Con motivo de la 40.ª Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), celebrada del 26 al 30 de mayo en Río de Janeiro, ADN Celam conversó con el cardenal Orani João Tempesta, arzobispo de esta ciudad anfitriona y valiosa en la vida eclesial de Brasil.
La ocasión es doblemente significativa: se trata de un momento de discernimiento y comunión para la Iglesia en América Latina y el Caribe y de la conmemoración de los 70 años de fundación del Celam, organismo nacido precisamente en Río, durante el Congreso Eucarístico Internacional de 1955.
Durante el acto de inauguración de la Asamblea, el cardenal Tempesta, dio la bienvenida a obispos, religiosos, religiosas y laicos participantes, remarcando que esta ciudad es el lugar histórico donde, hace 70 años, se gestó el nacimiento del Celam. Agradeció especialmente a las hermanas del Colegio Sagrado Coração de Maria por acoger este encuentro, el mismo espacio donde los obispos latinoamericanos dieron los primeros pasos hacia la creación de este organismo de comunión continental.
Celam: comunión, escucha y misión
El cardenal Orani subrayó que la historia del Celam es también la historia de la respuesta generosa de la Iglesia en América Latina al llamado de la comunión, la escucha y la misión.
Recordó con gratitud la carta apostólica Ad Ecclesiam Christi del Papa Pío XII, enviada con ocasión de aquella primera conferencia, en la que se alentaba a América Latina a asumir con vigor su vocación apostólica: “Fue bajo la inspiración del Espíritu Santo que nuestros predecesores supieron ver las necesidades pastorales del continente”, aseguró, y recordó la figura del cardenal Jaime de Barros Câmara, entonces arzobispo de Río, como uno de los impulsores del proceso fundacional del Celam.
El arzobispo de Río dijo que esta Asamblea es una oportunidad para revitalizar el compromiso de la Iglesia con el Pueblo de Dios en el continente: “Nuestra Arquidiócesis ha preparado este encuentro con alegría y con el deseo de que todos se sientan en casa”, expresó, reconociendo el esfuerzo de los colaboradores que hicieron posible este momento.
“Con el Celam, Latinoamérica se une”
En la entrevista, el cardenal Orani reflexiona sobre el papel integrador que ha tenido el Celam en el continente, así como sobre los desafíos y esperanzas que vive hoy la Iglesia brasileña. Desde su experiencia al frente de una de las Arquidiócesis más complejas y dinámicas del país, comparte recomendaciones pastorales sobre la misión, el compromiso social, la religiosidad popular y el papel de la Iglesia en la defensa de la dignidad humana en contextos urbanos marcados por la desigualdad.
Pregunta: Mons. Orani, en este 70° aniversario del Celam, ¿qué aporte considera más significativo que ha ofrecido el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño a la Iglesia en Brasil y, en particular, a la Iglesia de Río?
Respuesta: Es una alegría celebrar en Río los 70 años del Celam, agradecemos a Dios por haber podido contribuir al nacimiento del Celam aquí, en nuestro Congreso Eucarístico Internacional en Río de Janeiro. Con el Celam, Latinoamérica se une.
Es la contribución, esta integración latinoamericana entre toda la cultura portuguesa, española, francesa, inglesa; en fin, todo lo que forma parte de América Latina y el Caribe, y poder dar todos estos pasos para progresar, para acoger el Concilio Vaticano II, para acoger la evangelización, los pasos que aún no se han dado, a través de las reuniones de las conferencias episcopales, así como de las asambleas de obispos. Hay una gran contribución en esta interconexión entre todos los países y las conferencias episcopales.
Presencia en medio del dolor
P.: La Iglesia en Brasil enfrenta desafíos complejos, desde la desigualdad social hasta el avance de discursos polarizantes. ¿Cómo responde la Iglesia brasileña, y en particular la Arquidiócesis de Río, a estas realidades con una propuesta pastoral esperanzadora?
R.: En cuanto a los problemas de violencia y cuestiones sociales, contamos con una gran obra social, una de las más grandes de Brasil, de presencia junto a personas vulnerables, al igual que nuestras parroquias están presentes en todas las realidades de Río de Janeiro, principalmente en los lugares más vulnerables y necesitados.
Estamos allí con los sacerdotes, con la obra de la Iglesia, tanto en la misión evangelizadora como en el crecimiento de la persona en lo social, en términos de formación, en términos de crecimiento en todos los aspectos.
Iglesia signo de esperanza
P.: Río de Janeiro es una ciudad con contrastes en cuanto a la pobreza, violencia, pero también una intensa religiosidad popular. ¿Qué experiencias pastorales o proyectos considera usted signos de esperanza en medio de esta realidad?
R.: Aprendemos a vivir en todas las realidades. Nuestros sacerdotes, nuestra gente, en sus parroquias, capillas y comunidades, viven en las realidades más diversas, con sus problemas de violencia y sus problemáticas sociales, y al mismo tiempo, haciendo nuestra parte para aliviar, mejorar, convivir un poco más y trabajar por la paz, la igualdad social y la fraternidad, pero también sabemos vivir, y vivir nuestra fe, dentro de todas estas realidades. Hemos aprendido a vivir y a hacer nuestra parte.
Corazón abierto a la misión
P.: Brasil ha sido una tierra fecunda en vocaciones y misión. ¿Cómo ve usted hoy el entusiasmo misionero entre los jóvenes en su Arquidiócesis?
R.: Muy grande. Tuvimos varias obras misioneras en la Arquidiócesis la semana pasada. Contamos con una comisión misionera parroquial, vicaria y diocesana que se encarga de estas obras, pero también hemos enviado misioneros a Brasil, a otras diócesis de Brasil, a Latinoamérica y al mundo.
Tanto en América como en Europa, tenemos misioneros que llevan el evangelio, porque abren su corazón a la misión, llevan el Evangelio a todas las personas.
Presencia dinámica en defensa de la vida y la dignidad
P.: ¿Cuál es el rol de la Iglesia en la defensa de la vida, la dignidad y el tejido social en las grandes ciudades como Río de Janeiro?
R.: Siempre está presente en el diálogo con todos los demás cristianos, con todas las religiones, con todas las culturas, con todas las realidades que existen en la ciudad, con todas las situaciones de gran vulnerabilidad, aportando soluciones y también intentando exigir a los responsables que hagan su parte. En otras palabras, es una presencia muy dinámica.
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