Bogotá, 15 de abril de 2022
El Covid-19 forma parte ya de la historia de la humanidad. Historia viva de una enfermedad de efectos letales que frenó nuestra vida en seco. Más de 1,6 millones de personas han muerto y más de 66 millones se han contagiado en América Latina y el Caribe.
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Además, la crisis derivada de la pandemia ha traído más pobreza a nuestro continente, con 22 millones de personas más en exclusión que antes de marzo de 2020. Se trata de 22 millones más de vidas que la Iglesia debe acompañar allá donde no llegan los Estados para no dejar a nadie atrás.
La Iglesia samaritana al estilo de Jesús de Nazaret nos pide en este momento de la historia estar cerca de los que sufren, aliviando, con nuestra presencia, las heridas provocadas por -en palabras del papa Francisco- la “globalización de la indiferencia”. La comunidad cristiana no puede permitirse salir de esta crisis de la misma manera que entró. Como Pueblo de Dios en salida, estamos llamados a llevar la caricia del Señor a todos los rincones de nuestro continente, siem- pre al lado de los que sufren, ge- nerando otras formas de anuncio y de denuncia, de presencia y de acompañamiento.
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