Apenas transcurridos 3 días del nuevo año, 2025, el Observatorio Latinoamericano de la Sinodalidad estrenó un nuevo episodio de “Historias de Sinodalidad”, esta vez desde la confluencia de Brasil, Colombia y Perú, donde las aguas del Amazonas reflejan el espíritu de unidad y resistencia de un grupo diverso de misioneros que vive una experiencia profundamente transformadora en Sinodalidad. En este rincón del continente, las fronteras se desdibujan no solo en el mapa, sino también en los corazones de quienes han elegido caminar juntos hacia un propósito común. A continuación, compartimos algunos puntos destacados del episodio.
“Aquí vivimos la fraternidad”
Daniel Niño, misionero de los Hermanos de La Salle, reflexiona sobre esta misión inédita: “Aquí no tenemos ningún instituto, ninguna obra educativa. Lo que tenemos es una comunidad que acompaña a las comunidades indígenas, ribereñas, de ambientes rurales y urbanizados a lo largo del río Amazonas en los tres países”. Con su tono pausado transmite una humildad que parece brotar del reconocimiento de la diversidad cultural y la riqueza humana en el Amazonas. Esta comunidad se construye en la práctica diaria de caminar con otros, como una Iglesia que aprende y comparte.
Por su parte, Fray Kellycio Medeiros, un franciscano capuchino de voz cálida y mirada entusiasta, comparte cómo la sinodalidad se materializa en proyectos conjuntos con los Hermanos Lasallistas. “Nosotros, con los Hermanos Lasallistas, tenemos una hermosa caminada misionera juntos. Ya sea trabajando con la juventud, proyectos de vida con nuestra juventud, la juventud indígena, la juventud ribereña, y también la juventud encarcelada”, comenta.
Maria Luíza, misionera brasileña de la Comunidad Obra de María, aporta una perspectiva aún más amplia: “Aquí vivimos la fraternidad (…). Realmente tratamos de vivir en común, de hacernos parte de la realidad de esas personas, para que juntos podamos buscar este bien común, para que juntos podamos buscar entendernos, a pesar de nuestras diferencias, pero siempre buscando lo que tenemos en común, que es vivir y proporcionar una vida mejor para todos”. Sus palabras son un eco de los esfuerzos constantes por construir puentes entre culturas, tradiciones y experiencias de vida.
Un aprendizaje constante
Alejandra Castellanos, voluntaria marista, relata cómo esta experiencia la ha sacado de su zona de confort. “Compartir con otras congregaciones, con otras pastorales, también me ha ayudado a ampliar no solo mi mente, sino también mi corazón, y darme cuenta de que todos somos parte de una misma Iglesia y de una misma humanidad”, afirma, con un tono alegre, lleno de gratitud y asombro.
El Hermano Marco Salazar, director de la Comunidad de Tabatinga, describe la Sinodalidad como una experiencia tangible: “No es una teoría, se vive, se gusta, olfateando la lluvia, el barro, el sudor de la gente que sufre, que trabaja aquí en la Amazonía y en cualquier parte de nuestra América y nuestro planeta”. Su metáfora del barro y la lluvia subraya la conexión profunda entre la creación, la fe y la vida cotidiana.
En Tabatinga, la sinodalidad no es solo una teoría o un ideal, sino un camino diario de aprendizaje, integración y colaboración. Estos misioneros son testigos de cómo las diferencias se convierten en fortalezas y de cómo la unidad puede transformar comunidades enteras. Sus historias nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia capacidad de caminar juntos hacia un mundo más justo y solidario, y podemos apreciarlas en el canal de YouTube @ObservatorioSinodalidad.
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