Costa Rica, un país centroamericano, presenta una realidad eclesial y sociopolítica que refleja tanto logros como desafíos. Según el informe expuesto en la reunión de Secretarios Generales de Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe en el Celam, el país muestra algunas fortalezas económicas, pero también enfrenta problemáticas sociales significativas.
En términos económicos, Costa Rica cerró el año pasado con una de las tasas de crecimiento más altas de América Latina, convirtiéndose en el primer destino mundial de inversión extranjera directa en relación con el tamaño de su economía. Además, el país logró reducir su deuda pública, disminuir el desempleo, mantener una baja inflación y experimentar un crecimiento sobresaliente en sus exportaciones, lo que le valió el reconocimiento como el «destino turístico del 2024».
Disminuir la brecha
Sin embargo, este progreso económico no se ha traducido en un bienestar equitativo para toda la población. De hecho, Costa Rica se ha consolidado como uno de los países más desiguales del mundo, tanto en términos de ingresos como de desarrollo humano entre sus regiones.
Aproximadamente una quinta parte de los hogares costarricenses se encuentran en situación de pobreza, entre 6 y 7 personas de cada 100 pasan hambre. Monseñor Bartolomé Buigues, secretario general de la Conferencia Episcopal, afirma que «la iglesia siempre camina con el pueblo y siente lo que siente el pueblo».
Una voz contra la criminalidad
En el ámbito eclesial, la Iglesia Católica costarricense ha expresado su preocupación por diversos desafíos sociales. Uno de ellos es la grave crisis de criminalidad, con cifras récord de asesinatos, muchos de ellos involucrando a jóvenes víctimas y victimarios, debido a la creciente penetración del narcotráfico en el país.
Mons. Buigues señala que «por donde pasa el narcotráfico es una estela de muerte». El país “no estaba acostumbrado” a esta situación, anteriormente eran «8 0 9 muertes violentas por 100,000 habitantes y ahora son casi 17. Es alarmante lo que estamos viviendo». Agrega que «en las últimas comunicaciones se ha insistido mucho en ese tema. En todos nuestros mensajes hablamos de paz, reconciliación y unidad».
Defensa de la niñez y la educación
Asimismo, la Iglesia ha escuchado el clamor de la niñez que sufre múltiples formas de violencia, incluyendo la inoculación de la ideología de género y el proyecto de exponerlos al cambio de sexo. En respuesta, la Iglesia fue co-promotora de una marcha multitudinaria en defensa de los derechos de los niños bajo el lema: «Nuestros niños son sagrados».
Otra preocupación eclesial es la crisis del sistema educativo, calificado como un «apagón educativo». Para abordar este desafío, la Iglesia ha propuesto un Pacto Nacional por la Educación que, según el prelado, busca «abrir el diálogo con distintas mesas, reflexionar sobre los valores en la educación, cómo promover los valores y la ética, la educación religiosa como un aspecto en el que se podía regenerar en valores». El obispo añade que «lo más importante es la apertura a unir a los distintos sectores sociales, a escucharnos y proponer como modelo el pacto educativo global del Papa Francisco».
Un compromiso por la ecología integral
La Iglesia Católica costarricense avanza en el compromiso de fortalecer la pastoral ecológica integral en las parroquias. Mons. Buigues subraya que «estamos aumentando el compromiso a todos los niveles por la ecología integral», impulsados por la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco. «Estamos en un país que de por sí es reconocido exteriormente por eso, pero internamente hay población que no está tan sensibilizada», afirma.
La Iglesia se siente “desarmada” ante los avances desbocados de la tecnología digital, que provocan incomunicación, adicción, acriticidad, noticias falsas, transformaciones culturales sin referentes éticos y cristianos, mensajes violentos y la revolución de la Inteligencia Artificial. Se reconoce la necesidad de aprender a disminuir los riesgos y aprovechar las posibilidades de estas nuevas tecnologías.
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Crisis migratoria
La situación de los cientos de miles de migrantes que transitan por el país representa un gran drama humanitario para la Iglesia Católica costarricense. En su largo éxodo, estos individuos se enfrentan a las terribles consecuencias de la pobreza, la violencia, los abusos, la delincuencia y la explotación de los traficantes de personas. Mons. Buigues destaca el papel de la Iglesia en abordar la crisis migratoria, señalando que «hemos insistido en la declaratoria de emergencia nacional para que el Estado tenga más medios para ayudar a los migrantes».
La Iglesia alza su voz para exigir una respuesta contundente del Estado, con el fin de garantizar una atención digna y respetuosa durante el tránsito de los migrantes por el territorio costarricense. El obispo agrega que «la pastoral social en todo el trayecto ha estado presente en los albergues y hay presencia de la Iglesia» para auxiliar a los migrantes, aunque reconoce que «nos desborda, estamos desbordados».
La Iglesia costarricense se ha comprometido a escuchar y acompañar a los sectores más vulnerables, al tiempo que enfrenta retos internos como la pérdida de fieles y la necesidad de adaptarse a los cambios tecnológicos y culturales.
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