En el marco de la segunda jornada de la 40.ª Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), que se celebra en Río de Janeiro, episcopados de la región Camex tuvieron la oportunidad de presentar una radiografía social y pastoral de la situación actual de sus países. Esta región, que integra Centroamérica y México, ha puesto en evidencia las heridas abiertas de la desigualdad, la violencia, la gobernabilidad democrática y los retos evangelizadores.
Los informes presentados por los episcopados de la región no solo dan cuenta al llamado a la colegialidad episcopal, sino además reflejan una Iglesia profundamente comprometida con su realidad. Iluminados por un espíritu sinodal y fiel a su misión profética, los obispos han expuesto problemáticas urgentes desde una mirada esperanzadora, reconociendo avances pastorales, pero también alzando su voz frente a las crisis estructurales que afectan a sus pueblos.
Costa Rica: luces pastorales frente a una sociedad tensionada
La Conferencia Episcopal de Costa Rica ofreció un análisis completo sobre los múltiples desafíos que enfrenta el país, entre ellos una desaceleración económica, tensiones en el sistema de salud, crisis educativa y una inseguridad ciudadana inéditos. Si bien se reconoce una mínima disminución en los niveles de pobreza, los obispos advierten que estos avances podrían ser frágiles frente al desempleo, el aumento de la informalidad y las desigualdades territoriales persistentes. Advierten que la institucionalidad costarricense se encuentra debilitada por disputas entre los poderes del Estado y un ambiente de creciente polarización que, según los jerarcas, pone en riesgo la gobernabilidad democrática.
En este contexto, la Iglesia costarricense mantiene una voz clara y firme frente a las problemáticas sociales más apremiantes. Han sido constante al denunciar el trato cruel e injusto hacia migrantes en tránsito, exigiendo respeto de su dignidad en consonancia con el Evangelio y las normas del derecho internacional. Por otra parte, se han referido al alarmante aumento de homicidios, los obispos han instado a trabajar unidos por la paz, promoviendo una cultura del encuentro y el diálogo. En el campo pastoral, les interpela la disminución en la participación religiosa y el distanciamiento de muchos creyentes. No obstante, el reciente estudio sobre valores religiosos ha motivado una reflexión interna y un renovado impulso misionero, fomentando a renovar la fe desde el testimonio vivo, la celebración litúrgica y el compromiso de una Iglesia en salida que camina con los más frágiles.
El Salvador: una Iglesia viva en medio de tensiones sociales
A nivel eclesial, el informe del episcopado salvadoreño se muestra optimista. Los obispos resaltan el dinamismo pastoral impulsado por el Año Jubilar propuesto por el Papa Francisco, declarando este período como un Año Santo misionero. Propuesta que ha desencadenado en una renovada devoción religiosa en las jurisdicciones y el fruto del Plan Nacional de Evangelización. Igualmente, a pesar del impacto adverso de la pandemia, no fue impedimento en la participación de los fieles en la liturgia, antes bien se han mostrado signos de recuperación y, en algunos casos, incremento de los fieles. A nivel vocacional, a pesar de notarse disminución en las cifras, las diócesis y congregaciones siguen contando con un número considerable de nuevas vocaciones, lo cual ha sido recibido con esperanza.
Entrando en la dimensión social, los prelados hacen notar una disminución en la violencia, pero manifiestan preocupación por aspectos del ámbito nacional. Entre ellos, hacen ver el creciente desempleo y el intento por reactivar la minería metálica con cianuro, advirtiendo de los riesgos irreversibles para la salud y el ecosistema. Al respecto han liderado una campaña con la comunidad en contra de esta práctica, recolectando más de 150.000 firmas. De otra parte, han intercedido por los derechos de aquellas personas que han sido encarceladas injustamente durante el régimen de excepción, exigiendo un debido proceso. Igualmente, denuncian sobre el uso de la cárcel CECOT como centro penitenciario internacional, viendo en ello un riesgo para la seguridad de la población. Frente a este panorama, la Iglesia se muestra valiente en defensa de la dignidad humana, de manera especial de los más vulnerables.
Honduras: Iglesia reafirma su misión ante crisis y desafíos sociales
La Conferencia Episcopal de Honduras inició su informe anual destacando el dinamismo pastoral que se imprimió con la vivencia del Sínodo de la Sinodalidad. Fruto de ello surgieron acciones concretas como: peregrinaciones, formación del clero, asambleas, jornadas misioneras y la apertura de la puerta Santa, que permitieron visibilizar una Iglesia más cercana y en salida. Igualmente, se subrayó la formación en el Seminario Mayor, las actividades dedicadas a la familia, los Congresos Eucarísticos, las causas de beatificación y la atención al laicado comprometido en la vida política. En este contexto, los obispos reafirmaron su compromiso con una Iglesia misionera, dialogante y en constante renovación.
Avanzando con su informe en el ámbito social, los obispos advirtieron con preocupación el crecimiento de la pobreza (64.1 %), los desafíos que interpelan en materia de salud y educación, además del desempleo que ya afecta a más de dos millones de hondureños, y el crecimiento por conflictos territoriales y ambientales que judicializan a comunidades y defensores del territorio. Del mismo modo, se evidenció el drama migratorio que lleva al maltrato de los deportados. En lo político cuestionaron las irregularidades de las elecciones primarias, el debilitamiento del Estado de Derecho, la ley de amnistía y la falta de dirección gubernamental. Frente a esta visión, la Iglesia hondureña con su voz profética ratifica su compromiso de avanzar por caminos que lleven a la justicia social y al respeto de los derechos de las personas.
México: Iglesia y sociedad entre crisis profundas y signos esperanzadores
A su vez, la Conferencia del Episcopado Mexicano, en el informe presentado, expuso la doble crisis que enfrenta tanto la Iglesia como la sociedad mexicana. En el marco de la vida de Iglesia, los obispos alertaron como grandes desafíos a enfrentar, la disminución de fieles, el desgaste de estructuras pastorales obsoletas y la necesidad de una conversión profunda que impulse una pastoral más sinodal, comprometida y cercana a los dolores del pueblo. Frente a la violencia, la exclusión y la crisis vocacional, destacaron la urgencia de encarnar una fe viva que actúe como fermento de justicia, paz y bien común. No obstante, se reconocieron con esperanza la implementación de iniciativas como el Proyecto Global de Pastoral y una renovada presencia pública de la Iglesia.
En lo que corresponde al plano nacional, el informe expone un país marcado por el deterioro institucional, la expansión del crimen organizado y una creciente polarización política que amenaza la vida democrática. Al respecto, los obispos pusieron en evidencia el debilitamiento del Estado de derecho y el abandono de los más vulnerables, al tiempo que valoraron los esfuerzos recientes del gobierno para atender los problemas estructurales con políticas sociales, económicas y educativas más inclusivas. La Iglesia sugiere un discernimiento activo de estos signos, convocando a todos los sectores a contribuir con verdad y fraternidad a la reconstrucción del tejido social.
Panamá: Iglesia ante desafíos sociales, avanza en sinodalidad y transparencia
Concluyó la presentación de los informes la Conferencia Episcopal Panameña quien expuso su profunda preocupación por la inseguridad ciudadana, el narcotráfico, la corrupción y la falta de respeto a la dignidad humana, situaciones que señalaron afectan gravemente la convivencia y la justicia social en esta nación. También pusieron sobre el tapete temas que afectan la tranquilidad de los pueblos, tales como: el impacto negativo de la minería a cielo abierto, la pobreza creciente y la migración, enfatizando la urgencia de brindar respuestas que promuevan la paz social y la solidaridad con los más necesitados. A pesar de estos desafíos, valoraron los avances en la reconstrucción de un tejido social más justo y fraterno, en medio de tensiones sociales originadas por reformas y proyectos ambientales que generan descontento.
Panamá ha asumido el camino sinodal y los frutos de la Asamblea Eclesial como parte de un itinerario de escucha, discernimiento y conversión, con ello se propone consolidar una Iglesia más participativa, misionera y cercana a la comunidad. Por otra parte, los obispos aseguraron que la participación activa de laicos, mujeres y jóvenes es una oportunidad valiosa, aún, sabiendo que hay resistencias internas que requieren mayor formación y acompañamiento. De otro lado, la confianza en la Iglesia se refuerza a través de prácticas sólidas de transparencia y responsabilidad eclesial, permitiendo ejercer una gestión fiel al Evangelio y protegiendo a los más vulnerables, fortaleciendo la misión de la Iglesia en el contexto panameño de hoy.
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