Conmemorando el quinto aniversario del histórico Statio Orbis del 27 de marzo de 2020, cuando el Papa Francisco, en un gesto sin precedentes, caminó solo bajo la lluvia por una Plaza San Pedro desierta para elevar una oración por la humanidad asolada por la pandemia. Se reunieron algunas voces para analizar el significado de la esperanza cristiana en el actual contexto de “policrisis” global.
Esta conmemoración se realizó este 27 de marzo, Día Mundial de la Esperanza, bajo el titulo “¿Qué significa la esperanza hoy?”. La presentadora Paula Guardia Bourdin abrió el programa recordando la escena que conmovió al mundo: “Un 27 de marzo de 2020, con el planeta paralizado por el COVID-19, el Santo Padre caminó en solitario hacia el atrio de la Basílica Vaticana para convocar a la Iglesia universal en un extraordinario momento de oración, impartiendo la bendición Urbi et Orbi”.
Por su parte, Gabriela Sacco, directora del Instituto para el Diálogo Global y la Cultura del Encuentro, compartió sobre el significado de aquel acto: “El Papa nos regaló un momento que quedó grabado a fuego en la historia contemporánea. Desde su soledad física pero acompañado espiritualmente por millones, nos mostró que nadie se salva solo”. Este evento inspiró la creación del Día Mundial de la Esperanza, una iniciativa que hoy agrupa a organizaciones como el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), la Conferencia Eclesial de la Amazonía (Ceama), la Red Eclesial Panamazónica (Repam), Cáritas América Latina, el Dicasterio para la Comunicación del Vaticano y la Conferencia Episcopal Argentina.
La esperanza en tiempos de policrisis
Después de proyectar en video al Papa Francisco durante la Statio Orbis, desde el Estudio 9 de Vaticano, el Dr. Massimiliano Menichetti, vicedirector editorial de Dicasterio para la Comunicación converso con las autoridades eclesiales del Vaticano para conocer sobre la interconexión que existe entre el año jubilar dedicado a la Esperanza y el recuerdo de el Statio Orbis.
El cardenal Michael Czerny, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ofreció un análisis en el que recordó que “si en 2020 parecía haber un único desafío -la pandemia-, hoy enfrentamos lo que el Santo Padre llama acertadamente una ‘policrisis’: conflictos armados, crisis ambiental, migraciones forzadas y fracturas sociales”. Frente a este panorama, el purpurado propuso la “polifraternidad” como antídoto, encarnada en la encíclica Fratelli Tutti: “El Papa Francisco ha traducido la oración del 27 de marzo en un programa, un programa para la Iglesia y un programa para la humanidad”, sostuvo.
“Y nuestra tarea en este momento es encontrar la oportunidad de construir, reconocer y reforzar la fraternidad dondequiera que estemos y, especialmente, donde falte. Y esto es cierto, empezando por la familia y, digamos, continuando a través de la llamada familia de naciones hasta las Naciones Unidas”, remarcó.
Cercanía, compasión y ternura
Por su parte, Mons. Lucio Ruiz, secretario del Dicasterio para la Comunicación, desgranó la simbología teológica del Statio Orbis: “El Papa actuó como nuevo Moisés, guiando al pueblo de Dios en medio de la tormenta. Su mensaje -‘¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?’- condensa todo su magisterio de cercanía, compasión y ternura”.
También, Paolo Ruffini, prefecto del mismo dicasterio, lamentó que “hemos traicionado los propósitos de conversión que hicimos durante la pandemia. Hoy la humanidad juega peligrosamente con la guerra y la división, que ha olvidado que todos somo hermanos”.
Citando al Pontífice, recordó que “no es el momento del juicio de Dios, sino de nuestro propio examen de conciencia colectivo”. “Creo que hoy, si realmente queremos reencontrar tengo que recuperar la esperanza que hemos perdido -y que, sin embargo, sabemos que siempre puede estar ahí-, debemos hacer nuevamente este examen de conciencia y preguntarnos: ¿qué estamos arrastrando aún de erróneo en nuestra forma de vivir? ¿En términos de sistemas económicos, de ansias de guerra, de poder, de nuestras propias decisiones personales?”.
Voz profética en defensa de la Amazonía
El cardenal Pedro Barreto, presidente de la Ceama, recordó con emoción la profunda experiencia vivida cuando el Papa Francisco acogió a los pueblos indígenas amazónicos en Roma, unos meses antes del histórico Statio Orbis del 27 de marzo de 2020; “Fue una experiencia de cariño, compasión y también de ternura”, expresó el cardenal, destacando el gesto del Santo Padre como un acto de amor y reconocimiento hacia las comunidades que han sido históricamente marginadas.
En cuanto al papel de la Iglesia como voz profética en defensa de la Amazonía y de la casa común, el Cardenal Barreto señaló que la convocatoria del Sínodo sobre la Amazonía fue, en sí misma, una manifestación de la dimensión profética de la evangelización. Recordó el sentir del Papa Francisco al presenciar las lágrimas de los pueblos indígenas, que expresaban tanto el dolor de su historia como la alegría de sentirse acogidos y escuchados por el Pastor de la Iglesia Universal.
“La Statio Orbis marcó para la Amazonía un fuerte impulso para la dimensión profética en la defensa de la vida, del territorio y de la identidad cultural”, afirmó el Card. Barreto. En este contexto, señaló el liderazgo del Papa Francisco en la promoción de la libertad de los pueblos y en el llamado a los obispos a ser auténticos pastores que acompañen con valentía y compromiso a las comunidades en su camino de fe y justicia.
El rol de las instituciones políticas y judiciales en un futuro ambiental
El Dr. Ricardo Lorenzetti, ministro de la Corte Suprema Argentina, ofreció una lectura jurídico-social y señaló que este fue un mensaje para toda la humanidad, y no solo para los cristianos.
El magistrado resaltó que el Papa insiste en un nuevo humanismo, una visión que va más allá del individualismo extremo y del aislamiento tecnológico. En un contexto en el que el miedo se ha intensificado debido a fenómenos como la llamada “policrisis”, el mensaje papal invita a la acción colectiva y a la búsqueda de soluciones para frenar los excesos del poder y los ataques del ser humano contra sí mismo: “Como hace 50 años se pensó en cómo salvar la naturaleza, hoy hay que pensar en cómo hacer para salvar, a través de instrumentos legales, el ataque del humano al humano”, advirtió.
Asimismo, Lorenzetti puso el foco en la interconexión entre la salud del planeta y la de las personas. Desde una perspectiva institucional y jurídica, sostuvo que es imperativo garantizar un derecho a la esperanza, entendido este derecho como una construcción social.
Llamados a vivir en fraternidad
Monseñor Lizardo Estrada, secretario general del Celam, se refirió al desafío de fortalecer el sentido de la fraternidad en el mundo actual. Señaló que en América Latina y el Caribe existe una experiencia en este camino, que se ha venido trabajando con convencimiento y compromiso: “Es la Palabra de Dios, por supuesto, desde el proceso sinodal, la que nos llama”.
Destacó que el llamado a la fraternidad es una tarea que requiere formación constante: “Tenemos estos retos de formarnos en la fraternidad, en reconocer que el otro es mi hermano”, expresó y agregó que, también debe haber una vivencia litúrgica, de oración, llevado a la fraternidad y cercanía.
El proceso sinodal, afirmó Monseñor Lizardo, es una invitación a vivir como hermanos, con sensibilidad hacia el sufrimiento del otro, especialmente de los más vulnerables: los migrantes, los pobres, los ancianos. “Nos llama a la compasión, a la cercanía, a la sensibilidad con el más frágil”, reiteró. Además, insistió en que la fraternidad también abarca el cuidado de la casa común, recordando que la creación no es propiedad exclusiva de unos pocos, sino un hogar compartido por toda la humanidad.
“Estamos llamados a vivir en fraternidad, esto es lo que nos va a salvar. No somos enemigos, no somos de otro planeta, somos del mismo, de la misma familia. Por tanto, estamos en este caminar, por supuesto es un reto, ya tenemos experiencia en todas nuestras Conferencias, 22 Conferencias de América Latina y del Caribe, pero seguimos trabajando desde el Celam para estos objetivos”, señaló.
Confiar en el otro
El padre Pedro Brassesco, secretario adjunto del Celam dijo que la esperanza no es simplemente confiar en la propia capacidad de salir adelante, sino un acto de confianza en otro, en los demás y, sobre todo, en Dios.
Recordó que la Statio Orbis, aquel momento de oración universal liderado por el Papa Francisco en plena pandemia, fue un llamado a la esperanza genuina: “Nos dimos cuenta de que ya no podíamos confiar solo en nuestras propias fuerzas, en todo lo que la humanidad había construido, era el momento de confiar en OTRO con mayúscula”.
El padre Brassesco advirtió que la esperanza no es una salvación mágica, sino un camino que requiere esfuerzo. En este sentido, citó al Beato Cardenal Pironio, quien hablaba de una “esperanza viva”, una esperanza que espera en otro y que exige una participación activa en la construcción de un mundo mejor. “Esperamos en la Palabra de Dios, y por eso seguimos caminando, para poder atravesar con la ayuda de Dios la situación de la cruz y llegar a la resurrección”, puntualizó.
Contagiar esperanza
El sacerdote alentó a mantener viva la memoria de lo que hemos aprendido de las crisis vividas, pero sin perder de vista el futuro: “El Papa nos insiste en que nunca perdamos la memoria de dónde venimos, por eso tenemos que preguntarnos siempre ¿qué hemos aprendido de toda esta experiencia? Pero también no perder la mirada hacia adelante, confiar en Aquel que calma las tormentas y guiarnos a puerto seguro sabiendo que necesitamos del remanso”, explicó.
El padre Pedro Brassesco expresó su emoción al ver a tantos jóvenes que siguen luchando con esperanza activa por un mundo mejor, e insistió en que la verdadera transformación solo será posible cuando entendamos que necesitamos del otro con mayúscula, que son nuestros hermanos, y trabajemos juntos en contagiar la esperanza.
“El piloto de las tormentas”
Austen Ivereigh, biógrafo del Papa, e investigador de Historia de la Iglesia Contemporánea, rememoró que, a inicios de aquel mes, mientras las noticias de Italia eran cada vez más sombrías, el Papa parecía guardar silencio ante la crisis que se expandía rápidamente.
Convencido de que el Pontífice tenía un papel clave en aquel momento, Ivereigh le escribió para sugerirle una entrevista dirigida a los católicos de habla inglesa: “Los jesuitas argentinos siempre le apodaban ‘piloto de tormentas’ y estaba convencido de que él iba a ser esa persona”, relató.
En su respuesta, el Papa Francisco le agradeció la propuesta, pero explicó que en ese momento no estaba concediendo entrevistas. Sin embargo, le pidió que le enviara preguntas a las cuales pudiera responder. El Pontífice reveló que estaba luchando contra una bronquitis y, en sus palabras, Ivereigh pudo percibir la desolación que lo embargaba al ver el dolor y la incertidumbre que aquejaban al mundo: “Eso me enseñó algo muy importante de nuestro Papa: siempre comienza llorando por lo que ve, por el sufrimiento que ve. Y creo que estaba luchando en ese momento para saber qué exactamente Dios quería de él”.
Días después, Ivereigh le envió las preguntas sin saber que, esa misma noche del 27 de marzo, el Papa Francisco se preparaba para ofrecer al mundo una de sus intervenciones más trascendentales. En su carta, el periodista le había hablado sobre la necesidad de un Moisés para aquel tiempo de crisis. “Eso fue exactamente lo que hizo”, afirmó “Subió los escalones, pronunció esa extraordinaria reflexión y, sentí, en ese momento, que él realmente había discernido lo que Dios esperaba de él: el tipo de liderazgo que la humanidad en ese momento necesitaba”.
Nuestro renacimiento
A pesar de su enfermedad, el Papa se mantuvo de pie en la plaza vacía, con su respiración entrecortada, “como un nuevo Moisés que guiaba a su pueblo en medio de la tempestad. Como lo describió Mons. Ruiz, con su vara de bronce transmitió al mundo la certeza de que Dios estaba con nosotros, que no estábamos solos, y que si nos abríamos a la gracia, la pandemia no sería nuestra destrucción, sino nuestro renacimiento”.
Conmovido, Ivereigh le escribió nuevamente al Papa, esta vez solo para agradecerle: “Gracias, padre, usted nos ha dado el nuevo horizonte que necesitamos”.
El rol transformador de la Iglesia
Desde Estados Unidos, el padre Daniel Groody, vicepresidente y vicerrector asociado a la Universidade de Notre Dame, trazó un paralelismo entre la plaza vacía y la condición de los marginados: “No había nadie allí. Yo creo que también habla los espacios vacíos y también a la gente que sienten que no son reconocidos, que no son valorados y aún no son vistos, especialmente los migrantes”.
El padre Groody recordó que, al inicio de su pontificado, el Papa Francisco visitó Lampedusa, una isla que se ha convertido en símbolo del drama migratorio en el Mediterráneo. Aquel gesto no fue casualidad, sino una manifestación de solidaridad con quienes, en la mirada indiferente del mundo, parecían estar desapareciendo en el mar: “Con su presencia, el Papa quiso reconocer a aquellos a quienes nadie reconoce, hablarle a un mundo que no los ve, que los ignora”.
Para el sacerdote, la Statio Orbis también tuvo este mismo significado: hablar a los espacios vacíos, no solo en términos físicos, sino también espirituales y emocionales: “confiamos como es que Dios está con nosotros, aun cuando no parece que está”. El mensaje de la Statio Orbis no fue solo de fe, sino también de fraternidad: “Nos invita a descubrir nuestra conexión unos con otros, a reconocer que Dios nos reconoce, nos cuida y nos quiere ver”.
La esperanza es también un cambio de mirada con el más pobre
Monseñor Raúl Pizarro Travers, secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina, señaló la trascendencia del mensaje del Pontífice basado en la esperanza y la fraternidad: “El Papa Francisco aquí en Argentina sabemos muy bien lo que representa para todos nosotros y lo que ha sido en esa ocasión tan especial”.
Para Mons. Pizarro Travers, la esperanza que impulsa el Papa está anclada en lo que él mismo denomina “la cultura del encuentro”, un llamado a fortalecer los vínculos humanos y a construir una fraternidad auténtica que abarque a todos: desde la relación con la naturaleza y la casa común, hasta los lazos familiares y la cercanía con los más pobres: “La esperanza de Francisco es también un cambio de mirada con el más pobre”, dijo, a tiempo de remarcar que se debe reconocer el protagonismo de los pobres en la transformación social.
Asimismo, el prelado recordó las palabras del Papa Francisco: “Todos estamos en la misma barca, que nadie se salva solo, que todos nos necesitamos, también los pobres”. Para Mons. Pizarro, este mensaje sigue vigente: los más necesitados no son solo destinatarios de ayuda, sino actores fundamentales en la construcción de la sociedad.
“El Papa Francisco nos impulsa y nos inspira a una mirada distinta, que no nos quedamos solamente con el mal de hoy, sino con la capacidad que tenemos juntos de transformar la realidad. La esperanza nos invita entonces a mirar más alto, más lejos y comprometidos con el hoy, con el que tenemos al lado, haciéndonos samaritanos unos de otros”, exclamó.
Una invitación a construir juntos el camino de la Iglesia
El liderazgo del Papa Francisco ha encontrado una resonancia entre quienes buscan la paz y la justicia, especialmente en las comunidades indígenas de la Amazonía. Así lo destacó el Cardenal Pedro Barreto, quien subrayó la cercanía del Pontífice con los pueblos originarios y su capacidad de abrir horizontes de esperanza.
“Los indígenas amazónicos llaman al Papa Francisco el abuelo, porque para ellos el abuelo en las comunidades originarias son las personas sabias, las que saben abrir horizontes de esperanza y, sobre todo, la riqueza de una espiritualidad”, explicó el Card. Barreto. Para él, este reconocimiento es el reflejo de un testimonio que atrae por su humildad y sencillez.
Desde el Sínodo Amazónico hasta la Statio Orbis, el Papa Francisco ha reafirmado el valor de estos pueblos como “guardianes de la naturaleza”. Este mensaje ha sido valioso en la defensa del bioma amazónico como un espacio sagrado que debe ser protegido.
Además, el Cardenal resaltó cómo el Papa, aun en su fragilidad, continúa transmitiendo un mensaje de cercanía y compasión: “Saliendo de su propia fragilidad, con las caricias de los niños y la oración de millones de personas en el mundo, nos invitó a mirar lejos”, expresó. Según Card. Barreto, Francisco es capaz de proyectar una visión de futuro sin perder la sensibilidad por el presente, tal como lo demuestra con la convocatoria de la Asamblea Eclesial 2028, una invitación a construir juntos el camino de la Iglesia desde la realidad de hoy.
¿Qué creen que es hoy la esperanza?
La esperanza en el mundo actual es un concepto que ha sido reflexionado por diversas autoridades eclesiales. En tiempos de crisis, el Papa Francisco ha ofrecido una guía espiritual que invita a mirar el futuro con confianza, aun cuando las circunstancias sean adversas.
Paolo Ruffini señaló que el Papa, al inicio del año, invitó a sembrar esperanza en medio de la desesperanza, cuestionándose sobre cómo curar el “virus de la división” que afecta a la humanidad. Resaltó que la esperanza es una invitación a escribir el futuro con esperanza, sabiendo que “la esperanza nunca defrauda”.
Por su parte, el Dr. Ricardo Lorenzetti dijo que se le debe dar un sentido histórico a la esperanza, vinculándola con el renacimiento de un humanismo solidario y respetuoso de la naturaleza. Para él, la esperanza radica en motivar a las nuevas generaciones, evitando que caigan en la resignación o en identidades fragmentadas que les impidan encontrar sentido en la vida.
Abrir el corazón para recibir la gracia
Austen Ivereigh señaló que la esperanza, según el Papa Francisco, es la capacidad de mirar con fe aquello que nos asusta, confiando en que algo mejor nos espera si nos abrimos a la gracia divina. Recordó cómo el libro “Soñemos juntos”, que se convirtió en una guía para afrontar momentos de tribulación y cómo la sinodalidad ha sido otro gran sueño que surgió a raíz de la pandemia: “Donde hay peligro crece también lo que nos salva”, subrayó.
El Card. Michael Czerny resaltó el simbolismo de la Statio Orbis, donde el Papa Francisco pareció estar solo, pero en realidad estaba acompañado por la humanidad representada en una balsa con migrantes y refugiados. “Nuestro aislamiento y nuestros temores son en realidad ilusorios, pero tenemos que abrir los ojos y, sobre todo, el corazón, para recibir la gracia que Dios tanto desea darnos”.
Desde su experiencia con migrantes, el padre Daniel Groody hizo una distinción entre el optimismo y la esperanza cristiana. Explicó que mientras el optimismo espera que las cosas mejoren, la esperanza cristiana se fundamenta en la certeza de que Dios puede transformar el sufrimiento en una nueva vida, aun en los momentos más oscuros.
Construimos con otros
El Cardenal Pedro Barreto recordó la imagen del Papa Francisco en la plaza de San Pedro durante la pandemia, señalando cómo este gesto sigue resonando en jóvenes que, aunque no se identifican con la Iglesia, encuentran en su testimonio una fuente de inspiración y de sentido en medio de la incertidumbre.
Al concluir el programa, Gabriela Sacco reflexionó sobre la esperanza como una decisión consciente en un mundo marcado por crisis y conflictos. Citando a Albert Camus, dijo que “cuando insultamos, agredimos a alguien, perdemos la capacidad de mirarlo a los ojos y de ver el color de sus ojos; y perdemos también la capacidad de ver los matices de la vida; y nos convertimos en burócratas de nuestra propia existencia”.
Advirtió que “corremos el riesgo de olvidar que, lo que nos hace verdaderamente humanos no es solo que hacemos, sino también cómo nos relacionamos y cómo construimos con otros”.
La oración sigue iluminando el camino
El programa especial cerró con la oración que el Papa Francisco elevó durante aquel histórico Statio Orbis del 27 de marzo de 2020, guiada en esta ocasión por monseñor Lucio Ruiz. Con las mismas palabras que resonaron en la vacía Plaza San Pedro bajo la lluvia.
“Queridos hermanos y hermanas”, comenzó Mons. Ruiz, evocando el gesto Pontificio: “desde este lugar que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso.
De esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros como un abrazo consolador la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo. Da salud a los cuerpos y consuela a los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo.
Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: no tengáis miedo. Y nosotros, junto con Pedro, descargamos en ti todo nuestro agobio porque tú nos cuidas”.
Monseñor Ruiz invitó entonces a todos a rezar juntos a la Virgen Madre, tal como lo hizo el Papa aquella noche histórica:
Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza.
Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.
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