La riqueza de la amplia consulta al pueblo de Dios es un elemento importante para el Cardenal Daniel Sturla a la hora de analizar el actual proceso sinodal. El arzobispo de Montevideo destaca el hecho de sentarse juntos, un método que desafía a ser vivido en profundidad para dar resultados.
El cardenal reconoce que el reconocimiento del papel de las mujeres y el que tengan mayor voz es un tema que puede estar en la pauta de la Asamblea Sinodal del mes de octubre en el Vaticano, en cuanto que no cree probable que los jóvenes puedan ser más involucrados en la vida de la Iglesia a partir de este Sínodo. Eso en una Iglesia como la uruguaya que influenciada por una sociedad en la que nadie es más que nadie, podemos decir que vive el espíritu sinodal, a la que el Sínodo desafía a crear modos de participación que sean ágiles.
La Iglesia está viviendo una experiencia que puede ser considerada diferente, y esta vez a nivel universal, que es el Sínodo 2021-2024. En este momento en que se lleva a cabo la Etapa Continental, que en América Latina y el Caribe se está realizando con las asambleas regionales. ¿Qué es lo que usted percibe de diferente en relación a otros momentos de la historia de la Iglesia y en relación a otros sínodos?
La consulta ha sido mucho más amplia, la participación en general del conjunto, o de representantes del pueblo de Dios ha sido ha sido más amplia que otras veces, y eso sin duda es una riqueza, y estas reuniones por regiones de los continentes también son muy enriquecedoras.
En estos encuentros se están usando el método de la conversación espiritual donde todo mundo, de igual para igual comparte lo que le está revelando el Espíritu. ¿Qué es lo que eso puede significar para la vida de la Iglesia?
El método, como todo método, tiene sus pros y sus contras, pero miremos las cosas positivas. Sin duda el hecho de sentarse juntos, obispos, religiosos, laicos, laicas, representantes de comunidades evangélicas, todo eso nos da un sentido del Bautismo como sacramento que nos hace a todos hijos de Dios y también sacerdotes, profetas, reyes. Es una cosa muy positiva, muy hermosa que tiene este método. El tema es cómo vivirlo realmente en profundidad el método para que pueda dar los resultados que uno desearía.
El Papa Francisco a lo largo de su pontificado ha criticado el clericalismo como uno de los pecados de la Iglesia. ¿Llevar adelante este caminar sinodal puede ayudar a superar ese pecado?
Sí, creo que acá siempre es bueno la salvedad que el mismo Papa hace de que el clericalismo no es solamente un asunto del clero, sino que es la Iglesia que ha tenido muchas veces esa mentalidad, y al decir Iglesia me refiero a todo el pueblo de Dios. Porque si no se cargan las tintas sobre el clero que se siente a veces un poco como bajoneado, decimos en nuestra tierra, un poco deprimido por esta especie de acusación que se le hace.
En realidad, el clericalismo es un problema de toda la Iglesia que muchas veces le ha dado al sacerdote, o a un estilo de gobierno pastoral de los sacerdotes en las parroquias, de los obispos en las diócesis, un sentido que no tiene, o una diferenciación que no es buena. Sabemos que cada uno en el pueblo de Dios, como dice San Pablo, cada miembro del cuerpo es importante, pero cada uno en su lugar.
Se vienen escuchando algunas propuestas que pueden ser enviadas para la Asamblea Sinodal de octubre de 2023 en el Vaticano, entre ellas un mayor reconocimiento del papel de la mujer y de que su voz sea escuchada a la hora de tomar decisiones. ¿Cómo los aportes de las mujeres, que trabajan en la vida del día a día de las comunidades y parroquias, pueden enriquecer a la hora de tomas decisiones en la vida de la Iglesia?
Creo que es uno de los puntos más importantes, que ya Juan Pablo II ha hablado, y que tiene que ver con el reconocimiento del papel de la Iglesia en la sociedad, en el mundo y en la Iglesia. Las mujeres, que son la mayoría del pueblo de Dios activo, son la mayoría en las parroquias, son la mayoría en una cantidad de realidades eclesiales, tienen que tener mayor voz, y sin duda tienen que tener una capacidad en la toma de decisiones que es importante.
Ahora los mecanismos por los que esto se puede poner en práctica, todavía no están claros, más allá de que el Santo Padre les ha dado intervención a las mujeres en distintos organismos y que en cada diócesis, en cada parroquia las mujeres van asumiendo responsabilidades que antes estaban en manos de hombres y en general de sacerdotes. Ahí ya hay un amplio campo de responsabilidad y de decisión de las mujeres, pero es algo a crecer, como ha crecido en el mundo civil, en la sociedad, también en la Iglesia.
Hablamos de quienes están, las mujeres, pero también debemos hablar de quienes nos están, los jóvenes, una realidad que usted conoce por el hecho de ser salesiano, algo que forma parte de ese carisma. ¿Hasta qué punto el Sínodo y ese querer caminar juntos, también con los jóvenes, puede ayudar a que puedan interesarse más en la vida de la Iglesia?
Dudo que sea por medio del Sínodo que esto se dé, porque la participación de los jóvenes tiene que ver con una sensibilidad que los jóvenes tienen hoy y que precisamente no está por el lado de reuniones y asambleas, sino experiencias espirituales y de servicio que realmente los jóvenes se sienten bien. Si uno, hablo desde mi pobre perspectiva de la Arquidiócesis, convoca jóvenes para una reunión, para un encuentro para tratar temas estructurales, seguramente no tenga ningún interés para la inmensa mayoría de los jóvenes.
Pero si los convoca para una hora de adoración eucarística, para un servicio a los más pobres, para un trabajo pastoral bien hecho, una misión por ejemplo, allí va a contar con jóvenes. No creo que sea por el Sínodo que se pueda contar con ellos o que estos los atraiga a los jóvenes.
A nivel local, en la Arquidiócesis de Montevideo, en toda la Iglesia uruguaya, ¿qué es lo que puede suponer este proceso sinodal?
Nos ayuda dentro de un proceso, en una Iglesia como la uruguaya que tiene un sentido muy igualitario. No digo que no exista el clericalismo, pero creo que es mucho menor con respecto a otras realidades de otros países. En el Uruguay hay un sentido muy fuerte en la sociedad nuestra que está expresado en que nadie es más que nadie, que el paisano lo dice como un trabalenguas, “naides en más que naides”.
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Eso se refleja en la vida de la Iglesia, donde los sacerdotes son personas muy sencillas, cercanas al pueblo, se trabaja juntos, sacerdotes, religiosos, laicos. Hay un aporte, sí, que tiene que ver con el hecho de ser más participativos, también porque estamos en un momento en que todo lo que es reunión la gente le huye, entonces tenemos que buscar el modo ágil de hacer las cosas y no un modo pesado que termina ahuyentado a la gente. En la medida en que el Sínodo nos ayude a crear modos de participación que sean ágiles, esto va a dar resultados y va a ayudar a la Iglesia en el Uruguay como a otras iglesias.
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