La importancia de Aparecida para toda la Iglesia católica, el rostro que va tomando la sinodalidad, pensando desde lo particular a lo universal, así como los retos y nuevos impulsos que van surgiendo para que este camino se haga realidad, fueron algunos de los temas que el Cardenal Michael Czerny abordó en la ponencia que abrió los trabajos del III Congreso Latinoamericano y Caribeño de Doctrina Social de la Iglesia, organizado por el Centro de gestión del conocimiento del Celam del 21 al 23 de abril en Bogotá.
Vino nuevo en odres nuevos
Una síntesis de lo que el Papa Francisco tras 10 años de pontificado viene enseñando y animando como parte del camino sinodal y que busca la superación de fenómenos como el clericalismo, para caminar decididamente hacia la inculturación del Evangelio que valore las diferencias y aporte a la construcción de la unidad. Horizonte que en palabras del prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral solo podrá verse con claridad si hay un trabajo en clave misionera que abra los ojos al cuidado de la casa común y haga una relectura de la realidad social.
«Espero que el Espíritu Santo nos ilumine para que cada uno de nuestros pasos nos conduzca a poner el vino nuevo en odres nuevos,» indicó citando el Evangelio de Mateo. Así inició la ponencia que tituló «Actualizar y renovar la Doctrina Social de la Iglesia». Documento que sirvió para que el purpurado abogara para que «la Iglesia latinoamericana y caribeña siga siendo la fragua de ideas y experiencias a la cual la Iglesia universal pueda recurrir para acercarse cada vez más al Cristo que ha venido, que viene, que vendrá, para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
El trabajo continúa
Trayendo a la memoria el 26 de octubre de 2019, fecha en la que finalizaron los trabajos del Sínodo Especial para la Amazonía con la presentación del documento final al Santo Padre, el purpurado recordó que en esta ocasión el Pontífice profundizó e iluminó en diversos aspectos presentes en «Querida Amazonia» aclarando que su objetivo no era poner fin a los trabajos en curso, mucho menos tener la última palabra respecto a los argumentos allí tratados, porque mientras que la región amazónica y sus habitantes vivieran en peligro y los sueños sociales, culturales, ecológicos y pastorales imaginados por el Papa Francisco siguieran sin cumplirse, el compromiso para continuar la reflexión y la búsqueda de una dirección común, respecto a las estrategias de acción que deben adoptarse seguirían siendo una tarea pendiente.
Situación que según explicó el Cardenal puede compararse con la tarea que adelanta el Celam, porque «reunirse como Pueblo de Dios, como Iglesia con los ojos abiertos, en camino con la historia, antes de preocuparse por “hacer” algo o elegir el objeto de esas acciones ya tiene un gran valor por la confrontación e intercambio de las ideas, que supone un cambio de la mentalidad, sin marginarse de lo que el Papa Francisco denomina metanoia eclesial y responde al deseo de «entrar en un proceso» y «los procesos sinodales en su opinión, necesitan ser custodiados, cuidados y acompañados desde el principio.
«Necesitan calor de comunidad, necesitan calor de madre Iglesia. Un proceso eclesial crece así», afirmó citando el discurso del Papa Francisco al inaugurar el Sínodo para la Amazonía, por lo que exhortó al organismo episcopal a mantenerse en este empeño. «Los animo a continuar con esperanza en esta obra de renovación de la Iglesia,» afirmación que hizo desde su condición de «hermano en la fe,» sintiéndose un poco latinoamericano por causa de su camino en la vida religiosa que lo llevó, como jesuita, a trabajar con esta parte del mundo en años complejos y difíciles.
El paradigma de Aparecida
Para el cardenal Czerny el deseo de crecer y confirmarse en la fe en Cristo, ha sido latente en las cinco conferencias generales del episcopado latinoamericano, particularmente destacó el documento de Aparecida que constituye una fuente y una referencia fundamental para la exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco. Aspecto que destaca porque es el ejemplo de la reflexión de una iglesia regional que puede convertirse en un paradigma a la hora de repensar el quehacer de la Iglesia universal. Sin olvidar que fue América Latina, la primera región del mundo que en 1955 creó un cuerpo episcopal de naturaleza colegial, trabajo que supuso una gran riqueza para toda la Iglesia del mundo.
No obstante, el prelado advirtió que los retos trazados por el Documento Final de Aparecida siguen siendo vigentes, porque los problemas planteados por la globalización, las migraciones, el recrudecimiento del racismo, la intensificación de la violencia social, la precariedad de la vivienda, el aumento de la pobreza y el cuidado de la creación, persisten y confrontan a la Iglesia con el mensaje evangélico. En este sentido el purpurado asegura que desde el texto final de Aparecida hasta la constitución apostólica Praedicate Evangelium y el sínodo de la sinodalidad existe un nuevo desafío y es el de reformar las estructuras eclesiales de modo que incorporen el testimonio de los laicos en la vida y misión de la Iglesia, en todos los niveles.
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Más allá de la estrategia
Una experiencia de sinodalidad que explicó no debe confundirse con una estructura particular, ni reducirse a un instrumento al servicio de la colegialidad episcopal; más bien debe ser la expresión de sinergias y carismas diferentes que se unen en comunión y unidad. Sinodalidad que en palabras del cardenal no ha de entenderse como una estrategia eclesial, sino un regreso, un retorno a la realidad que originó a la Iglesia. “Obstaculizar y frustrar el proceso sinodal, tal vez domesticándolo en una versión light, es decir, reiterando la idea de que los laicos están llamados a ser colaboradores y no corresponsables, sería como trasvasar vino nuevo en odres viejos,” advirtió.
Aclarando que la sinodalidad no se trata de inventar algo nuevo, sino de reformar las estructuras ya existentes, afirmó que el objetivo es que estas estructuras estén verdaderamente al servicio de la fuerza misionera de cada sector de la pastoral ordinaria, en América Latina pero también en el resto del mundo.
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