Curso Cebitepal: “Existe el derecho a emigrar y el derecho a no emigrar”: Padre Marco Strona

El próximo 7 de agosto se inicia el Curso Fundamentos Teológicos para una Pastoral de la Migración organizado por el Cebitepal y la Universidad Duke (USA). Conversamos para ADN Celam con el Prof. Dr. Marco Strona, italiano viviendo en Guatemala, quien es uno de los docentes a cargo de este espacio formativo.

¿Por qué hay fundamentos teológicos para la Pastoral de la Migración?

Las migraciones y la trata de personas constituyen, sin sombra de duda, uno de los mayores problemas, si no el mayor, en el mundo de hoy. Un problema de esa magnitud que conmueve las entrañas del mundo entero no puede dejar de llamar la atención y provocar la reflexión de la Teología. Amiga de la vida y atenta a todo lo que la disminuye y amenaza, la Teología siempre se dispone a reflexionar sobre que dice la Revelación delante de cuestiones como la de la movilidad de personas hoy.

¿Cuáles son las figuras que usted destacaría como referentes de buenas prácticas de la hospitalidad al extranjero a lo largo de la historia?

Intentaré reflexionar sobre cómo la Iglesia, en particular la católica, ha tomado conciencia del fenómeno migratorio desde un principio. Lo haré mostrando algunas figuras y momentos clave: la edad antigua (los Padres de la Iglesia); edad medieval (Benito y Francisco como modelos de una “cura hospitalitatis”); edad moderna (Scalabrini y el nacimiento de la congregación Scalabriniana); edad contemporánea (documentos del Concilio Vaticano II y la reforma del Papa Francisco, especialmente sobre el tema de la migración en la Iglesia).

La migración muta según las circunstancias. ¿Hay migraciones distintas? ¿Las guerras amplían la buena recepción o achican las puertas?

Como bien has señalado, la migración cambia según las circunstancias. Como siempre ha tratado de subrayar el Magisterio de la Iglesia Católica, si es cierto que existe el derecho a emigrar, también existe el derecho a no emigrar, es decir, a que toda persona no se vea obligada a abandonar su país por a las injusticias recibidas, directa o indirectamente.

Las guerras de todo tipo aumentan el porcentaje de migrantes y refugiados, y lamentablemente las políticas externas e internas de cada país no siempre están en línea con lo que sugiere el Evangelio. Un ejemplo sorprendente lo da la guerra actual en Ucrania. Los estados vecinos acertadamente han abierto sus puertas a los refugiados que huían de esa guerra, pero las han cerrado o muy difícil abrirlas a los refugiados de Siria, Afganistán, etc.

Entonces, no creo que podamos hablar de una migración distinta, sino más bien de una mala gestión por parte de los Estados individuales.

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¿Qué implica analizar el fenómeno migratorio desde una clave trinitaria?

Quien viaja mucho debe necesariamente abrirse a nuevos encuentros y culturas, y adaptarse a nuevas situaciones con un continuo espíritu de estudio y discernimiento. Por tanto, debe estar siempre abierto y disponible a la novedad, pudiendo descubrir y encontrar aquí los signos y las huellas de la presencia de Dios, comenzando por los más pobres.

Un Dios que él mismo toma la iniciativa – que «primerea» para usar una expresión del Papa Francisco – para revelarse como Padre y Creador, de quien todo procede; como Hijo, pobre y humilde, que redime al mundo a través de su kénosis de amor; como el Espíritu que guía toda la realidad a la perfecta comunión. En definitiva, como Trinidad, comunión de vida y de amor, en la que el hombre está llamado a habitar.

¿Por qué es un “desafío” la fraternidad ante la migración?

El fenómeno migratorio, entendido en el sentido más amplio de la movilidad humana, puede propiciar una imagen nueva y renovada de la sociedad, una sociedad fraterna, igualitaria, rica en el espacio de expresión que otorga a las diferencias y diversidades personales y comunitarias. Una sociedad plenamente «católica», en la que este adjetivo denota respeto y aceptación de los dones y particularidades que el Espíritu suscita en cada uno de nosotros.

La salida de uno mismo, la migración, en este sentido, es vista como un camino de santificación personal y comunitaria; una forma auténtica de entrar en relación con los demás, en vista de la «gloria mayor de Dios», generando una auténtica «cultura del encuentro».

En este sentido, el desafío consiste en la transformación, o más bien en la transfiguración de la frontera: de lugar de muerte a lugar generativo de fraternidad.

La frontera puede y debe convertirse en el lugar para nutrir la idea de reciprocidad abierta y dinámica; el lugar de manifestación del «Dios de las sorpresas» (como le gusta repetir a menudo al Papa Francisco, en continuidad con la mística ignaciana), donde se encarna y toma forma la mística del encuentro; una mística que permite que la fraternidad se traduzca de forma absolutamente concreta en el compromiso por la inclusión social de los pobres y por una ecología integral.

Profesor, ¿cuál es su formación?

Durante los muchos años de estudio, adquirí una formación tanto filosófica como teológica, que me llevó a obtener tanto un doctorado en Filosofía (especialización en Filosofía de la Religión) como un doctorado en Teología. Esto último lo logré en co-tutela, a través del convenio entre dos universidades: el Instituto Universitario Sophia (en Italia, que me otorgó el Doctorado en Ontología Trinitaria) y la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (en Brasil, que me otorgó el Doctorado en Teología Sistemática). Tuve el honor y el placer de haber tenido dos Maestros excepcionales: el rev. Prof. Piero Coda y la ilustre Prof.sa María Clara Bingemer. Mi área, por lo tanto, es la Teología Sistemática.

Este Curso se llevará a cabo del 7 de agosto al 19 de noviembre, en encuentros sincrónicos de 10 am a 12 am Hora de Colombia, los siguientes días: