toda, con la Iglesia en el mundo, lo que me posibilitó a mí fue abrazar también la diferencia de lo que somos como Iglesia y sentir que hay un irrenunciable: el trabajo por la unidad y que nos tenemos que movilizar todos en ese sentido”.
Francisco: una persona revestida de humanidad
P: ¿Qué te inspira el Papa Francisco, algún intercambio que hayas tenido, que haya resultado significativo, cómo lo ves liderando este proceso de sinodalidad global donde claramente se lo ve empeñado con todo su ser?
Yo he tenido muchos contactos con el Papa Francisco a partir de este servicio a los religiosos de América Latina y el Caribe. Siempre percibo en él a una persona revestida de humanidad. Me impactan su capacidad de recordar nombres, personas, lugares, me impacta su alegría, su buen humor, el que en medio de tantas complejidades a las que les tiene que responder en el día a día siempre hay chispa, siempre hay alegría. Me parece que eso solo puede venir de Dios.
Pero lo que yo más admiro del Papa Francisco es la manera cómo enfrenta el conflicto: me edifica. Porque estamos en una Iglesia tentada de polarización, tentada de división y él tiene que padecer muchas cosas precisamente de esta crisis de unidad. Lo veo situando siempre en la mesa del encuentro y del discernimiento a todos, incluso a los que piensan distinto a él. Eso yo se lo admiro muchísimo, o sea: le admiro que nunca calle a los que piensan distinto a él sino que les dé la palabra, que les permita hablar, que les permita expresar las cosas. Es más: que se nutra en el encuentro con la diferencia.
Más misión y menos clericalismo
“Lo siento un hombre de Dios buscando sinceramente la voluntad de Dios y empeñado en dos cosas: de un lado, en que seamos más misioneros, en que volvamos a esas orillas existenciales y geográficas en las que es necesario dar la vida, a que seamos Iglesia en salida; pero lo siento muy empeñado también en que haya menos clericalismo, que nos miremos más en condición de hermanos, que purifiquemos los modos relacionales entre nosotros, que seamos más capaces de vivir una auténtica fraternidad. Yo lo admiro, lo quiero y oro permanentemente por él”, finalizó esta religiosa que es una gran voz femenina en estos tiempos que ponen énfasis en la construcción comunitaria de una Iglesia sinfónicamente sinodal.
Reviva la conversación con la hermana Liliana para el programa radial Poliedro Latinoamericano siguiendo este enlace:
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