Monseñor Lizardo Estrada Herrera, secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), presente en LXXII Asamblea del Secretariado Episcopal de América Central (Sedac), que se celebra del 25 al 29 de noviembre en El Salvador, fue el encargado de presidir la eucaristía de la segunda jornada de trabajo.
El prelado guio reflexión haciendo mención la primera Carta de San Pablo a Timoteo, donde se destaca la misericordia y la gracia transformadora de Dios. Una homilía que llamó la atención de todos los obispos presentes animándolos a un verdadero compromiso como pastores de la Iglesia.
La misión del obispo
Acentuó que la misión de un obispo, como la de todo servidor de la Iglesia, ha de ser fruto de la gracia divina. “Lo que tengo, lo que soy, lo que hago, es gracias al don que Cristo me ha dado”. Del mismo modo hizo mención de su llamado como obispo y recordó a los obispos presentes a recordar que su elección no fue por hecha por méritos personales, sino por la voluntad de Dios para cumplir con propósito específico en la tierra.
Cercanía pastoral con los que sufren
Haciendo ver el contexto del mundo, donde se evidencia la pobreza, la injusticia y la violencia, mencionó la importancia de la humildad que se debe seguir en el ministerio pastoral. Invitó a los obispos a hacer parte como “uno más del pueblo de Dios”, recordando las palabras de San Agustín: “Para ustedes soy obispo, con ustedes soy cristiano”.
Asimismo, subrayó que un obispo debe estar alejado de privilegios y estar más cercano y solidario al pueblo, de manera especial con los más vulnerables. “El obispo debe ser un pastor con olor a oveja, que cuida y acompaña a las familias, a los pobres, a cada comunidad como tierra sagrada donde actúa la gracia de Dios”.
El también obispo auxiliar del Cusco, en el Perú, exhortó a sus hermanos en el episcopado a buscar fortaleza en Cristo para enfrentar los retos pastorales, sociales y políticos de América Latina. En un tiempo donde se enfrenta la falta de valores y existen crisis sociales y económicos, recordó que el testimonio de Pablo es un llamado a la compasión y al acompañamiento. “Somos llamados a crear fraternidad, a humanizar y levantar a nuestro pueblo, incluso en los contextos más difíciles”, aseveró.
Ser una Iglesia sinodal y misionera
En el contexto de una Iglesia sinodal, el obispo invitó a los presentes a trabajar juntos en derroteros formativos que vigoricen el testimonio cristiano. recalcó que la misión de la Iglesia no es un puesto de poder, sino una responsabilidad compartida en comunidad. “Nos hemos ordenado para una misión, no para una posición”, acentuó.
Monseñor Estrada concluyó su homilía con un llamado a mirar la realidad con los ojos de Dios, resaltando la importancia de la oración, el diálogo y el discernimiento, expresando su alegría por el encuentro fraterno vivido en esta Asamblea. “Estamos juntos, distintos, pero no distantes, como familia”.
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