La Santa Sede dio a conocer en el día de hoy una nueva encíclica del Papa Francisco: Dilexit nos, sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo. En los 5 capítulos de su corpus —La Importancia del corazón; Gestos y palabras de amor; Este es el corazón que tanto amó; Amor que da de beber; Amor por amor— y sus 220 puntos la palabra “amor” se significa y vuelve a significar 290 veces durante la lectura y “corazón” aparece en 470 ocasiones.
Cabe destacar que en la primera cita de la nueva encíclica, el Papa devela que “buena parte de las reflexiones de este primer capítulo se han dejado inspirar por escritos inéditos del sacerdote Diego Fares, S.I.*, que el Señor lo tenga en su santa gloria”.
Se trata de un encuentro poliédrico enmarcado en “la devoción al Corazón de Cristo [que] no es el culto a un órgano separado de la persona de Jesús. Lo que contemplamos y adoramos es a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre, representado en una imagen suya donde está destacado su corazón”.
La devoción al Sagrado Corazón debería reunir dos aspectos fundamentales “para seguir alimentándonos y acercándonos al Evangelio: la experiencia espiritual personal y el compromiso comunitario y misionero”.
Corazón humano, corazón santo
La percepción de que el amor habita en los corazones humanos es muy concreta y es actual: “Si todavía hoy el corazón se percibe en el sentir popular como el centro afectivo de cada ser humano, es lo que mejor puede significar el amor divino de Cristo unido para siempre y de modo inseparable a su amor íntegramente humano”. (N° 61)
Francisco nos invita también a través de esta Carta a recuperar la ternura de la fe “en su Corazón santo. Allí podemos encontrar el Evangelio entero, allí está sintetizada la verdad que creemos, allí está cuanto adoramos y buscamos en la fe, allí está lo que más necesitamos” en contraposición a algunas propuestas de “comunidades y pastores concentrados sólo en actividades externas, reformas estructurales vacías de Evangelio, organizaciones obsesivas”.
Luego de hacer un profundo, extenso y pormenorizado repaso por las diferentes formas y expresiones que le fueron dedicadas en distintos momentos de la historia al Corazón de Jesús —santos y santas que en ese corazón encontraron consuelo y estímulo en sus marchas—, la encíclica desemboca en las razones del corazón: “el Corazón resucitado conserva su herida como memoria constante, y que la acción de la gracia provoca una experiencia que no se contiene enteramente en el instante cronológico. Estas dos convicciones nos permiten admitir que estamos ante una vía mística que supera los intentos de la razón y expresa lo que la misma Palabra de Dios nos sugiere”. (N°155)
Corazón en el que entran todos y necesita nuestro amor
El deseo de consolar a Cristo y de sentirnos consolados adquieren una “dimensión comunitaria, social y misionera de toda auténtica devoción al Corazón de Cristo. Porque al mismo tiempo que el Corazón de Cristo nos lleva al Padre, nos envía a los hermanos”.
Aunque no podamos entenderlo del todo, Jesús también precisa nuestro amor: “El pedido de Jesús es amor. Cuando el corazón creyente lo descubre, la respuesta que brota espontáneamente no consiste en una pesada búsqueda de sacrificios o en el mero cumplimiento de un pesado deber, es cuestión de amor”. (N° 166)
Espiritualidad cordial
Un generoso espacio tiene la espiritualidad que abrevó en el Corazón de Jesús, su capacidad reparadora, el perdón, el amor misericordioso como ofrenda: “Un corazón humano que hace espacio al amor de Cristo a través de la confianza total y le permite expandirse en la propia vida con su fuego, se vuelve capaz de amar a los demás como Cristo, haciéndose pequeño y cercano a todos. Así Cristo sacia su sed y difunde gloriosamente en nosotros y a través de nosotros las llamas de su ardiente ternura. Advirtamos la hermosa armonía que hay en todo esto”. (N° 203)
La misión: un amor enamorado
“Hablar de Cristo, con el testimonio o la palabra, de tal manera que los demás no tengan que hacer un gran esfuerzo para quererlo, ese es el mayor deseo de un misionero de alma. No hay proselitismo en esta dinámica de amor, son las palabras del enamorado que no molestan, que no imponen, que no obligan, sólo mueven a los otros a preguntarse cómo es posible tal amor. Con el máximo respeto ante la libertad y la dignidad del otro, el enamorado sencillamente espera que le permitan narrar esa amistad que le llena la vida.” (N° 210)
“Lo expresado en este documento nos permite descubrir que lo escrito en las encíclicas sociales Laudato si’ y Fratelli tutti no es ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo”, se afirma en la Conclusión, porque en todo el factor de unión es el amor.
“Hoy todo se compra y se paga, y parece que la propia sensación de dignidad depende de cosas que se consiguen con el poder del dinero. (…) El amor de Cristo está fuera de ese engranaje perverso y sólo él puede liberarnos de esa fiebre donde ya no hay lugar para un amor gratuito. (…) La Iglesia también lo necesita. (…) De la herida del costado de Cristo sigue brotando ese río que jamás se agota, que no pasa, que se ofrece una y otra vez para quien quiera amar. Sólo su amor hará posible una humanidad nueva”, concluye.
Resonancias de la encíclica
Los medios del globo han dado espacio al nacimiento de este nuevo texto pontificio, inspirador por donde se lo lea. Particularmente, por cuestiones laborales he tenido oportunidad durante el día de hoy de hablar con personas de diferentes partes del mundo, personas distintas entre sí que, enlazadas por el amor a nuestra Iglesia, se han sentido muy felices al conocer la encíclica. Incluso sin haberla leído entera, muchas expresaron cómo se ensanchaban sus propios corazones al conocer el tema, hubo latidos de alegría y empatía ante Dilexit nos, esa repercusión concreta del amor de Cristo rebotando en nuestras humildes vidas de fe. Un sacerdote congoleño me relató cómo fueron intercambiando mensajes entre América del Sur, África y el Caribe, dando gracias a Dios por las citas, las historias, los reconocimientos a la piedad popular que provoca el Corazón de Jesús. Gracias, Papa Francisco, por su delicado regalo en este tiempo sinodal, gracias por tanta fraternura.
Antes de Dilexit nos el Papa Francisco había publicado otras tres encíclicas: Lumen fidei (2013), Laudato si’ (2015) sobre el cuidado de la Casa Común y Fratelli tutti (2020) llamando a la solidaridad global y la fraternidad en un mundo fragmentado. Dilexit nos se basa en esta secuencia, poniendo en el centro el amor renovado por la devoción al Corazón de Jesús.
*Diego Fares fue un sacerdote argentino, miembro del Colegio de Escritores de La Civiltà Cattolica, entre 2015 y 2022. Ingresó a la Compañía de Jesús en 1976, se ordenó sacerdote en 1986: su padrino de ordenación fue el entonces Provincial de los jesuitas en Argentina, Jorge Mario Bergoglio. Tras graduarse en teología, obtuvo un doctorado en filosofía con una tesis sobre “La fenomenología de la vida en el pensamiento de Hans Urs von Balthasar” (1995). Antes de incorporarse a nuestra revista [La civiltà cattolica], fue profesor de Metafísica en la Universidad del Salvador (USAL), en Buenos Aires, y de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA). Entre los años 1995 y 2015 trabajó como Director de El Hogar de San José, para personas en situación de calle y pobreza extrema. El padre Fares falleció el día 19 de julio de 2022, dejando un valioso legado de escritos sobre diversos temas. (FUENTE: La Civiltà Cattolica)
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