En el prefacio del libro Sinfonía de los Ministerios de Fabio Fabene, secretario de la Congregación para las Causas de los Santos, el papa Francisco hace un urgente llamado: “Debemos verificar si somos fieles a esta identidad laica, reiniciando el reloj que parece haberse detenido. El tiempo es ahora”. Y, en efecto, nadie más fiel a este mandato que el propio Obispo de Roma, quien desde la exhortación Evangelii gaudium, publicada en 2013, hasta la reciente constitución apostólica Praedicate evangelium, presenta dos razones fundamentales: primero, los laicos son la inmensa mayoría del Pueblo de Dios y, segundo, todo cristiano en virtud del bautismo es discípulo misionero, por tanto, “se debe prever la participación de los laicos, incluso en funciones de gobierno y responsabilidad. Su presencia y participación es también esencial, porque cooperan por el bien de toda la Iglesia”.
Asimismo, los sínodos de la familia, de los jóvenes y de la Amazonía son muestras claras de la parresía con la que el Santo Padre impulsa los ministerios laicales –o como bien prefería llamarlos san Pablo VI: ‘ministerios instituidos’, para diferenciarlos de los ordenados–, con ello no se pretende hacer una dicotomía entre uno y otro, sino que la acción y presencia laical resulta necesaria para la construcción de la ‘Iglesia comunión’ y por su misma naturaleza misionera.
El reciente nombramiento del brasileño Gleison de Paula Souza como secretario del Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida es otro gesto de Francisco en seguir dando protagonismo a los laicos, que se suma a los nombramientos de Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para la Comunicación; Raffaella Petrini, número dos de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano; Bárbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos; Gabriella Gambino y Linda Ghisoni, subsecretarias en el Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida; y los latinoamericanos Emilce Cuda y Rodrigo Guerra, ambos secretarios de la Pontificia Comisión para América Latina.
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En esa línea, la 37ª Asamblea General del Celam puso en marcha en 2019 el proceso de renovación del organismo episcopal que dio paso a una nueva estructura a través de cuatro centros pastorales, cada uno de ellos bajo la dirección de un laico. Aún cuando “se valoran los esfuerzos que se hacen por comprender y hacer operativa la sinodalidad en el conjunto del Pueblo de Dios”, los prelados advierten que “estamos aún muy lejos de erradicar el clericalismo que tanto impide crecer a los fieles laicos. Los pastores tenemos que recorrer un largo camino para avanzar hacia una pastoral orgánica y corresponsable, donde encuentren su lugar los diversos carismas y ministerios y las formas de participación de la vida consagrada y laical”.
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