Al celebrarse el décimo aniversario de la encíclica Laudato Si’, publicada por el Papa Francisco, que ha movido conciencias sobre el cuidado del ecosistema y la tierra, su impacto en la región expresa hoy una gran cantidad de iniciativas pastorales, sociales, científicas y espirituales. Así lo comunica Alirio Cáceres Aguirre, teólogo colombiano, diácono permanente y articulador continental del Movimiento Laudato Si’, durante una entrevista realizada por ADN Celam.
El especialista consultor de proyectos ambientales, pedagógicos y pastorales desde la ecoteología y la gestión ambiental territorial, recordó que Laudato Si’ nació de una vivencia concreta de Jorge Mario Bergoglio entre los más pobres de las villas argentinas, donde el deterioro ambiental y la degradación humana convivían como parte de una misma herida sangrante.
El binomio entre el grito de la tierra y el grito de los pobres ha sido primordial para que millones en el continente –habitantes de favelas, barrios populares, comunidades indígenas, afrodescendientes, migrantes– se sintieran interpelados e identificados por la denuncia profética del Papa Francisco a las dinámicas tecnocráticas y extractivistas que amenazan la vida.
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Una Iglesia en salida que custodia la vida
Según Cáceres, uno de los frutos más perceptibles de esta encíclica ha sido el impuso de una Iglesia que no solo reflexiona, sino que actúa. Destacando de ello las redes eclesiales que han surgido como Remam, Repam y Regchag, resultantes de una pastoral comprometida en la defensa de los territorios, en clave sinodal y conversión ecológica. Asimismo, habló del crecimiento que ha tenido el Movimiento Laudato Si’, una propuesta que ha expandido su incidencia más allá de lo eclesial, articulando a científicos, comunidades campesinas, activistas, universidades y hasta actores políticos que reconocen en Laudato Si’ un llamado ético y espiritual para afrontar la crisis climática.
La novedad de ecoparroquias, procesos ecopedagógicos, acciones agroecológicas y resistencias ciudadanas frente a megaproyectos mineros y petroleros se presenta dan muestra del cambio que se ha gestado desde el ámbito local, allí donde la fe se convierte en acción concreta. Para Cáceres estas iniciativas develan un cambio de paradigma: de una pastoral asistencialista a una pastoral profética, que denuncia, acompaña y siembra esperanza.
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Desarrollo integral: entre el sueño y la urgencia
Al ser consultado sobre los desafíos que persisten, especialmente a la luz de la exhortación reciente del Papa León XIV sobre el desarrollo sostenible e integral, asegura que aún hay mucho por hacer. Si bien hay semillas sembradas, los cambios estructurales exigen una revolución cultural intergeneracional, basada en un respeto por la justicia ambiental, climática y social. Menciona que, el desarrollo hay que entenderse como un proceso integral que dialogue con la cultura ancestral del Buen Vivir, y que sea capaz de reconocer a la humanidad con la creación.
En este contexto, remarca dos ejes esenciales: Por una parte, una evangelización que se acerque a las estructuras del poder financiero, político y tecnológico; por otro, un laicado maduro, profesional y comprometido, que asuma sin miedo la vocación de cuidad la vida desde sus espacios cotidianos. Se trata entonces, subraya Cáceres, de una “mística de lo cotidiano” que permita cambios desde el hogar hasta las decisiones globales, pasando por el arte, la educación, la política y los movimientos sociales.
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La espiritualidad ecológica como núcleo transformador
Continuando la conversación con ADN Celam, el especialista habló sobre el papel esencial de la espiritualidad en esta década de Laudato Si’. Al respecto Alirio Cáceres, señala que no se trata solo de adoptar prácticas ecológicas como propósito, sino de encarnar una “mística de la ecología integral” que reconozca la interconexión de toda la creación como reflejo del amor trinitario. Una espiritualidad que trascienda la separación entre la fe y el actuar, haciendo del reciclaje, la agroecología, la energía limpia o la defensa del agua, verdaderos actos de adoración al Creador.
Agrega además que, la coherencia entre la fe profesada y los gestos cotidianos se vuelve, en este contexto, criterio de autenticidad espiritual. Desde esta óptica, la experiencia de mártires ecológicos como el hondureño Juan López –quien ofrendó su vida por la creación sin renunciar a su identidad católica– constituye un referente para miles de personas creyentes convencidas de la casa del Reino de Dios desde la justicia climática.
La espiritualidad ecológica, afirma Cáceres, es también una espiritualidad martirial, celebrativa, profética y universal, que se transmite tanto en una plegaria como en una huerta, en la resistencia a la minería como en la pedagogía de la esperanza. Es una espiritualidad que encuentra en la Eucaristía su expresión más plena: un acto de amor cósmico, como lo señalaron en su momento san Juan Pablo II y el Papa Francisco, y que conecta el altar de la Iglesia con el altar del mundo.
Observa que, a diez años de Laudato Si’, la Iglesia latinoamericana y caribeña no solo ha recibido un documento, sino que ha comenzado a realizar un camino espiritual, ético y comunitario que siembra signos del Reino en medio de las sombras del tiempo presente. Un camino que, como recuerda Cáceres, exige valentía, ternura y sabiduría para custodiar la casa común y para hacer del Evangelio una fuerza transformadora en todas las dimensiones de la vida.
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El CELAM y la Ecología Integral: desafío y misión continental
El Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam) en el marco de su 70 aniversario y la Asamblea General en Río de Janeiro, que celebra del 26 al 30 de mayo, es interpelado a renovar su compromiso con la ecología integral como signo de sinodalidad y expresión concreta de conversión pastoral.
Al respecto, el especialista resalta que, a lo largo de la última década, este organismo ha animado y acompañado procesos pioneros como la creación de redes eclesiales en defensa de los territorios y la vida, y ha promovido instancias de articulación como la Comisión de Ecología Integral de Latinoamérica y el Caribe (Ceilac). El desafío ahora -expone- es extender esta lógica de comunión y corresponsabilidad a cada territorio, fortaleciendo vínculos entre las estructuras eclesiales y las múltiples organizaciones comprometidas con el cuidado de la Casa Común.
Finalmente, mencionó que la emergencia climática, la fragilidad de las democracias y el clamor de los pueblos vulnerados exigen que la Iglesia latinoamericana y caribeña siga profundizando su opción por la vida. Resalta que el Celam, desde su vocación de servicio, puede animar espacios de diálogo y colaboración que integren los saberes de las mujeres, los pueblos originarios, las juventudes y los actores sociales, promoviendo así una ecología integral vivida en clave de espiritualidad, justicia y sinodalidad. La casa común nos necesita unidos: “O nos salvamos todos o no se salva nadie”.
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