En la mañana invernal del 26 de diciembre de 2024, en la recordación del mártir San Esteban, el Papa Francisco abrió la segunda Puerta Santa de este Jubileo de la Esperanza en la cárcel romana de Rebibbia, un gesto que fue agradecido de múltiples maneras tanto por los reclusos como por el personal penitenciario, familiares y autoridades presentes que participaron de la misa dentro de la capilla. Se calcularon unas 300 personas. Es oportuno señalar también que los demás internos —unos 1500— siguieron la celebración a través de pantallas colocadas para tal fin.
La misa fue presidida desde el altar por el obispo auxiliar de Roma, Mons. Benoni Ambarus; y seguida desde la sede por el Santo Padre en concelebración con varios sacerdotes entre los cuales se encontraba el padre Diego Giovanni Ravelli, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias. A su turno, monseñor Salvatore “Rino” Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, leyó la proclamación de la apertura de la puerta en la capilla de la cárcel de Rebibbia.
“No perdamos la esperanza.” (Papa Francisco)
Predicación de Francisco
En su homilía improvisada —que predicó sentado desde la sede— el Papa recurrió a dos signos: mantenerse unidos a la cuerda que está atada al ancla de la esperanza y tener abiertas las puertas del corazón. Compartimos la desgrabación de algunos de los tramos más significativos de las palabras de Francisco:
“Queridos hermanos, queridas hermanas, buenos días, han respondido todos… (se alegra) ¡Feliz Navidad!
He querido abrir la puerta hoy y aquí —la primera que he abierto es la de San Pedro y la segunda es la suya—, es un bonito gesto ese de abrir, de empujar, abrir las puertas. Pero lo más importante es abrir el corazón, tener corazones abiertos y esto lo hace la fraternidad.
Los corazones cerrados no ayudan a vivir, por eso la gracia de un Jubileo es abrir y sobre todo abrir los corazones a la esperanza. La esperanza no defrauda jamás. Piensen bien en esto, también yo lo he pensado. Porque en los momentos malos uno piensa que todo se ha acabado, que ya no se va a resolver nada. Pero la esperanza jamás defrauda.
Me gusta mucho pensar en la esperanza como el ancla que se tira de la cuerda y nosotros con la cuerda estamos seguros al fijarla, porque nuestra esperanza es como el ancla que está sobre la tierra.
No pierdan la esperanza, ese es el mensaje que les quiero dar, y a mí el primero. La esperanza jamás defrauda. A veces la cuerda es difícil, incluso te daña las manos, pero siempre con la cuerda en la mano, mirando el horizonte con el ancla que te lleva adelante. Siempre hay alguna cosa que te hace ir hacia adelante.
Primero: la mano en la cuerda. Segunda: las ventanas abiertas, las puertas abiertas, pero sobre todo la puerta de corazón. Cuando el corazón está cerrado se convierte casi en una piedra, no se tiene ternura. Incluso en las situaciones más difíciles cada uno de nosotros tiene algo más fácil, algo más difícil, pero siempre el corazón abierto que es precisamente lo que te hace hermano.
Abrir las puertas del corazón, cada uno sabe cómo hacerlo, dónde la tenemos cerrada o semicerrada. Dos cosas les digo. La primera: la mano en la cuerda con el ancla de la esperanza y la segunda, abrir las puertas del corazón.
Hemos abierto esta puerta que es un signo de la puerta de nuestro corazón. Les deseo un gran Jubileo y mucha paz. Y todos los días yo rezo por ustedes, de verdad. No son palabras bonitas. Por favor, ustedes recen por mí. Muchas gracias”.
Una misa plena de signos
Se vio a un Papa muy emocionado y feliz de estar en esa capilla, y recompuesto de su resfrío. Varios reclusos desempeñaron roles en la celebración: ayudaron en el altar, leyeron las peticiones, cantaron en el coro, le llevaron ofrendas.
Al finalizar la misa, Francisco saludó personalmente a cada uno de los miembros de la asamblea que participaron en la misa: penitenciarios, reclusos, autoridades, familiares. Regaló rosarios, estrechó manos, prodigó sonrisas, escuchó con atención y entusiasmo a muchos que se le acercaron hasta su oído y hasta recibió la bufanda que uno de ellos le colocó en el cuello para cuidarlo de frío antes de que saliera del templo. Afuera lo esperaban los presos que estaban en sus celdas y él iría a saludar, gesto que fue muy apreciado y aplaudido al ser anunciado.
El Jubileo de la Esperanza 2025 recién comienza. Muchos frutos y sorpresas tendrá el Señor para cada uno de los penitentes en todas partes del mundo. Como pidió Francisco: Abramos las puertas de nuestros corazones con ternura y fraternidad.
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