Volver, entrar y perseverar, tres acciones claves en la reflexión del cardenal Pedro Barreto, durante la Eucaristía que clausuró las actividades del Simposio Teológico «Fraternidad para sanar el mundo».
La ceremonia efectuada este 7 de septiembre en la ciudad Mitad del Mundo, se convirtió en una oportunidad para que el presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía, profundizara en el significado del lugar escogido para realizar la ceremonia.
Algo que en sus palabras, está muy relacionado con el motivo que convoca por estos días a miles de personas en Quito, la realización del 53 Congreso Eucarístico Internacional que con el Simposio teológico cumplió su primera etapa.
Amar hasta el extremo
«Nos ubicamos en el paralelo 0° de latitud, que nos pone en el centro de la tierra, nuestra casa común, entre el hemisferio norte y el hemisferio sur pero cuando hablamos de la ‘mitad’ es una palabra que divide. En cambio, cuando decimos el ‘centro’ nos une, así hablemos de norte o sur», afirmó el cardenal.
De esta forma, explicó que celebrar la Eucaristía en este lugar tiene una connotación especial, porque nos lleva a darle vida a un sacramento que es expresión del amor hasta el extremo, actualizando el misterio pascual de Cristo; esto “permite a los creyentes alimentarse con su Palabra, su cuerpo y su sangre, como pan de vida y bebida de salvación”.
Circunstancia que le permite afirmar que «Quito se convierte hoy en la ciudad Eucarística, el centro de la humanidad y del mundo que sufre y espera», porque «es Cristo, el pan de Vida, quien une a la Iglesia pueblo de Dios, la misma que peregrina hacia el Reino», aún en medio del sufrimiento.
Así dando paso a la reflexión sobre la Sagrada Escritura, Barreto se remitió al libro de los Hechos de los Apóstoles y al Evangelio de Juan que en algunos de sus fragmentos muestran lo que sucedió después de la Ascensión del Señor y antes de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.
Volver a los orígenes
Al respecto el obispo peruano, indicó que se trata de un texto que logra «iluminar el caminar de nuestra Iglesia, que hoy está en comunión con el Papa Francisco que adelanta su visita pastoral por Asia y Oceanía». Además, porque según afirma, propone tres verbos que determinan un camino de fe: volver a Jerusalén, entrar en la ciudad y perseverar en la oración. Acciones que suscitan la reflexión y el compromiso.
Refiriéndose a ese «volver a Jerusalén», explicó que para la Iglesia esto significa «volver a los orígenes, porque el fundamento de nuestra fe es ese caminar juntos, celebrando la Pascua de Jesús y actualizándolo en cada Eucaristía”. Por lo que las palabras, “hagan esto en conmemoración mía, este es el sacramento de nuestra fe: anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven Señor Jesús” resuenan en el corazón de la Iglesia
Con esta misma esperanza volvieron a Jerusalén María y sus hermanos después de la ascensión de Jesús, lo que remite al segundo verbo. “Entraron en la ciudad de Jerusalén”, esto nos recuerda la Pascua de Jesús, su pasión, muerte y resurrección; lo que en palabras del Cardenal nos ayuda a entender que «cuando celebramos la Eucaristía, en nuestro día a día, asumimos el sufrimiento y muerte de muchos hermanos con la esperanza del cumplimiento de las palabras de Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá”.
Así el prelado afirmó que en los complejos momentos que vive la humanidad y la Iglesia como parte de ella, «estamos llamados a caminar juntos, escuchar su Palabra, alimentarnos con su Cuerpo y su Sangre, compartir nuestras vidas con los demás, especialmente, con los pobres y excluidos».
Testigos del resucitado
Lograrlo advirtió Barreto implica «esperar y perseverar en la oración para vivir en comunión, participación y misión». De esta manera seremos testigos del resucitado con una esperanza activa, como los discípulos que reunidos en Jerusalén recibieron el Espíritu Santo y compartieron la alegría de la resurrección.
Por eso, anotó el cardenal «la esperanza es que al volver y entrar a nuestras ciudades, perseveremos en la oración, guiados por el Espíritu Santo, en comunión con el Papa Francisco, principio y fundamento, perpetuo y visible ejemplo de la unidad de los obispos y los fieles».
Tres fragmentos de la Palabra Santa donde la presencia de María es constante, recordó Barreto. Ella perseveró en la oración e hizo parte de la primera comunidad cristiana que esperó la presencia del Espíritu Santo. María volvió a Jerusalén, en su condición de Madre de Jesús, Madre de la Iglesia y de un pueblo peregrino que no escapa a la misión de su Hijo. Entró a la ciudad «con sus luces y sombras, alegrías y tristezas, esperanzas y angustias del día a día, como en los años de vida pública y pasión de su hijo”.
Perseverar en la oración
María, junto a los discípulos “perseverando en la oración” y la figura de Juan representando a los bautizados, muestra los miembros de la Iglesia que peregrinan hacia el Reino de Dios. “Somos discípulos y discípulas del Maestro. Creemos en Él y nos mantenemos fieles a su voluntad en todas las pruebas de la vida”.
Reflexión que el purpurado concluyó con un llamado a encontrar en María un modelo de entrega a la voluntad de Dios, presente en todas las cosas, incluso a “confiar cuando parece que ha acabado toda esperanza, porque no somos huérfanos, ni personas abandonadas: tenemos una Madre en la Iglesia”, puntualizó.
Para el prelado ella nos alienta a caminar juntos, fortalecer la fe, mantener viva la esperanza, practicando el amor cada día; incluso en momentos de dificultad; sostiene nuestros pasos y nos invita a mirar el horizonte. “María está llena del Espíritu Santo, y eso es lo que pedimos al Señor, que El Espíritu Santo sea el protagonista en la vida de los creyentes y del nosotros eclesial, siempre unidos al Papa Francisco para dejarnos llevar por el Espíritu y ser una Iglesia sinodal en Misión”, concluyó.
Fotos: Cortesía oficina de comunicaciones del Simposio Teológico Internacional
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