En Centro de Comunicación del Celam pensamos que sería fructífero contar con variadas reflexiones sobre el mensaje que nos regaló el Papa Francisco para esta Cuaresma “A través del desierto Dios nos guía a la libertad”. En esta oportunidad compartiremos la que nos envió la religiosa argentina Silvia Somaré*, comunicadora, escritora y periodista, de la Congregación de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, basada en el siguiente párrafo del citado texto pontificio:
“La forma sinodal de la Iglesia, que en estos últimos años estamos redescubriendo y cultivando, sugiere que la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados. Invito a todas las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo. Ay de nosotros si la penitencia cristiana fuera como la que entristecía a Jesús. También a nosotros Él nos dice: «No pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16). Más bien, que se vea la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas. Esto puede suceder en cada comunidad cristiana.
En la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza”.
Reflexión de la hermana Silvia Somaré
En sencillas palabras el papa Francisco nos dice que las búsquedas de conversión personal influyen en la conversión de las pequeñas comunidades que a su vez repercuten en la comunidad eclesial y en la sociedad en general. Nada nuevo. Si lo comparamos con nuestro cuerpo sería como cuando nos lastimamos un dedo, el reflejo innato hace que las células se pongan en movimiento para reparar esa herida y así lograr el bienestar de todo el cuerpo.
Tomaré algunas palabras del párrafo propuesto que me parecieron destacables.
- Contracorriente: Es ir en sentido inverso a una gran mayoría. Es un hilo de agua que va en contra de un río. Francisco nos pide este estilo de tomar decisiones durante la cuaresma; resistiéndonos al comprar porque sí, al uso de elementos que sigan poniendo en peligro vivir en esta casa común y particularmente no ceder a callar o invisibilizar a los que están heridos al costado del camino y no les interesan a nadie.
- Cotidianeidad: Lo cotidiano es lo diario, lo frecuente, habitual. Su peligro es caer en la rutina que adormece los motivos de las acciones y la valoración de esas acciones.
- Estilo de vida: Es la identidad de cada uno, es cómo, por qué, para qué, de qué se vive. Aquí Francisco no deja dudas en que el estilo de vida debe estar involucrado con el lugar en el que se vive que él llama “presencia en el barrio” y esa presencia debe buscar el bien común, debe contribuir para mejorarlo.
- Penitencia: Puede ser entendida como ejercicios en contra de nuestro cuerpo y sentidos para cambiar una conducta o reparar la culpa por el mal realizado. Muchas veces se tiñe de autorreferencia y orgullo porque mientras más penosa, extravagante y pública es, adquiere mayor admiración. Esa es la penitencia que entristece a Jesús. La penitencia cristiana está en orden al reconocimiento de la misericordia de Dios en mi vida y el dolor que me causa no aprovecharlo y el bien que como consecuencia no hago. Viene también después de la experiencia de un verdadero perdón.
- Alegría: No es la carcajada fácil ni la sonrisa marquetinera, es el fruto, el signo de la presencia de Dios en mi vida que, aunque sea difícil y con obstáculos, tengo la certeza de que su presencia y auxilio están asegurados, se trata de buscarla y confiar. Se expresa en el rostro, también en las palabras, en las actitudes.
- Libertad fragante: Aunque suene paradójico, la libertad se logra reconociéndonos prisioneros del amor de Dios. Es lo único a lo que estamos vinculados, el resto pasa. Y esa libertad se respira como el perfume de un río, del mar, de una flor. No se ve, pero se siente.
- Amor libre: Podría llamarlo también amor descentrado que no es hacer lo que se quiere. Descentrado de todo para centrarse en Jesús, la adhesión discipular y misionera a Él considerando al resto como accesorio nos hace gustar de su amor como discípulos y no podemos detenernos hasta entregar ese amor como misioneros.
- Conversión: Se refiere a cambios que se notan, no sólo del mal hacia el bien, también a la inversa. Francisco la cita dentro de la Cuaresma lo que la identifica con una mirada hacia la entrega misericordiosa de Jesús, esa entrega estamos invitados a buscar y lograr.
- Estremecimiento: Conmoción, estremecimiento son palabras usadas frecuentemente por Francisco para expresar la manera de percibir en profundidad la presencia de Dios que llama y que invita a generar buenos, bellos y verdaderos caminos. El camino que nos trae la esperanza de no extraviarnos en la búsqueda del bien para todos, particularmente en Cuaresma.
La Cuaresma dura 40 días, nos prepara para la gran Fiesta de la Pascua, de la Resurrección de Jesús, centro de nuestra fe y razón de nuestra esperanza.
Si realmente tomamos en serio nuestra vida y nuestro ser de bautizados la Cuaresma es un tiempo para dejarnos sorprender por el amor libre de Dios que nos quiere porque sí, dejarnos estremecer y así experimentaremos la verdadera alegría, la libertad de sentirnos sus hijos.
Esta gracia que está a nuestro alcance y muchas veces la percibimos después de hacer penitencia, al reflexionar las veces que la dejamos pasar de largo. Así no nos quedará otra que renovar nuestra cotidianeidad, cambiar los estilos de vida disonantes y lanzarnos contracorriente proclamando “a los vecinos del barrio” y a quien sea, con la voz y el testimonio, de que somos infinitamente amados y perdonados por Dios. Por ahí pasa la conversión.
Al inicio cité un ejemplo de la reacción de las células del cuerpo cuando tenemos una herida. Esa situación nos exige mirar la herida e intentar curarla tocándola, higienizándola. Es un poco así el trabajo de la Cuaresma, somos vasijas de barro que llevamos un tesoro (2 Cor. 4,7), estos 40 días nos invitan a poner las manos en nuestro barro para repararlo, limpiarlo, rehacer la vasija de modo que sea digna del tesoro que porta.
Si el herido es el prójimo, algún familiar, vecino del barrio o un desconocido, nuestras energías (como las células del cuerpo cuando acuden a sanar la herida) tienen que salir corriendo reparar ese barro, esa vasija que igualmente contiene el tesoro de ser hijo de Dios. También esa es la tarea de la Cuaresma.
Las células se mueven, desde sus funciones, tras el mismo objetivo que es sostener la vida, sanar la herida aunque no esté a la vista. En nuestro camino Sinodal como Iglesia debemos movernos como las células, desde nuestros espacios y misiones con el objetivo de amar y reparar con especial atención en lo que menos se ve.
La fascinante tarea de ir al barrio y al barro con Jesús pueden desde lo cotidiano, cambiar la historia.
*La hermana Silvia Somaré es Licenciada en Administración, Orientadora Familiar, Licenciada en Ciencias Religiosas y una prolífica escritora que lleva 10 libros publicados —varios sobre la vida de la fundadora de su congregación Catalina de María Rodríguez— y dos actualmente en proceso de edición, uno sobre Comunicación y otro sobre la esposa del beato mártir Wenceslao Pedernera. Desarrolló una amplia tarea pastoral en colegios y parroquias junto con familias y jóvenes de Argentina y Chile. Actualmente vive en la provincia de Tucumán. La caracteriza su alegría y actitud de servicio permanentes: su vida es sinodal las 24 horas del día.
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