ADN Celam. “Un grito por la paz” es lo que ha propuesto el Consejo Permanente de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), en una nota lanzada durante su última reunión. No cualquier paz, sino “la paz de Jesucristo, que proporciona vida abundante y alegría plena”, que es considerada como “un don precioso de Dios y el deseo de todo ser humano de buena voluntad”.
Guerra, hambre y disparos
En un mundo que desgraciadamente “escucha hoy los truenos de la guerra, los gemidos del hambre, el estruendo ensordecedor de los disparos que se cobran vidas y el eco del llanto de las víctimas y sus familias. A esto se suma la indiferencia que cierra los ojos y los corazones, las excusas para no hacer nada y las noticias falsas en su afán de tapar todo con cortinas de humo”.
Los obispos llaman a tener en cuenta las muchas guerras presentes hoy en diversos países del mundo, algo que el Papa ha llamado en Fratelli tutti una «tercera guerra mundial en pedazos». En esa tesitura, “es urgente escuchar las voces de tantos que, víctimas de diversas formas de violencia, claman por la justicia y la paz”, afirma la Comisión Permanente de la CNBB, insistiendo en que “esta realidad no se puede naturalizar. Es imposible aceptar el exterminio de hermanos y hermanas. Sus cuerpos sin vida claman por justicia y responsabilidad. Sus recuerdos y sus sueños de paz deben permanecer vivos entre nosotros”.
Desigualdad que genera conflictos
Las causas de todo esto están en “la desigualdad social, generada por la concentración de la renta, los conflictos religiosos, el ataque sistemático a los territorios de los pueblos tradicionales, el desprecio y el rechazo a los migrantes y la lacra del hambre son algunas de las formas de violencia estructural que se hacen visibles hoy en día”, relatando sin citar muchas situaciones provocadas por el actual gobierno brasileño.
Ante ello, destacan que “es urgente no cerrar los ojos ante la locura de la carrera armamentística en Brasil”, relatando el aumento desmesurado de armas, algo que, citando al Papa, consideran “un escándalo, ensucia el corazón, ensucia la humanidad, sobre todo cuando es alimentado por discursos fundamentalistas, incluso religiosos, que convierten a los adversarios en enemigos y comprometen la fraternidad”.
Hay que poner fin a la violencia
Por eso insisten taxativamente que “hay que poner fin a la violencia”, alzando su voz, “ante tantas situaciones que nos avergüenzan”, con el fin de “denunciar la violencia y llamar a la paz solidaria”. Teniendo todo eso en cuenta, “nos unimos a todas las personas y entidades que, con corazón sincero, se comprometen en esta dirección. Vemos en este esfuerzo el Espíritu del Dios de la Vida que no permite que nos desanimemos, ni que nos dejemos enredar por las artimañas del mal, por muy astutas y aparentemente convincentes que sean”.
Considerando la vida como el mejor regalo, afirman que “cuidar responsablemente la vida implica trabajar artesanalmente por la paz”, citando nuevamente Fratelli tutti, y junto con ello, por “la justicia social y el bien común, respetando siempre las diferencias, valorando la libertad religiosa y la verdad, dialogando hasta la extenuación, pues todo ello es condición para la verdadera paz”.
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Desde la responsabilidad de su misión como pastores, los obispos quieren “expresar nuestra palabra de esperanza: a los que sufren, no os rindáis; a los que tienen el poder de cuidar, defender y promover el bien común, no os omitáis; y a los que directamente hieren y destruyen la paz, convertíos”. Finalmente llaman a unirse por la verdadera paz, a no dejarse abrumar, frustrar, insistiendo en que “el buen Dios escucha los gritos de su pueblo”.
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