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Asamblea 40.ª Celam: El Espíritu Santo guía la Iglesia hacia la verdad plena, afirma el cardenal Cabrera en homilía - ADN Celam

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Asamblea 40.ª Celam: El Espíritu Santo guía la Iglesia hacia la verdad plena, afirma el cardenal Cabrera en homilía

Foto: ADN Celam

Antes de iniciar la segunda jornada de trabajos de la 40.ª Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), que se celebra en Río de Janeiro, se vivió una eucaristía presidida por el cardenal ecuatoriano Luis Gerardo Cabrera Herrera, arzobispo de Guayaquil, quien invitó a sus hermanos obispos a dejarse guiar por el Espíritu en medio de los desafíos que enfrenta la Iglesia y la sociedad.

“El Espíritu Santo es el gran pedagogo que nos guía hasta la verdad plena”, afirmó Cabrera, resaltando que, sin una disposición atenta para escuchar su voz, la Iglesia podría correr el riesgo de convertirse en una simple organización y no en una auténtica comunidad de discípulos y misioneros.

La pedagogía del Espíritu en la noche de la fe

Ante los presidentes y secretarios generales de los 22 episcopados del continente, el purpurado, narró el contexto del discurso de Jesús antes de su Pasión, cuando, tras anunciar su partida, prometió el envío del Espíritu Santo a sus discípulos. “Jesús les pide que no se aflijan, porque el Espíritu continuará su obra”, explicó Cabrera, señalando que esta pedagogía espiritual consiste en guiar a la comunidad hacia la verdad plena, “incluso cuando todo parece oscuro o sin sentido”.

Durante su reflexión, hizo memoria de momentos de “aparente” ausencia divina, como el sacrificio de Isaac o el clamor de Jesús en la cruz: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. A pesar de ello, aseguró, Dios nunca está ausente: “No interviene como quisiéramos, pero siempre está despierto, acompañándonos”.

Del dolor a la transformación

Para el cardenal Cabrera, el Espíritu Santo no solo consuela, sino que transforma: “Nuestra historia deja de ser un callejón sin salida y se convierte en un camino ascendente hacia la vida y la realización plena”. Y agregó que la cruz no debe verse como un símbolo de muerte, sino de vida y transformación, una posibilidad que solo se concreta con la fuerza del Espíritu.

Tomar la cruz no es resignarse ni arrastrarse —afirmó—. Es tomarla, cargarla, ponerla sobre los hombros y avanzar con esperanza, con la certeza de que nos lleva a la resurrección”.

Una Iglesia de oyentes, no de gurús

Su predicación llamó la atención de los presentes, cuando se refirió a la necesidad de recuperar la capacidad de escucha en la Iglesia. “Sin esa sensibilidad no hay Iglesia, no hay misión”, advirtió. Además, criticó el hecho de que se acuda a la tentación de buscar gurús o videntes que suplan la función del Espíritu, recordando que es este quien “actualiza las palabras de Jesús en nuestras vidas y mantiene viva la eterna novedad del Evangelio”.

“El Espíritu Santo —dijo el arzobispo de Guayaquil— nos hace vivir como hijos y no esclavos, como hermanos y no enemigos, como administradores y no propietarios de la casa común”. Así, fu que invitó a los obispos a dejarse formar por el Espíritu, para poder acompañar con discernimiento a sus comunidades en las noches oscuras de la vida personal, eclesial, social y ecológica.

 

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