“En la Navidad celebramos el Misterio de la Encarnación. La certeza de que nuestro Dios se abaja y abraza lo humano”, es la afirmación de la hermana Gloria Liliana Franco Echeverri, religiosa de la Compañía de María, teóloga y presidenta de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR), quien comparte una visión inspiradora sobre cómo la Sinodalidad transforma la vida y misión de la Iglesia. A través de sus reflexiones, invita a contemplar el misterio de la Encarnación como un llamado a vivir desde la humildad, la escucha y el compromiso.
La Sinodalidad, camino de unidad y transformación
En una entrevista para el Observatorio Latinoamericano de Sinodalidad, la hermana Gloria Franco define la Sinodalidad como el configurador, identidad y “aquello que al ritmo del Espíritu y desde el origen estamos llamados a vivir”.
Explica que la Iglesia es una comunidad peregrina, en un camino asumido en condición de hermanos acogiendo la diversidad como una fortaleza y sumando esfuerzos para la misión.
Este camino no está exento de desafíos. Entre ellos, señala la búsqueda sincera del querer de Dios; escuchar la realidad; situarnos al modo de Jesús, aprender un nuevo modo relacional y ser en misión.
Navidad, una invitación a vivir la lógica de la Encarnación
En el misterio de la Navidad, la Iglesia celebra la Encarnación de Dios, un acto de amor en el que el Creador se hace cercano a la humanidad. Para la hermana Liliana, este tiempo invita a la conversión pastoral, a vivir desde “una lógica de abajo, desde cerca y desde dentro”. “Nuestro Dios se abaja y abraza lo humano, se aproxima a la historia y asume como propia la condición de los más pobres, de los desheredados, de los que no tienen dónde reclinar la cabeza”.
“El nacimiento de Jesús acontece en un pesebre como nuestra salvación”, este gesto de sencillez nos recuerda que la verdadera grandeza está en el servicio y en el testimonio: “La humildad posibilita el encuentro, aminora las brechas, nos permite coincidir en ese lugar en el que todos somos sencillamente humanos, y todo es gracia de Dios”, dice la religiosa, reiterando la necesidad de vivir el Evangelio con coherencia.
La hermana Liliana sostiene la urgencia de escuchar a los más vulnerables y ser una Iglesia en salida: “La vida en el Espíritu es un itinerario de salida. Supone experiencia, encuentro, abrazo profundo y movimiento. Quien se sabe habitado se pone en camino, el amor lo moviliza. Quien se sabe abrazado por la misericordia de rodillas adora, y en pie, a prisa y por los caminos, anuncia”.
Cristo presente en los más vulnerables
“Sin mirada contemplativa, sin fina atención a los detalles, sin exquisita sensibilidad, se atrofia nuestra capacidad de trascendencia, y lo que es más importante, nuestra capacidad compasiva frente al sufrimiento humano”, subraya la Hna. Franco, que recuerda que la Navidad es una invitación a reconocer a Cristo presente en los pequeños: “En una sociedad que se construye, bajo estándares de superioridad y grandeza, de apariencia y derroche, resuena la voz de Dios, invitándonos a trasegar los caminos de la sencillez, de la humildad y de la transparencia del corazón. En la lógica del Reino, dichosos son los pequeños, y a ellos se les revelará lo esencial”.
En un mundo dividido por conflictos y desigualdades, la Navidad también es un llamado a trabajar por la paz y la reconciliación. La hermana Liliana remarca que el camino sinodal debe incluir el compromiso de ser puentes, reducir fronteras y educar para la convivencia pacífica: “Denunciar todo lo que suponga violencia, armamentismo y vulneración de los derechos humanos”.
En este tiempo de Navidad en el contexto del Sínodo, la religiosa invita a “Contemplar a Jesús, aprender de Él”.
Crecer en la experiencia de Dios
En su mensaje, la hermana Franco invita a vivir el espíritu de la Navidad como una expresión concreta del encuentro con Dios: “Lo que dura, lo que permanece, lo eterno, es siempre el resultado de una experiencia, de un encuentro en el que se acrecienta la confianza y el vínculo se establece desde lo profundo. Necesitamos crecer en experiencia de Dios”, señala.
También, invita a continuar peregrinando en esperanza, priorizando el encuentro con Dios y que la oración fortalezca la vida: “La fe supone camino, en ocasiones en despoblado, pero siempre acompañados. La fe nos dispone a lo inédito y nos ubica en el territorio en el que todo es posible. La fe tiene como prerrequisito la experiencia de ser y de sentirse amados. Pero la fe, sobre todo, nos conduce a dar la vida, a ser misión, a apasionarnos por el Reino. Los invitaría a peregrinar en esperanza”, concluye.
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