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Cardenal Luis Cabrera alienta a ser mensajeros de esperanza de un mundo de paz, justicia, reconciliación y amor entre hermanos

Con la concurrencia de 3 mil personas, desde la Catedral Metropolitana San Pedro Apóstol de Guayaquil, en la fiesta de San Juan de la Cruz, la Iglesia ecuatoriana celebró la Eucaristía de Acción de Gracias por la designación de monseñor Luis Cabrera Herrera, OFM, como Cardenal de Ecuador.

En su homilía, el cardenal Cabrera reflexionó sobre la misión que los cristianos tienen hoy, con una invitación a ser mensajeros de esperanza en un mundo herido por la indiferencia, la pobreza y la violencia.

El alma que anda en amor, ni cansa, ni se cansa, ni descansa”, es uno de los pensamientos de San Juan de la Cruz que recordó el purpurado al iniciar su homilía, y reflexionó: “El amor, sin embargo, cuando no es correspondido, es herido por el dolor”; puso de ejemplo la traición, la negación, la calumnia, el rechazo e incluso la muerte en la cruz que pasaría Jesús.

La libertad y el amor

En su reflexión sobre las lecturas bíblicas, la autoridad eclesial dijo que, al ser creados a imagen y semejanza de Dios, los seres humanos tienen el llamado a vivir en libertad y amor. Sin embargo, advirtió: “Los seres humanos, por su parte, con frecuencia, de ‘creados por Dios’ nos convertimos en ‘creadores de dioses’ a nuestra imagen y semejanza, según las conveniencias”. Y habló sobre el peligro de las idolatrías modernas que esclavizan al ser humano, representadas por “los dioses del dinero, la ciencia, la inteligencia artificial, la técnica, la gloria, el poder y el placer”.

El purpurado hizo hincapié en que Jesús, a diferencia de los profetas como Elías y Juan Bautista, elige salvar por medio de la bondad, la ternura, por la misericordia y la compasión, enfrentándose al rechazo y al sufrimiento como consecuencia de su mensaje de amor y paz: “Es un sufrimiento como consecuencia de su mensaje en favor del amor y no del egoísmo, de la paz y no de la violencia, del perdón y no de la venganza, de la solidaridad y no de la indiferencia, del servicio y no del dominio, del diálogo y no de la confrontación, del compartir de bienes y no de la acumulación”.

Con su resurrección, el bien, la paz y la gracia triunfaron para siempre”, remarcó el cardenal, que recuerda que de esta certeza brotan la esperanza y la confianza para superar los grandes males como la pobreza, la corrupción y la violencia.

Esperanza que ilumine la mente y el corazón

Inspirándose en el llamado del Papa Francisco para el Jubileo 2025, el cardenal Cabrera exhortó a la comunidad a ser peregrinos de esperanza, llevando luz a un mundo agobiado por la corrupción, la contaminación y la exclusión social: “Ser mensajeros de esperanza de un mundo de paz y justicia, de reconciliación y perdón, de solidaridad y amor entre hermanos”.

Mensajeros de una esperanza que nos sorprende y desafía, nos incomoda y cuestiona, nos sacude y saca de la inercia de lo conocido, justo cuando queremos bajar los brazos”, alentó el cardenal Cabrera.

Además, se dirigió a las autoridades civiles, exhortando a ponerse al servicio de los más débiles: “Una esperanza que ilumine la mente y el corazón de nuestros políticos, legisladores y jueces para que el bien común y la justicia prevalezcan por encima de sus intereses e impartan leyes que estén al servicio de los más débiles, de la equidad y la verdad”.

Una gracia del Señor

El pasado 7 de diciembre, el cardenal Luis Cabrera, también arzobispo de Guayaquil y presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, se convirtió en uno de los 21 nuevos cardenales de la Iglesia Católica.

La autoridad eclesial dijo que su designación es “una gracia del Señor”, y un título que recibe en nombre de todo el pueblo de Dios que peregrina en Ecuador: “En este momento, tan solo tengo palabras de gratitud a Dios por este regalo a su pueblo; al Papa Francisco por su cercanía y confianza; y a ustedes por la oración y el compromiso de continuar con la misión evangelizadora”.

Queridos hermanos y hermanas, su desbordante alegría es también mi alegría”, afirma el cardenal Luis Cabrera, a tiempo de pedir la intercesión de la Virgen María, Madre de la paz y la esperanza, para que “nos acompañe en esta nueva misión de seguir anunciando a Jesús, el Hijo del Hombre, que viene a salvarnos en libertad y por amor”.

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