Antonio José de Almeida es un sacerdote brasileño incardinado, desde 1974, en la diócesis de Apucarana, sufragánea de la arquidiócesis de Londrina, en el estado de Paraná al sur de Brasil.
Allí se ha desempeñado como párroco, decano y coordinador diocesano de pastoral, representante de los presbíteros a nivel regional, miembro de la Comisión Nacional de Presbíteros. Es doctor en teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Se ha desempeñado como profesor en distintas instituciones, la última, la PUC (Pontificia Universidad Católica) de Paraná, en Curitiba.
Ha participado en la segunda jornada del encuentro “La renovación de las iglesias locales con perspectiva sinodal”, organizado por el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), en Bogotá, del 24 al 28 de junio.
Realizó una breve alusión a los fundamentos de la vida sinodal en la Iglesia local, de los órganos de participación previstos en el Código, su actuación en las diócesis y parroquias, indicando, finalmente, cambios para que sean efectivamente sinodales.
Servicio a la comumidad
Pregunta.- ¿Qué se entiende por Ministerios en una Iglesia sinodal?
Respuesta.- Se constata una fuerte tendencia en la teología y en la práctica pastoral a considerar ministerio el carisma que toma la forma de servicio a la comunidad y a su misión en la Iglesia y en el mundo y que como tal es recibido y reconocido.
Para [Yves] Congar (Francia) “los ministerios son servicios precisos, de importancia vital, que comportan verdadera responsabilidad y cierta duración, reconocidos por la Iglesia local. Bruno Forte (Italia) los describe como “carismas en forma de servicio reconocidos por la Iglesia”.
Mujeres y jóvenes
P.- ¿Cómo puede la Iglesia poner a más mujeres y jóvenes en los roles y en los ministerios existentes?
R.- En nuestros países, las mujeres responden por una infinidad de servicios y ministerios en las Iglesias locales. Institucionalmente les está cerrada la puerta de acceso a los ministerios ordenados. Desde una serena y seria hermenéutica de los datos de la tradición no hay nada que les impida teológicamente recibir la ordenación.
La situación de los jóvenes es más compleja, pues el reto fundamental no es el ejercicio de ministerios, sino su acercamiento a la Iglesia, su evangelización y efectiva participación a la vida de la Iglesia.
Vale siempre por analogía el principio de Pio XI según el cual los apóstoles de los obreros han de ser los mismos obreros. Lo fundamental es eliminar la sumisión, abrir espacio a su protagonismo y motivarlos a asumir como responsabilidades propias su vida y misión.
Fieles al Evangelio
P.- Se necesitan nuevos ministerios, ¿a quién corresponde el discernimiento? ¿a qué nivel y con qué modalidades?
R.- Toca a la comunidad eclesial como un todo discernir planes, proyectos y actividades en función de su vida y misión. Un proyecto evangelizador consistente, movilizador y amplio por su propia naturaleza y dinamismo conlleva el aparecimiento de nuevos servicios y ministerios. Al ministerio de la unidad no toca crearlos ni dirigir su discernimiento ni controlarlos, sino acompañarlos para que sean fieles al Evangelio.
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