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Congreso Eucarístico Internacional: Monseñor Leonidas Proaño, profeta y obispo de los indígenas

“Fraternidad redimida en Cristo: «¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!» (Sal 133, 1), fue el tema con el que dio inicio a las reflexiones del martes 10 de septiembre, en el 53° Congreso Eucarístico Internacional, en Ecuador.

Para iluminar este tema, monseñor Víctor Corral, obispo emérito de Riobamba, expuso el legado de monseñor Leonidas Proaño, fiel defensor de los pueblos indígenas y de los más vulnerables.

El prelado recordó que el pasado 30 de agosto, se celebró el 36 aniversario de la muerte de monseñor Leonidas Proaño, octavo obispo de Riobamba. A lo que apuntó que, la Iglesia sigue celebrando su memoria ante la señal clara de que su vida y testimonio sigue presente en las comunidades indígenas y en las muchas gentes pobres en el territorio nacional.

Indicó que es un momento emotivo y privilegiado el haber sido escogido para hablar de este obispo que en su época fue rechazado, marginado y hasta condenado por muchos sectores pudientes de ese entonces. “Es un ejercicio eterno vivenciarnos donde se entretejen los recuerdos, me inspiró cuando joven estudiante consolidando mi vocación al sacerdocio, su estilo pastoral iluminó mi trabajo pastoral con los indígenas cuando era párroco”.

Un obispo profeta

De esta vivencia cercana, el prelado destacó de monseñor Leonidas su personalidad sencilla, su enorme capacidad de escucha, la austeridad de vida entregada, su corazón libre y limpio de rencores, su firmeza y tenacidad para desvendar la verdad y la justicia encarnada en los pobres que eran víctimas del engaño, pero, sobre todo su fidelidad a Cristo. Esto, agregó, sigue inspirando su actual servicio episcopal.

Asintió en decir que, fue un hombre llevado al Evangelio, aplicado a sus principios, donde cada día supo pasar a lo trascendental del futuro, alcanzando con esto romper esquemas y suscitar cambios no solo en las prácticas pastorales, sino lo más importante, en la mente y corazón de los pobres e indígenas.

En este sentido, observó que sus acciones generaron un cambio de mentalidad en los individuos que se extendió incluso dentro de la estructura de la Iglesia y la sociedad. “Imposible comprender a Proaño y su obra si nació del espíritu sin la Iglesia, sin los pobres y sin los indígenas, durante 31 años de obispo de Riobamba se acusó a la pastoral de ser horizontalista y fiel comunista, incluso de sectores de la Iglesia, por esto como testigo cercano de su vida y ministerio episcopal”.

Dijo además que, este obispo creyó en él a la manera de Jesús. Creer en el Padre dijo, “era, sobre todo, hacer real y efectiva la voluntad de Dios en las cosas cotidianas y en las cosas profundas de la vida. Era creer en la dignidad de hijos que Dios otorga al hombre, también a los pobres y marginados”.

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Opción por los pobres

A continuación, detalló que monseñor nació pobre, fue pobre y murió pobre, no por mala suerte o por desidia. Su opción nace de la entraña misma del Evangelio, explicó. Esta opción le permitió comprender a los pobres, iniciar la inculturación del Evangelio entre los indígenas y sacar la cara por ellos en todo momento.

A esto agregó que, fue un apasionado defensor de la vida, especialmente de la vida de los más pobres de la provincia de Chimborazo y del país. Denunciando el pecado y afirmando que “la miseria no es un destino natural de nosotros, sino el producto de estructuras injustas”.

Adicional, expuso dos características que en su concepto marcaron la espiritualidad liberadora y solidaria de monseñor Proaño. Primero, fiel seguidor a Jesucristo, con una profunda radicalidad en la palabra de Dios y su Evangelio; segundo, un hombre de fe, que tenía ideas muy claras y extraídas del Evangelio al que tomó en serio de forma valiente y cargando con las consecuencias de lo que realizaba en los momentos que tenía que tomar decisiones.

Cerró su intervención resaltando que monseñor Proaño, fue un hombre que creyó en un Dios cercano, “movilizador horizonte último de la vida de la justicia, del amor y la verdad, ese Dios del que hablaba en sus homilías, en sus oraciones frecuentes y largas en sus celebraciones eucarísticas, en medio de las comunidades”.

Fotos: Cortesía oficina de comunicaciones del Congreso Eucarístico Internacional


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