El encuentro con Jesús resucitado está al alcance de todos y en el Domingo de la misericordia, el segundo de la Pascua, Monseñor Jorge Lozano nos recuerda que la actitud de Tomás en el Evangelio, debe fortalecernos en la fe para acercarnos a los que siguen siendo esas llagas vivas de Cristo en el mundo.
En su reflexión semanal el secretario general del Celam, advierte sobre los riesgos de permitir que la amargura y la desconfianza nos invadan y terminemos mirando la realidad casi seguros de que las cosas buenas nunca sucederán.
Si no lo veo no lo creo
El arzobispo de San Juan de Cuyo, retoma el pasaje de la Sagrada Escritura que muestra a un Tomás que se resiste a creer en la resurrección de la que ya han sido testigos los otros discípulos. Pese a su desconfianza, Tomás es sorprendido por el amor de Dios que se hace más latente con la resurrección, lo que nos permite afirmar que su incredulidad no nos aleja del Señor. Por el contrario, ofrece un espacio que una vez más, hace creíble la resurrección de Cristo y se expone para aumentar la fe de los discípulos; los de ese tiempo y los de ahora. «La fe nos colma de alegría. Por eso concluye Jesús: “¡Felices los que creen sin haber visto!,” afirma Monseñor Lozano.
Lo mismo puede suceder en nuestra vida. La Pascua es el momento para seguir disfrutando el encuentro con Jesús resucitado, la ocasión para hallar sentido a la vida nueva en él y también en nosotros. Es así, que el pasaje de Tomás se convierte en una motivación suficiente para renovar nuestra fe en la resurrección y acercarnos más a nuestros hermanos, particularmente a los que reclaman de nosotros el servicio, el cuidado y la ternura.
«Tomás termina creyendo y se expande más el amor de Dios entre los hombres,» afirma el obispo argentino, aclarando que ese mismo proceso es el que debemos experimentar ante las personas que representan el dolor, el abandono, la dificultad, la marginación; las llagas vivas de Cristo en el mundo y para quienes hemos de experimentar en nuestro corazón esa misericordia necesaria con quien lo necesita o los que en apariencia viven bien sin ella.
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Perdón y misericordia
Al explicar que desde el pontificado de San Juan Pablo II el segundo domingo de la Pascua está dedicado a la Misericordia, Monseñor Lozano asegura que quien la experimenta, está viviendo la Pascua de manera íntima, porque al reconciliarnos con Él le damos la oportunidad de hacer nuevas todas las cosas, reconvertir nuestra vida, para ser más conscientes de la necesidad de su amparo y que nuestras fuerzas sean realmente las de Él. «La celebración de la misericordia es la fiesta del perdón de Dios, de la puerta que nunca se cierra, de la mano de nuestro amigo es Jesús que nos espera«.
Igualmente el prelado argentino recuerda que tras dos años de pandemia el Papa Francisco volverá a oficiar la misa de la Divina Misericordia en la Basílica de San Pedro, recordará a su predecesor, San Juan Pablo II que la instituyó como fiesta para toda la Iglesia universal y hará énfasis en uno de sus pensamientos sobre el tema: «la misericordia es la única esperanza para el mundo». Celebramos esta fecha porque Dios está siempre dispuesto al perdón, y nos acercaremos a Él, que ya dio no sólo el primer paso, sino que nos abrió eternamente las puertas de la misericordia.
Una fe que nos llena de alegría porque como en el pasaje “¡Felices los que creen sin haber visto!” entonces la fe termina siendo un don de Dios que cada uno acoge con libertad en su corazón.
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