Este 22 de octubre, se realizó el conversatorio “Estructuras sinodales y articulación eclesial”, llevado a cabo en la Tienda de la Sinodalidad. En esta ocasión se contó con la presencia del cardenal Pedro Barreto, presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA), y el padre Pedro Brassesco, secretario general adjunto del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM).
La experiencia de Sinodalidad aterriza en estructuras Sinodales
El cardenal Pedro Barreto reflexionó acerca del proceso de la Sinodalidad en la Iglesia, refiriéndose a este momento como un “Kairós”, es decir, “una irrupción especial del Espíritu Santo para convocar a todos los bautizados y bautizadas como miembros del pueblo de Dios”, explicó.
El purpurado remarcó que el Kairós que estamos viviendo responde a la pregunta que ha guiado el Sínodo de la Sinodalidad: “¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión?”. Esta experiencia de sinodalidad que aterriza en estructuras sinodales y en una articulación eclesial puso de ejemplo la Iglesia Diocesana con sus parroquias, el conjunto de las Diócesis con las Conferencias Episcopales, en el caso de Latinoamerica, el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), que está conformado por 22 Conferencias Episcopales, y la novedad, la Conferencia Eclesial de la Amazonía (Ceama).
El cardenal Barreto habló de la importancia de este “salto cualitativo” que, según dijo, “es una puesta en práctica de las orientaciones eclesiológicas del Concilio Vaticano II”. En su análisis, el Cardenal también recordó las palabras del teólogo Karl Rahner, quien tras el Concilio Vaticano II señaló que tomaría mucho tiempo para que la Iglesia internalizara plenamente las enseñanzas del Concilio. Cardenal Barreto concluyó que “para nosotros es mucho tiempo 55, 60 años, pero para Dios y para la Iglesia, es poco tiempo”.
La Iglesia en proceso de renovación
El cardenal Pedro Barreto explicó que el proceso de renovación de la Iglesia, fue iniciado por San Juan XXIII y puesta en práctica por el Papa Francisco. Detalló algunos aspectos que dan cuenta de que se ha ido de una estructura piramidal, donde la jerarquía tenía un peso central, a una visión más sinodal y participativa: “Aquí tenemos que decir que el Concilio Vaticano II nos devolvió el Evangelio, porque Jesús no vino a ser servido sino a servir”.
Esta transformación busca una descentralización, otorgando mayor relevancia a las comunidades locales y territorios donde la Iglesia está presente: “La palabra Sínodo no es una novedad del Concilio Vaticano II, sino de la Iglesia primitiva”.
La autoridad eclesial aclaró que Jesús no deja una organización, deja personas, Apóstoles “con un corazón encendido”, e invitó a renovar el encuentro personal con Jesucristo, para que las estructuras y las articulaciones no sean meramente teóricas, sino que se transmitan por la experiencia personal, para lo que tenemos que convertirnos constantemente.
El significado de Sinodalidad en la Iglesia
Cardenal Barreto enseñó que el término “Sinodalidad” es relativamente reciente, aunque su esencia, “caminar juntos”, tiene raíces profundas en la historia de la Iglesia y la humanidad. Sin embargo, el purpurado advirtió que este “caminar juntos” no debe ser entendido como un simple paseo, sino como “un peregrinaje en la historia de la vida, de la humanidad y de la Iglesia”.
Contó que agradeció a San Juan XXIII en su tumba por su testimonio, sencillez y coraje de llamar a un Concilio Vaticano II, incluso cuando algunos cardenales lo consideraban insensato: “Yo pensé en Abraham y en muchos ancianos como Simeón, que fueron capaces de entender este nuevo proceso”.
Cardenal Barreto dijo que si uno tiene la experiencia, necesariamente tiene que buscar formas de organizarse, aún con las dificultades que puedan presentarse. Hizo la analogía con el río Amazonas, que no es recto, y eso puede causar desesperación por el tiempo y distancia que toma avanzar, de la misma manera, las estructuras deben buscar cómo dar respuesta a la llamada de Dios.
Articulación en comunión, participación y misión
“La articulación necesita tres palabras que también en el Sínodo lo estamos viviendo”, sostuvo el cardenal. Señaló en primer lugar la palabra “Comunión”, una comunión que exprese la unidad en la complementariedad: “Una unidad que definitivamente nos haga capaces de sentir que estamos en esta sinfonía del Espíritu”, donde todos somos importantes.
En segundo lugar, mencionó la “Participación”, en la que se hacen parte todos, pero donde se resalta la presencia de la mujer en la Iglesia. Y como último aspecto, la “Misión”, que según explicó el Cardenal, consiste en “unirnos en la misión de Cristo todos”.
El cardenal Pedro dijo que la articulación y las estructuras van avanzando y puso de ejemplo que se invitó al presidente de la Conferencia Episcopal de Francia para que participe en la reunión de articulación que se prevé para el próximo año.
La autoridad eclesial señaló que en el Sínodo se habla de redes, como se comenzó hace 10 años con la Red Eclesial Panamazónica (Repam), y por tanto, “esta articulación nos abre a un horizonte eclesial desde el territorio”.
La estructura y el espíritu sinodal se complementan
Por su parte, el presbítero Pedro Manuel Brassesco se refirió en primer lugar a la necesidad de tener una conversión personal, afirmando que la Sinodalidad no solo depende de la buena voluntad, sino también de estructuras que la respalden.
“Si no hubiera estructuras, quedaríamos solamente dependiendo de la buena voluntad de quien está en ese momento al frente de una comunidad o acompañando una comunidad”, dijo el padre Pedro, reafirmando la necesidad que hay de contar con estructuras que aseguren una Iglesia sinodal. “Vayamos caminando juntos y que eso sea prolongado en el tiempo, que no sea solamente una primavera, un momento, una estación, sino que verdaderamente tenga continuidad”, dijo.
El sacerdote aclaró que “la estructura sola quedaría en letra muerta “, ya que, si no se cuenta con el espíritu sinodal, la decisión, la conciencia y el deseo de ser una Iglesia sinodal, no será posible llevar adelante la Sinodalidad.
La renovación del CELAM
El secretario general adjunto puso de ejemplo el proceso de renovación del CELAM, que ha experimentado una profunda reestructuración para responder a las necesidades pastorales actuales de la Iglesia en América Latina y el Caribe, teniendo como línea inspiradora la Sinodalidad.
Padre Brassesco explicó que la estructura anterior del CELAM no respondía pastoralmente a las necesidades de una Iglesia que promoviera la participación. Una de las principales transformaciones fue el cambio de departamentos por centros de acción pastoral, acompañados por un consejo que no está compuesto solo por obispos, sino por miembros de todo el Pueblo de Dios: laicos, religiosas, sacerdotes y obispos que aportan su experiencia y conocimiento específico.
“El Consejo como un espacio eclesial, un consejo que sobre todo va guiando, va orientando la acción de cada uno de los centros”, que a su vez, están dirigidos por laicos, religiosos o sacerdotes, y no necesariamente por obispos, asegurando la participación de un especialista en la materia.
Descentralización y trabajo en equipo
Otro elemento, explicó el padre Brassesco, es que ya no es necesario que los miembros del Consejo residan en Bogotá, lo cual promueve la descentralización y hace posible que los carismas y las riquezas de personas de diferentes partes del continente puedan ser puestos al servicio de este organismo. Esto ayuda a evitar que los centros se conviertan en “lugares estancos” y permite un trabajo articulado.
Para garantizar esta articulación, el CELAM ha implementado un comité de coordinación que asegura la colaboración entre los diferentes centros y la participación conjunta en las actividades y proyectos pastorales. El padre Brassesco comentó que toda estructura se pone a prueba por la condición humana que tiende a tener un “espíritu individualista”.
Remarcó que el desafío no es solo organizativo, sino espiritual, y tomando las palabras del Papa Francisco explicó: “Si lo hacemos solos, vamos a llegar tal vez más rápido, pero si lo hacemos acompañados, vamos a llegar más lejos”. Reconoció que muchas veces también existe egos y protagonismos, y frente a esto “se requiere permanentemente alimentar el espíritu sinodal”.
Un testimonio vivo de Sinodalidad
Padre Pedro también se refirió a los encuentros presenciales en el proceso sinodal. Aunque las reuniones de coordinación suelen realizarse de manera virtual, el CELAM ha optado por encontrarse al menos tres veces al año de forma presencial, estos encuentros son pautados por la oración y el espíritu de comunión, que ayudan a recrear y renovar el entusiasmo sinodal.
“Vuelvo a decir, ha sido y sigue siendo un aprendizaje, el camino lo vamos haciendo todavía, es poder ponerle carne a un texto que es bellísimo y que yo estoy convencido, pero que en el día a día vamos descubriendo cómo es necesario realmente avanzar”, reiteró el padre Pedro, y añadió que se va ajustando la estructura y, al mismo tiempo, renovando el espíritu que le da vida.
“Esta es un poco la experiencia del CELAM; podríamos decir muchas cosas donde está presente la Sinodalidad en la estructura, pero creo que estos son elementos fundamentales que nos permiten ver cómo es posible este renovar las estructuras a la luz efectivamente de la Sinodalidad”, remarcó el sacerdote Brassesco, donde se asegura la participación, la transversalidad, la coordinación y esté también presente el espíritu de querer seguir caminando juntos.
El CELAM se ha convertido en un testimonio vivo de la Sinodalidad, y su reestructuración ha inspirado a otras Conferencias Episcopales a seguir este camino. Venezuela y Perú, por ejemplo, han iniciado sus propios procesos de renovación a la luz de esta nueva estructura sinodal: “Las Conferencias Episcopales siguen siendo conferencias de obispo, pero con una participación mucho más fuerte del resto del pueblo de Dios”, afirmó el padre Pedro.
El camino sinodal es el camino de la Iglesia para el tercer milenio
Cardenal Pedro Barreto dijo que la CEAMA es un modelo de cómo la Iglesia puede caminar en Sinodalidad, integrando voces diversas y abriendo nuevos caminos para la evangelización, también reconoció que no es un camino fácil, pero que estos nuevos caminos para la Iglesia se abren a partir de esta experiencia.
Por su parte, el padre Pedro Brassesco explicó que no en todos los casos hace falta estructuras nuevas, pero sí una renovación, y para ello se necesita un profundo proceso de discernimiento al interior de cada estructura, para analizar si verdaderamente se está respondiendo a los desafíos de una Iglesia Sinodal, en cuanto a la participación, la comunión y la misión.
“Me parece que hace falta ese discernimiento en profunda espiritualidad, para que sea el Espíritu el que vaya guiando. Y la convicción fuerte, eso es un trabajo personal y comunitario, de que el camino sinodal es el camino de la Iglesia para el tercer milenio”, puntualizó.
Para invertir la pirámide
Mons. Barreto invitó a recordar que al principio de la Iglesia había Apóstoles y mujeres entusiasmadas, que no contaban con un documento para caminar, y puso de relieve el momento en que los Apóstoles salen a comunicar la resurrección de Jesús: “Están comunicando una experiencia, no están comunicando una doctrina”, remarcó, invitando a vivir la experiencia del encuentro con Cristo, y no esperar un documento.
“La Evangelii Gaudium del Papa Francisco de noviembre de 2013, en el número uno dice textualmente que en el encuentro personal con Jesucristo nace y renace la alegría, y eso es lo que nos falta”, afirmó el cardenal, y citando al papa Benedicto XVI remarcó: “La Iglesia no va a crecer por proselitismo, va a crecer por contagio; este contagio, esta atracción es Jesucristo”.
Asimismo, el Padre Pedro advirtió sobre la tendencia a creer que un documento o decreto del Papa garantizará automáticamente un cambio dentro de la Iglesia. Explicó que, si bien las instrucciones del Papa son importantes, sin un proceso genuino de conversión y trabajo pastoral en las comunidades, los cambios pueden no materializarse.
El padre Pedro destacó que “la autoridad en la Iglesia debe ser visto como un servicio”, y que este enfoque debe ser implementado en todos los niveles, desde los seminarios hasta las comunidades locales: “Me parece que tendremos que seguir ilusionados y con el sueño de que podemos transformar la pirámide, podemos invertirla, pero no esperemos que la pirámide se invierta porque el Papa haga un Motu proprio, saque un documento del Sínodo, sino que soñemos que podemos invertirlas en el trabajo que podemos hacer todos, cada uno desde el lugar donde está y especialmente en las comunidades”.
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