Juzgar. Es el verbo que se ha conjugado (y practicado) en la segunda jornada del Encuentro de de pastorales, redes y plataformas eclesiales de América Latina y el Caribe, convocado, del 3 al 6 de febrero, por el Centro de programas y redes de acción pastoral (Ceprap) del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam).
Los participantes han establecido una bitácora de trabajo inspirada en “el tejer acciones conjuntas” en pos de un ejercicio de articulación efectivo. El padre Francisco Hernández Rojas, director del Ceprap, explicó que buscan fortalecer “la organización”, pues “algunas veces nuestras prácticas pastorales no logran ese nivel”.
De allí que la apuesta del Celam es lograr “esa re-organización” para “ver cómo hacemos, cómo colaboramos con las conferencias episcopales con esta diversidad de organizaciones, carismas y vocaciones”.
Todos juntos quieren dar una respuesta conjunta a esa “realidad de tantas dificultades”. Se trata de un caleidoscopio de esperanzas, que busca reivindicar derechos, defender y proteger la creación, proteger a la niñez y familia, empoderar a comunidades vulnerables.
“Cada uno desde su carisma y ministerialidad lleva adelante la vida de la iglesia, que necesita ser expresión del Dios único, que no es un Dios solitario, sino un Dios solidario”.
Preocupaciones identificadas
Los participantes han identificado problemas a partir de los cuatro sueños de la exhortación Querida Amazonía como de las orientaciones de la Asamblea Eclesial y el Documento final del Sínodo de la sinodalidad.
Denunciaron que hay una evidente crisis del tejido social, que lleva a la fragmentación comunitaria, cultura del descarte, violencia estructural, por cuenta de una crisis de representatividad política y retroceso estatal en todos los países de la región.
Sobre el tema eclesial han señalado que sigue imperando el clericalismo/patriarcado como una forma que no termina de erradicarse para seguir avanzando en relaciones desde la dignidad bautismal, sumado a la poca voluntad de ser una Iglesia encarnada y desconectada con las realidades actuales.
El problema ecológico pesa sobre la humanidad, en el caso de la Iglesia si bien se han logrado importantes avances “aún se aborda desde una perspectiva local sin considerar los efectos globales”.
Es preocupante asimismo la situación de los defensores y cuidadores de la casa común como también el caso de las personas más pobres y excluidas, porque no consideran el tema como “una opción”, cuando en realidad “son las primeras víctimas de las crisis ambientales y más vulnerables a los impactos de la crisis climática”.
Sobre el aspecto cultural han mencionado que existe una “tendencia globalizadora” con secuelas en las identidades de las nuevas generaciones. La violencia ha permeado todos los espacios, incluidos los digitales, teniendo la narcocultura como un flagelo entre los más pobres. Mientras, la Iglesia sigue a puertas cerradas a los cambios de la sociedad.
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