Aunque el título de la alocución de Francisco era “Ben-digan y no mal-digan”, en sus primeras expresiones se apoyó en el decano del Colegio cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re, quien a su momento habló de la guerra ante lo que el Papa reflexionó: “Ayer al Patriarca [Latino de Jerusalén] no le han dejado entrar en Gaza, aunque se lo habían prometido; además fueron bombardeados niños. Esto es crueldad. Esto no es guerra. Quiero decirlo porque conmueve el corazón. Gracias por recordarlo, Eminencia, gracias”.
Cabe señalar que, según informó Defensa Civil de la región de Gaza, en el ataque perpetrado por el gobierno israelí este viernes 20 de diciembre de 2024 murieron 20 personas, entre ellas 7 niños. La agencia EFE hace un doloroso repaso de los números de las víctimas desde el inicio del conflicto con el ataque de Hamás, el 7 de octubre de 2023: más de 45.000 muertos, 100.000 heridos, 11.000 personas están desaparecidas entre los escombros, el 90 % de la infraestructura civil, incluidos hospitales, ha sido destruida por los ataques israelíes.
Hablar bien y no hablar mal es de humanos
Volviendo al texto de Francisco hacia la curia romana, propuso un camino para abordar el misterio de la encarnación que nos concierne a todos: “el hablar bien de los demás y no hablar mal de ellos”. Y preguntó: “¿Por qué? Porque toca nuestra humanidad”. Es un rasgo de las personas humildes, como el propio misterio de nacimiento de Jesús.
Francisco rememoró una Asamblea diocesana en Buenos Aires en la que invitó a acusarse a sí mismo como forma de vivir en humildad y “no hablar mal de prójimo”. Y dando un paso más profundiza: es “la actitud de fondo en la cual puede echar raíces la elección de decir ‘no’ al individualismo y ‘sí’ al espíritu comunitario, eclesial”. “El corazón humilde se abaja como el de Jesús, a quien contemplamos estos días en el pesebre”, afirmó aludiendo a una cuarta característica de este proceso.
Y… ¿qué hace Dios?
Dios, ante el mal, expone su paradoja divina: se abaja, se hace “pequeño, como un grano de mostaza, como un embrión humano dentro del vientre de una mujer. Invisible. Así comienza a tomar sobre sí la enorme e insostenible masa de pecado del mundo”.
En esta dinámica que nos propone nuestro Dios, siguió discirniendo Francisco, el hombre le corresponde con “la acusación de sí mismo”, no como hecho moral sino como hecho teológico “es un don de Dios, obra del Espíritu Santo, y por nuestra parte es un con-descender, es decir, hacer nuestro el movimiento de Dios, asumirlo, acogerlo” (…) “la humildad podría calificarse como virtud teologal”.
El sacramento de la reconciliación ayuda a abajarnos, afirma el Papa, y saltó desde allí a la murmuración: “Es un mal que destruye la vida social, hace enfermar el corazón de la gente y no lleva a ningún sitio. El pueblo lo dice muy bien: “son discursos vacíos”. Estén atentos a esto”. En el tren de bien hablar y bien decir, “Dios no nos ha maldecido, sino que nos ha bendecido”, por tanto “podemos bendecir”.
La vida pastoral: agua viva que no se estanca
La valoración de la vida pastoral para sacerdotes, obispos y cardenales es un “precioso lugar común” de Francisco: “el trabajo en la curia es frecuentemente árido”, “si uno no se nutre de experiencias pastorales, de momentos de encuentro, de relaciones de amistad, en la gratuidad” nos secamos. “Y ahí podremos bendecir, incluso a los antipáticos, a los que nos han tratado mal”, aseguró.
María, nuestra Madre, modelo de bendición
Ella marca la dimensión eclesial que pide el “bien-decir”, “en la Iglesia, signo e instrumento de la bendición de Dios para la humanidad, todos estamos llamados a convertirnos en artesanos de bendición”.
Citando a San Anselmo, “en el misterio de la Encarnación, Dios ha bendecido a cada hombre y mujer que viene a este mundo, no con un decreto bajado desde lo alto del cielo, sino mediante la carne, mediante la carne de Jesús, Cordero bendito nacido de María bendita”.
“Me gusta pensar en la Curia Romana como una gran oficina en la que hay muchas tareas diferentes, pero todos trabajan con un mismo fin: bien-decir, difundir en el mundo la bendición de Dios y de la Madre Iglesia”, afirmó Francisco.
Los minutantes
“Particularmente, pienso en el trabajo escondido del ‘minutante’ —veo algunos de ellos aquí que son buenos, gracias—, que en su oficina prepara una carta para que, a un enfermo, a una mamá, a un papá, a un preso, a un anciano o a un niño, les llegue la oración y la bendición del Papa. Gracias por esto, porque yo firmo esas cartas. Y, ¿qué es esto? ¿No es acaso ser artesanos de bendición? Los minutantes son artesanos de bendición”, detalló.
Humilde, humillado y humillante
El Santo Padre llevó a su intervención a un santo sacerdote que había colocado un papel en la puerta de su oficina que decía: “Mi trabajo es humilde, humillado y humillante” y lo explicó así: “Una visión un tanto negativa, pero algo tiene de cierto y de bueno. Diría que expresa el estilo típico de la artesanía de la Curia, entendiéndolo, por supuesto, en sentido positivo: la humildad como camino del bien-decir. El camino de Dios que en Jesús se abaja y viene a habitar nuestra condición humana, y así nos bendice”.
Todos podemos contribuir a la bendición de Dios
Francisco concluyó exaltando el “trabajo escondido”: “Cada uno de nosotros puede contribuir para llevar al mundo la bendición de Dios. Pero en esto debemos ser coherentes: no podemos escribir bendiciones y después hablar mal del hermano o de la hermana, arruina la bendición. Este es mi deseo: que el Señor, nacido para nosotros en la humildad, nos ayude a ser en todo momento mujeres y hombres bien-dicientes. ¡Feliz Navidad a todos!”.
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