“Han sufrido en primera persona las consecuencias del conflicto armado y han vivido en mayor grado el confinamiento, las amenazas y los asesinatos de líderes sociales y el reclutamiento de menores”. Así describe monseñor Juan Carlos Barreto, obispo de Soacha, municipio de Cundinamarca, al sur de Bogotá, la realidad de Colombia, cuya réplica ‘a pequeña escala’ se vive en las montañas de la comuna 4 de Cazucá.
Esta barriada popular, donde están los más pobres entre los pobres, fue el escenario para que el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de Santa Sede, hiciera una parada para encontrarse frente a frente con las periferias humanas y existenciales como antesala al Tercer Congreso Latinoamericano y Caribeño de Doctrina Social de la Iglesia.
Cazucá es la cuarta de las seis comunas del municipio de Soacha y en palabras de Ángela Romero, coordinadora de la Defensoría del Pueblo de esta zona, “lo que rodea este territorio es una alta estigmatización, cuyo proceso de urbanización se dio en un marco de informalidad. Se trata de una población que no tenía acceso a la vivienda y querían vivir cerca a Bogotá y empezaron a ocupar informalmente”.
Loma arriba, caminos de arena, festoneados por casas de bloque rojo cruzado, en lo más alto de lo alto, llegó Czerny en el taller y jardín Madre Clara Fey – de las Hermanas del Niño Jesús Pobre–, en el barrio Oasis, perteneciente al arciprestazgo número 5, conformado por siete parroquias.
Superar el miedo
Emocionado, el Cardenal lanzó esta premisa: “Si el papa Francisco hubiera tenido la dicha de estar con ustedes esta mañana y ustedes le hubieran preguntado: ‘querido Papa ¿Cuál es el miedo más peligroso de la Iglesia? Estoy seguro que hubiera respondido ‘es el miedo de la realidad’.
Miedo que, en definitiva, se cataliza en los flagelos que a diario viven los habitantes de Cazucá: hambre, delincuencia, microtráfico, explotación sexual, problemas ambientales, pobreza extrema, discriminación y violencia. No es un secreto que grupos al margen de la ley someten a la población a diversos vejámenes.
De allí que Czerny haya querido hacer una inmersión loma adentro para escuchar con los oídos del corazón a quienes más sufren y poner en práctica lo que el propio Bergoglio plantea: “El centro es la periferia”.
Él mismo sostiene: “Una Iglesia temerosa de la realidad no puede acompañar, porque tiene que protegerse, tiene que encerrarse, tiene que aislarse para proteger lo que ella imagina que es importante, en lugar de salir y de dejarse acompañar por el pueblo”.
Por eso, “prefiero no decir que es la Iglesia que acompaña, sino que es el pueblo, que acompaña a la Iglesia. Ustedes son la Iglesia que acompaña, no los miembros de una Iglesia acompañada por otros.”
Radiografía a la realidad
Pobreza, guerra y corrupción. Bajo estas tres palabras monseñor Barreto hizo una radiografía de Colombia – y de toda América Latina – a partir de Soacha (con 1 millón 200 mil habitantes y el sexto municipio más grande del país). “Se dice que Colombia es un paraíso, pero para que un país sea un paraíso y responda a los valores del Reino de Dios, se requiere que la paz sea el ambiente normal para todos”.
Un atento Czerny, afable, cercano, asentía, mientras que su anfitrión proseguía: “En los hombres y mujeres de todas las culturas está el anhelo más profundo de disfrutar al trabajo estable, vivienda digna, salud incluyente, educación de calidad, pero estas aspiraciones legítimas han sido privilegios de algunos sectores sociales y esquivas a un gran número de ciudadanos”.
Recordando que Colombia está entre los países con mayor desigualdad del mundo, donde “se refleja la falta de oportunidades para algunos y el exceso ostentoso de otros. Sólo una cuarta parte de adultos mayores (25%) ha logrado la pensión; de cada 100 estudiantes que terminan el bachillerato solo 50% pueden acceder a estudios superiores; y el empleo informal ronda el 60%”.
Lamentó que los más pobres en Colombia deban interponer tutelas para acceder a servicios de salud de calidad, mientras quienes tienen mayor poder adquisitivo deben pagar servicios privados adicionales a lo que cotizan al sistema de salud.
El 31% de colombianos se encuentra en déficit de vivienda, alcanzando niveles de suprema indignidad como “casos donde viven en una misma casa tres familias o usan los dormitorios de comedor”.
En voz del pueblo de Dios
No faltaron las atenciones con el purpurado, un pueblo de Dios animado en contar sus testimonios: laicas, líderes sociales, religiosas, sacerdotes. Diego Barbosa, coordinador del arciprestazgo de Cazucá, capellán del colegio Bolívar de Soacha, explicó que “ha sido imperativo el mandato de ser discípulos misioneros en un escenario que requiere de una Iglesia que viva la comunión, la participación y la misión sea nuestro derrotero”.
Aseguró que “la Iglesia no es indiferente, hacemos propia las realidades de quienes aquí viven. Es gente buena, pero que ha sufrido, que ha tenido que pasar por momentos difíciles”. Mencionó que hombres y mujeres de fe, de diversos carismas fundacionales, hacen presencia en Cazucá para trabajar con niños, jóvenes y adultos mayores.
En tanto, Beatriz Charria, una religiosa Dominica de la presentación, tras 28 años de labor docente se jubiló y se insertó en Cazucá desde hace 23, habló sobre uno de los peores problemas en esta comuna: el hambre. “Los que mejor comen solo tienen una comida al día. La realidad de las familias es el hacinamiento, ¿cómo puede vivir una familia de 8 personas en dos cuartos y cómo se alimenta”, inquiere.
Defiende que el trabajo que hacen para combatir el hambre “no es asistencialista, porque nosotros hemos luchado por evitarlo, evitar las dependencias”, por consiguiente, “hemos hecho propuestas de desarrollo integral y hemos creado una fundación desde hace 22 años. Tenemos un comedor con 110 niños que pagan 500 pesos, un aporte que para nosotros no es nada, pero para ellos es mucho. Y los sábados hacemos un proyecto cultural con esos niños para alimentarles el alma”.
El problema de la migración y desplazamiento es una constante. María Victoria Acevedo, religiosa de San Juan Evangelista, atiende a población migrante venezolana. Con ellos ha realizado proyectos productivos para empoderar especialmente a mujeres. Ha echado mano de Querida Amazonía y los cuatro sueños del Papa: ecológico, cultural, eclesial y social: “Son esos sueños los que hoy nos convocan a atender a nuestros hermanos y hermanas”.
Y por si fuera poco, Derly Patricia ramírez, presidenta de la junta de acción comunal del barrio San Rafael Alto de Ciudadela Sucre, describió el grave problema de minería ilegal en esta zona, que “tiene muchos años y que nos deja un grave daño ambiental, en un subsuelo donde se evidencia la destrucción: contaminación del aire, afectación de la flora, contaminación del agua, problemas de salud y un riesgo de deslizamiento en la comunidad”.
Un secreto guardado
Un almuerzo típico colombiano: una lechona, plato con base en arroz y cerdo, con una capa de piel crocante, fue el colofón de una visita marcada por el contraste de una Bogotá, Atenas de América, cosmopolita, con una periferia que es el cuadro dantesco de un país afectado por el descarte y la indiferencia.
Los niños del coro Clara Fey amenizaron la velada con cantos de paz; los del grupo de danza despidieron al cardenal; en sincrónico ritmo ejecutaron la coreografía, muy bien lograda, puesto que disciplina y constancia sobra. Czerny se fue contento “de estar aquí en una diócesis que se dice con mucha razón y de eso soy testigo, una Iglesia que no es indiferente, que yo traduzco en una iglesia que no tiene miedo de la realidad, o con otras palabras, que son también muy importantes para el Papa Francisco una iglesia que no es clerical”.
“Voy a terminar con un pequeño secreto”, dijo expectante, al tiempo que sonrisas cómplices se dibujaron en el auditorio. “Me gusta hablar de cosas secretas y es lo que ustedes esperan, cosas secretas del Vaticano, solo aquí entre nosotros”. Otra vez risas que se confundían con el sonido de la lluvia. “Quisiera compartir con ustedes lo que llamo un secreto de solidaridad, varios de aquí me han presentado como el cardenal Czerny, ¿Qué quiere decir Czerny?”.
Y ha susurrado: “Secreto… y también negro”.
“Los llevaré en mi corazón para acompañarlos y ser acompañados siempre”. Así se despidió el cardenal migrante, el cardenal secreto, el cardenal negro, cuyo secreto será guardado en los Altos de Cazucá.
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