La llegada de la Pascua, el recuerdo del relato evangélico que aún sigue vivo, las mujeres que en la madrugada fueron a ver el sepulcro y el llamado que este tiempo hace a los creyentes, son los temas que aborda Mons. Jorge Lozano en su reflexión semanal.
Granos de trigo
El secretario general del Celam nos recuerda que a la luz de la Pascua es preciso repasar algunas historias de vida. ¿Cuántos hombres y mujeres han vivido y muerto en fracasos aparentes? ¿Cuántos han sufrido la burla y el desprecio a causa de mantener sus ideales evangélicos? ¿Cuántos fueron martirizados? Cuestiona.
Por eso, considera que debemos entender la dinámica de la Pascua como la del grano enterrado para dar mucho fruto. «Los primeros cristianos fueron perseguidos, torturados y asesinados. Pero afrontaron la muerte no como derrota, sino como siembra,» afirma; de ahí que la sangre de los mártires sea considerada semilla de nuevos cristianos. “La vida nueva de Jesús resucitado da lugar al amor, la verdad, la paz, la solidaridad, el compromiso por los hermanos, el cuidado de la casa común,” indica.
Así, el prelado hace conciencia de que la Pascua también es para nosotros. En palabras del arzobispo de San Juan de Cuyo, estamos llamados a mirar nuestros fracasos y las injusticias padecidas desde el grano de trigo que cae en tierra para morir y dar mucho fruto; recordando que Jesús aseguró que “el quien quiera salvar su vida la perderá, pero el que la entregue, la ganará. Salvar el pellejo no es buen negocio,» advierte.
Sentimientos mezclados
En Jesús hay vida, la resurrección es latente Él murió y resucitó, por lo que el obispo argentino explica que la palabra “pascua” significa “paso”, “tránsito”: Jesús pasó de la vida a la muerte y de la muerte a la vida en plenitud. Y este triunfo de Cristo también debe ser para nosotros, que vivimos con sed de plenitud y eternidad.
Trayendo a la memoria el relato evangélico el prelado recuerda que, en la mañana de la Pascua, en la madrugada, las mujeres fueron al sepulcro con el objetivo de ungir el cadáver de Jesús y madurar su dolor. “Una mezcla de sentimientos estaría dando vueltas en sus corazones,” precisa.
Por un lado, enumera Mons. Lozano estaría el recuerdo de los hermosos momentos vividos junto al Maestro. Las enseñanzas de las parábolas, las curaciones milagrosas, los recorridos misioneros. Cómo no contemplar en la memoria el rostro luminoso de Jesús ante los pobres que acudían a Él, la bendición para los niños o la necesidad de alentar a los pecadores a confiar en la misericordia de Dios. ¿Sería ya parte del pasado? ¿Qué quedaría de esas situaciones?, otras preguntas que van surgiendo.
Un acontecimiento, varias dimensiones
También aparecen las escenas del juicio fraudulento, los azotes, la humillación, la muerte en cruz. Las mujeres fueron testigos del dolor. “María Magdalena estuvo al pie de la cruz junto a la Virgen María y el discípulo amado. Escuchó atravesada por el estupor aquel suspiro final entregando la vida en el último aliento. Vio su cuerpo muerto entregado en los brazos de la Madre. Por último, la piedra cerrando la entrada del sepulcro. No tenían dudas de su muerte”.
A lo que se une en el relato de Mons. Lozano los sentimientos de frustración, fracaso y derrota de los discípulos. Existía el temor de que les sucediera lo mismo que a su maestro y la duda sobre las explicaciones que darían. No obstante, aparece el primer anuncio de la resurrección, la tumba vacía. La sorpresa, incluso, hizo la duda sobre el robo del cadáver.
Para el secretario general del Celam, los relatos de los cuatro Evangelios nos muestran diversas dimensiones del mismo acontecimiento. El sudario y la mortaja acomodados en un rincón. Los ángeles mostrando el lugar vacío y con actitud irreverente ante la muerte. “El llamado a recordar lo que Jesús había anunciado respecto de lo que contenían las Escrituras, que se estaban cumpliendo”.
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Vencer la muerte
Una mañana que comenzó poco a poco dando paso a la alegría y la confusión. “El gozo de la fe corrió las tinieblas de la duda. La comunidad reunida tuvo la experiencia de la irrupción del Resucitado entre ellos. Jesús mismo les decía ánimo, no tengan miedo,” momentos d ellos que no podemos sustraernos y traer a nuestra realidad.
Finalmente, Mons. Lozano recuerda que de ese episodio nos queda en Jerusalén el monumento al sepulcro vacío y que aquellos que son reconocidos por diversas razones por sus pueblos, también tienen en sus tumbas monumentos importantes, lo que asegura es una manera muy elocuente de expresar que la muerte ha sido vencida y junto a ella sus signos: el odio, el rencor, la mentira, el desprecio y el egoísmo; por lo que en este tiempo no podemos olvidar como parte de nuestra oración los pueblos que están en guerra, los barrios atravesados por la violencia que trae consigo todos los signos de la muerte.
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