En el contexto del encuentro promovido por el Centro de Programas y Redes de Acción Pastoral (Ceprap) del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), el académico y defensor de derechos humanos Miguel Álvarez compartió su visión sobre el rol de la Iglesia en la promoción de la justicia social y la protección de los más vulnerables.
Derechos humanos por la paz y la dignidad de las personas
Con una trayectoria de décadas en la defensa de los derechos humanos, Álvarez señaló la necesidad de la articulación de redes eclesiales para acompañar a comunidades afectadas por la violencia y la injusticia: “Estoy convencido que los derechos humanos surgieron como una necesidad que la Iglesia, igual que muchos actores, tuvo que reconocer como parte de la realidad y de la misión”.
Álvarez recordó que los derechos humanos, en su formulación actual, surgieron tras la Segunda Guerra Mundial como una necesidad de garantizar la paz y la dignidad de las personas. Sin embargo, la institucionalización de organismos defensores de estos derechos fue un proceso más reciente en América Latina, consolidándose en los años 70 y 80 con las luchas por la tierra, la participación política y la justicia social.
“Hoy ningún problema o lucha puede dejar de expresarse en términos de derechos humanos”, explicó. Los Estados han asumido la responsabilidad de protegerlos, aunque en muchos casos no los garantizan. “La Iglesia en su antena solidaria fue descubriendo la dimensión de los derechos humanos y hoy ya es parte del trabajo natural de acompañamiento a los movimientos y a los pueblos”.
Los desafíos de la sociedad civil en la lucha por la justicia
Uno de los grandes retos en América Latina, según Álvarez, es el modelo político predominante, donde los partidos y los gobiernos se consideran los únicos actores con derecho a ejercer el poder y los ciudadanos han sido relegados a un papel electoral, sin una participación real en el ejercicio de propuestas políticas.
“La sociedad civil ha tomado a su cargo los retos de situaciones nacionales de derechos humanos, situaciones de falta de justicia, de falta de democracia. Pero yo estoy convencido de que estas sociedades modernas, igual que la Iglesia, necesita de los laicos para avanzar; hoy los países necesitan a las sociedades civiles para avanzar”, dijo.
Protección a los defensores de derechos humanos
Álvarez dijo que la campaña “La vida pende de un hilo” es el ejemplo actual de frutos que se pueden generar cuando hay voluntades con sensibilidad de realizar acciones que respondan a problemas inmediatos de la gente.
Uno de los temas más sensibles abordados en el encuentro del Ceprap fue la situación de los defensores de derechos humanos y los agentes pastorales en América Latina. Álvarez señaló que, en muchos casos, estos líderes son blanco de ataques por parte de sectores que buscan silenciar la lucha por la justicia.
Gracias a las iniciativas de articulación promovidas por Ceprap y la Plataforma de paz, democracia y derechos humanos, ahora comienzan a generarse, en las diócesis, mecanismos de protección de agentes y defensores.
Pastoral articulada
Para Álvarez, la renovación del Celam, como parte de la renovación que impulsa el Papa Francisco, representa una “primavera eclesial” tras años de dificultades, “después de haber vivido inviernos fríos y oscuros, donde la teología y la pastoral fueron acusadas de desviación”.
Ante esta realidad, Álvarez considera que el Ceprap tiene un rol valioso en la articulación de una cultura de paz y en la promoción de los derechos humanos en América Latina, “que propicia vínculos con movimientos, con agendas sociales, donde está el dolor, donde está el pueblo de Dios viviendo el reto de la dignidad y vivir por sí mismos sus derechos”.
“Hoy que el Ceprap este abriéndose a generar estos espacios y acercamientos, no solo me parece algo congruente, sino muy esperanzador”, afirmó Álvarez, a tiempo de manifestar su deseo por consolidar este piso latinoamericano y multiplicar los pisos regionales, provinciales y diocesanos, que solo con formas articuladas de las distintas pastorales se podrá conseguir: “Hoy necesitamos una nueva forma de pastoral articulada y lo que estamos haciendo aquí es una señal de rumbo”, puntualizó.
Consolidación y crecimiento de las redes de derechos humanos
Al proyectar el trabajo de la Plataforma de Derechos Humanos en América Latina y otras redes para el año 2025, Álvarez resaltó que el principal reto será consolidar los avances logrados y expandir su impacto.
“Somos redes relativamente jóvenes y todas hemos ya vivido lecciones sobre cómo crecer, gobernarnos y actuar juntos”, comentó. Ahora está la necesidad de construir una red sólida de articulación entre las iniciativas eclesiales y los movimientos sociales, comparándola con “una enorme red de telaraña que necesitamos construir con pequeños y largos vínculos”.
“Para mí, es como convertir el jubileo en impulso de sujetos de base, no solo atenderlos, no solo acompañarlos, mas acompañar su maduración como sujetos, que sea su dignidad lo que sea su primer victoria, y que la cuiden como semilla del Reino; y para nosotros consolidar y profundizar la opción por los pobres y descartados”, expresó.
Actores de esperanza
En el cierre de la conversación, Miguel Álvarez dejó un mensaje dirigido a quienes buscan construir un mundo más justo, especialmente a las nuevas generaciones.
“Todos tenemos un sujeto natural a cuidar y a fortalecer”, señaló, asegurando que la clave es articularse, fortalecer esa identidad y tener claridad sobre lo que se quiere lograr. Además, llamó a recuperar el sentido de comunidad y solidaridad en un mundo marcado por el individualismo y la inmediatez: “Que gane siempre la tendencia a lo colectivo y comunitario, que no gane lo individual”, remarcó.
Al finalizar el diálogo, el defensor de derechos humanos Miguel Álvarez compartió una reflexión de don Samuel Ruiz: “Estos tiempos oscuros, que no podemos negar y que debemos entender, son, sin embargo, para nosotras y nosotros creyentes, una hora de gracia. Porque, a pesar de lo oscuro, podemos hoy ver mejor las luces, comprenderlas mejor, y entender también mejor cómo fortalecerlas y cómo articularlas. Porque lo nuestro no es ser expertos en las razones de lo oscuro, sino en las razones de la luz. Porque lo nuestro tiene que ver con forjar un nuevo amanecer y, por eso, nosotras y nosotros, hoy creyentes, estamos llamados a ser actores de esperanza”.
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