«Es necesario reflexionar sobre los signos de los tiempos para dar una palabra adecuada desde lo teológico y lo pastoral a las mujeres,» afirmó Andrea Sánchez asesora Teológica de Cáritas y del Eje Mujeres del CELAM durante la segunda sesión del VI Foro Regional de la mujer que se desarrolla este 29 y 30 de mayo en Puerto Rico.
Mujeres, género y magisterio, tres términos que podrían pensarse alejados tanto en la teoría como en la práctica, fueron tema de la ponencia que enumeró diversos apartes de la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia que permiten constatar las diversas formas en las cuales la Iglesia se ha ocupado de cultivar relaciones de equidad entre hombres y mujeres, manifestando su preocupación por las dificultades que les aquejan y los dolores que ni en el contexto privado o público revisten de importancia para quienes ejercen posiciones de liderazgo.
A imagen del Creador
«La Palabra de Dios testimoniada afirma que para todo el género humano existe una igual dignidad en tanto hombres y mujeres fueron creados a imagen y semejanza de Dios«, recordó la teóloga argentina.
Hombres y mujeres representan a Dios en su ser y esta es la base antropológica de toda relación de justicia, lo que aparece en el libro de la Sabiduría cuando se lee en uno de sus fragmentos: “Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste, porque si algo odiaras no lo hubieses creado,” una concepción que incluye a todos, incluso en un contexto adverso como el que vivimos o en cada momento de la historia con diversas manifestaciones de la misma violencia contra las mujeres.
Un camino de transformación que explicó la catedrática, fue muy claro en la vida de Jesús, siendo ejemplo de ello las palabras de la Sagrada Escritura que calaron hondo en su corazón y se hicieron evidentes en sus gestos, enseñanzas, es decir, en aquello que predicaba y hacía, la teoría y la praxis.
Al respecto Andrea Sánchez aseguró que puede decirse que Jesús desafió las formas patriarcales de su contexto incluyendo a las mujeres, otorgándoles posiciones de liderazgo. “Es claro que él incorporó un discipulado de iguales,” afirmó al destacar la vinculación de las mujeres en su vida pública. “No fue un rol periférico, ni trivial, ni ocasional, fue un rol destacado,” insistió.
Rompiendo esquemas
En su tiempo las mujeres tomaron la palabra para anunciarlo, confesaron su fe con libertad. El estableció un vínculo personal con ellas considerándolas amigas y protagonistas de sus palabras. Así Jesús restituyó a las mujeres en su bienestar teniendo, presente que por el contexto histórico y cultural poco eran consideradas o valoradas. Estos vínculos creados según la académica reconocieron las enseñanzas de la Iglesia primitiva que aparecen perfectamente descritas en la participación de las mujeres en la vida comunitaria como narra la Carta a los Romanos.
La reivindicación de las mujeres es un principio de la justicia y en el caso de categorías como el género es preciso delimitarlo desde el discernimiento para estar en concordancia con las enseñanzas de la palabra de Dios; mucho más cuando se trata de una preocupación constante de organizaciones que como Cáritas en el mundo, están siempre cercanas a los dolores de las mujeres.
Continuando con su análisis, explicó que la cuestión de las mujeres y el desafío de encarnar su inclusión en la sociedad y la Iglesia es parte de la experiencia de la sinodalidad, la propuesta de caminar juntos a la par implica pensar en conjunto, conscientes de que esto fue lo que hizo Jesús con ellas: Caminar a la par. ”No podemos esperar a que la gente venga,” agregó.
Magisterio consciente
En este sentido se hace necesario destacar diversas expresiones del Magisterio de la Iglesia Universal y continental en los cuales las mujeres son protagonistas o eje de reflexión, ya sea por su condición o por la denuncia de las problemáticas que las aquejan y les impiden hacer un aporte mucho más contundente a la sociedad y a la misma institución.
Al respecto, Andrea Suárez citó documentos como la Carta Encíclica “Pacem in Terris” del Papa Juan XXIII según la cual la mujer «no puede consentir en ser considerada y tratada como un instrumento; exige ser considerada como persona en paridad de derechos y obligaciones con el hombre, en el ámbito de la vida doméstica como en el de la vida pública».
O la constitución Apostólica «Gaudium et Spes» del Concilio Vaticano II que afirma en su numeral 29 que «Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino”.
Así conquistas de las mujeres como el derecho al voto, estudiar en la universidad, decidir quién puede ser un compañero de vida e ingresar a la vida pública, pone de manifiesto una realidad aparejada que se hace cada vez más operante al descubrir una mujer capaz de reconocer su propia dignidad, equiparable a la del varón.
«En esta hora de América Latina y el Caribe, urge escuchar el clamor, tantas veces silenciado de mujeres que son sometidas a muchas formas de exclusión y de violencia en todas sus formas y en todas las etapas de sus vidas” afirma el documento de Aparecida en su numeral 454, lo que muestra «un Magisterio que va dando cuenta de una progresiva toma de conciencia de la ciudadanía eclesial de las mujeres,» indica la experta.
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No obstante la teóloga advierte que en este momento una antropología basada en la complementariedad de los sexos de tono esencialista, no permite avanzar hacia la equidad entre varones y mujeres. Por eso, es importante que desde la Iglesia se reconozca a los movimientos sociales y sus búsquedas que en este tema muchas veces son comunes a las de la Iglesia.
Legítimas reivindicaciones para las mujeres que muestran los efectos de una larga trama de expresiones del autoritarismo, formas de esclavitud y violencia machista ante las cuales es oportuno reclamar derechos, reconocer aportes, así todas sus ideas no estén enmarcadas en la fe, es preciso acoger el llamado de la Palabra Santa: examínenlo todo y quédense con lo bueno.
Finalmente se trata de luchar por la equidad haciendo un discernimiento efectivo para que la presencia de las mujeres sea incisiva como quisiera el Papa Francisco y que pueda garantizarse su presencia en las estructuras y roles llamados a tomar decisiones a favor de otros.
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