Por Pbro. David Jasso / Secretario en la Conferencia del Episcopado Mexicano
El fútbol debe ser un espectáculo familiar y seguro. ¡No más violencia en algo tan hermoso y apasionante como lo es el fútbol! Esto lo aprendí en mi paso por el Club de Futbol Monterrey -Rayados- como Gerente Deportivo antes de ser sacerdote. El pasado 1 de octubre, al menos 131 personas murieron después de que estalló el caos y la violencia durante un partido de futbol de la liga de Indonesia. Los seguidores del Arema FC y su rival Persebaya Surabaya, dos de los equipos de fútbol más importantes de aquel país, se enfrentaron en las gradas después de que el equipo local Arema FC fuera derrotado por 3-2 en un partido en la ciudad de Malang.
Este hecho se está catalogando como uno de los desastres de estadios más mortíferos de todos los tiempos. Apenas el 5 de marzo de 2022, en el Estadio La Corregidora en Queretaro, México, se vivió también una riña entre las “barras” y “aficionados” de los Gallos Blancos del Queretaro y del Atlas de Guadalajara que según las cifras oficiales dejó 26 heridos, decenas de escenas de brutalidad y más de 30 detenidos.
Recuerdo de niño haber sido testigo de este tipo de “disturbios”, “riñas” o “broncas” en el estadio al que iba con mi papá e incluso saber por las noticias de violentos actos en las inmediaciones o incluso en barrios o colonias luego de un clásico, partido más importante en la ciudad, incluso de mayor relevancia que un partido de la selección mexicana. Quienes generan violencia o agresiones de cualquier tipo, no saben u olvidan por completo lo que es el futbol. El futbol es un fenómeno social que mueve al mundo en más de un sentido.
El futbol es un lenguaje universal que trasciende cualquier barrera y elimina las diferencias entre comunidades. No por nada hay más países afiliados a la FIFA que a la ONU, por ejemplo. En el centenario de la FIFA, su entonces presidente Joseph Blatter dijo en un partido de Futbol por la Paz: “este juego es hermoso para mejorar el mundo.
¡Hagamos goles, y no la guerra”. Alguna vez San Juan Pablo II dijo: “El futbol debe convertirse en un motivo auténtico de promoción de la grandeza y de la dignidad del ser humano…para difundir las grandes virtudes que son la base de una digna convivencia humana, como la tolerancia, el respeto de la dignidad humana, la paz y la fraternidad”.
Estamos cerca de vivir un mundial sin precedentes, luego de la pandemia del COVID-19 que paralizó al mundo, celebrado en un mes inusual que ha implicado adelantar los torneos locales y movilizar muchas realidades, en un país como Qatar, una de las naciones más influyentes del mundo y muy criticado, no solo por las condiciones de los trabajadores migrantes sino por otros muchos factores. En medio del impacto de una crisis ocasionada por la pandemia, un acelerado cambio de época y el impacto de una guerra entre Rusia y Ucrania, estamos llamados a construir la paz y la armonía en nuestros barrios y comunidades.
Hagamos de la fiesta futbolera más importante del mundo, una fiesta de paz y por por la paz. Vivamos y disfrutemos nuestro propio torneo local en su fase final, alejándonos de estos hechos que afectan a las personas, familias y comunidades en torno a un deporte que se juega en todo el mundo por su sencillez, su cercanía y sus emociones. Vivamos el futbol con Alegría y como una oportunidad para hacer crecer nuestros talentos, recordando que el deporte y el futbol, también son un don de Dios.
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