Amerindia está reunida en Manaos de 22 a 25 de junio para reflexionar sobre los “Topos de la Utopía en tiempos de turbulencia de NuestrÁmerica”. Un tiempo para soñar con una Iglesia en América Latina y el Caribe, elemento sobre el que ha reflexionado, junto a los más de 60 participantes de 13 países, Juan Manuel Hurtado López, partiendo de lo vivido en la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe.
Escuchar para interpretar lo que Dios nos quiere
El Documento “Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias”, fruto de esa Asamblea, aunque recoge los clamores de los pueblos indígenas y afrodescendientes, puede, según el teólogo mexicano, “aportar mucho más a esta reflexión sinodal ahí expresada”. De ahí la necesidad de “escuchar al saila para interpretar lo que Dios nos quiere decir”.
Una Asamblea que fue propuesta del Papa Francisco después de las cinco Conferencias episcopales, buscando “hacer un acontecimiento eclesial en la línea de la sinodalidad”. En esa línea sinodal destacó la importancia de la pregunta fundamental que pone la Secretaría del Sínodo: “¿Cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese ‘caminar juntos’ que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio de acuerdo con la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?”
En sus palabras enfatizó que “la Asamblea retoma lo eclesial del Pueblo de Dios propuesto por el Vaticano II y por Aparecida, y vuelve así a las fuentes del cristianismo: ser un camino, un Pueblo de Dios”. Desde ahí cuestionó; “¿Qué es lo nuevo, lo diferente que nos aporta la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe?”, a lo que respondió que “es otra forma de vivir la Iglesia, otro paradigma eclesial”, destacando la fuerza, espiritualidad, sentido de fe y de esperanza, horizonte, lenguaje, metodología de trabajo y desborde creativo a la hora de ir tratando los signos de los tiempos.
Rasgos de la Asamblea Eclesial
Como rasgos de la Asamblea comenzó destacando el hecho de ser un acontecimiento eclesial, retomando la práctica del cristianismo del primer milenio, donde “la Iglesia era Pueblo de Dios y así se sentía”, y “la misión de evangelizar la sentían y la vivían como propia”, resaltando que “las Asambleas regionales gozaban de plena autoridad para asumir sus compromisos”. Eso estuvo presente en esta Primera Asamblea Eclesial de América Latina y del Caribe: “elabora sus propias reflexiones, asume sus propios compromisos, responde a sus propios desafíos como región, hace su propia teología, lleva adelante una vigorosa espiritualidad de la escucha para descubrir en los clamores del pueblo y de la madre Tierra, los propios clamores y voces de Dios”.
Desde ahí ve que un” punto de gran importancia a profundizar en el Sínodo son las relaciones entre la eclesialidad, la sinodalidad, la ministerialidad y la colegialidad”, algo que no se consigue sólo con el cambio de estructuras o de mentalidad. Se requiere, afirmó, “una espiritualidad de comunión eclesial, otra conciencia y una formación que permitan articular nuevas formas de participación comunitarias, orgánicas y dinámicas”. Junto con ello la importancia del método ver-juzgar-actuar, que ve como “un proceso circular y no como pasos aislados uno del otro”.
Iglesia poliédrica, sinodal, en salida
Hurtado explicitó lo que llama una Iglesia poliédrica: una Iglesia en salida, misionera, profética, encarnada, sufriente, martirial, ministerial, clerical, con rostro indígena, afro, mestiza y con rostro femenil en muchas comunidades. Una Iglesia de la escucha del sentido de fe de los fieles, con “muchos rostros y muchos ministerios, varias espiritualidades y no una sola monolítica”. Es, afirmó, “el Pueblo de Dios con sus diferentes rostros”, que se concretó en la Asamblea en las seis dimensiones de la acción evangelizadora, los 231 desafíos elaborados por los grupos de trabajo, integrados en la síntesis de 41 propuestas y reducidos en la Asamblea a los 12 prioritarios.
Una Iglesia sinodal, siendo los procesos vividos la primera vez en que se pide la palabra a tantas personas sobre los clamores en el continente. Hurtado ve tres pasos como fundamentales: escucha en grupo, discernimiento comunitario y propuestas pastorales eclesiales, desterrando poco a poco el clericalismo, pues lo que se destaca es la participación del Pueblo de Dios como sujeto en la toma de decisiones.
Una Iglesia en salida, idea presente desde el inicio del pontificado del Papa Francisco, una Iglesia pobre y para los pobres, no autorreferencial y sí hospital de campaña, con pastores con olor a oveja, desde las periferias, que existe para evangelizar. Por eso, “salir a las periferias implica reconocer la presencia plena de Cristo en la Eucaristía y también descubrir al pobre como sacramento de Cristo”, enfatizó.
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Finalmente, Hurtado llamó a ser despertadores del corazón, que “traen la energía porque han puesto su dedo en la orilla de la vela”, afirmó tomando elementos de la Teología India. Entre los pasos a dar citó: vivir y sentir la vida del pueblo, con sus flores y espinas, con sus dolores y alegrías; compartir los problemas y los gozos, compartir la vida; tocar el corazón de Dios; explicar la respuesta de Dios; traer de regreso toda la fuerza de Dios que experimentamos en la celebración o en el rito para luchar por cambiar la realidad. Junto con ello, la importancia de la conversación espiritual, que “exige un esfuerzo de integración y de complementación de parte nuestra”, y que nos desafía desde las palabras del Apocalipsis: “escuchemos lo que el Espíritu dice a las Iglesias”.
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