Este fue uno de los grandes compromisos dilucidados al cierre del 53.° Congreso Eucarístico Internacional, desarrollado en Quito (Ecuador), bajo el lema: ‘La Fraternidad para sanar el Mundo’.
Enfatizando en la necesidad de la fraternidad y el compromiso cristiano para sanar las heridas de una realidad marcada por la división y el sufrimiento, durante la jornada, desarrollada del 8 al 15 de septiembre, más de 6.000 personas, entre consagrados y laicos, provenientes de 57 países de los cinco continentes, con sus lenguas y culturas, reflexionaron en torno a la importancia de la Eucaristía no solo como un acto de devoción personal, sino como un llamado a transformar la vida de todos, especialmente de los más necesitados.
En esta línea, monseñor José Domingo Ulloa, arzobispo de Panamá y segundo vicepresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), subrayó que la Eucaristía es «vida para que nosotros podamos generar vida en los demás». Según Ulloa, la celebración eucarística no puede quedar en un rito, sino que debe traducirse en acciones concretas de amor y servicio hacia los pobres y marginados.
El prelado destacó que uno de los mayores aprendizajes del congreso fue la toma de conciencia de que los cristianos estamos llamados a ser «pan vivo», es decir, a ofrecer nuestra vida como alimento para los demás, tal como Jesús lo hizo en la Última Cena. Enfatizó que vivir la Eucaristía implica no solo comulgar, sino también convertirse en presencia viva de Cristo en el mundo, especialmente al «tocar la carne del Cristo vivo» en los más vulnerables.
Fraternidad y compromiso en América Latina y el Caribe
En su doble rol como arzobispo de Panamá y vicepresidente del Celam, monseñor Ulloa ofreció una reflexión profunda sobre el papel de la Iglesia en América Latina y el Caribe. Según él, la región debe asumir la Eucaristía como el centro de su vida comunitaria, pero sin caer en la mera celebración ritualista. Llamó a los fieles a llevar la Eucaristía a todos los ambientes sociales, políticos y económicos, afirmando que el verdadero cristiano debe ser «otro Jesús» en su día a día.
El arzobispo subrayó que la fraternidad es un valor esencial que la Iglesia debe promover para sanar las divisiones sociales. En un mundo donde las diferencias muchas veces se ven como barreras, Ulloa recordó que «el distinto no es mi enemigo, sino mi hermano», y que la unidad en la diversidad es uno de los mayores desafíos y regalos que la Eucaristía ofrece.
La Eucaristía fuente de vida y transformación, en clave de unidad y servicio
Monseñor Ulloa también resaltó la necesidad de rescatar el valor de la Eucaristía como un «acto de amor». Para él, la Eucaristía es una «locura de amor», donde Dios se hace cercano y presente en nuestras vidas, invitándonos a hacer lo mismo por los demás. En este sentido, el Congreso exhortó a los participantes a comprometerse con la construcción de una sociedad más justa y fraterna, donde el amor y el servicio sean las principales herramientas para sanar las heridas sociales.
Grandes frutos y desafíos
El 53° Congreso Eucarístico Internacional dejó un llamado claro para la Iglesia y para los fieles de todo el mundo: la celebración de la Eucaristía no puede quedarse solo en los altares. Debe convertirse en un motor de transformación social, donde cada cristiano sea un constructor de fraternidad, llevando el amor de Cristo a todos los rincones.
«La Eucaristía vivida debe ser el centro de la vida cristiana y de cada una de nuestras comunidades», precisó monseñor Ulloa, instando a los fieles a que, con la misma devoción con que adoran a Jesús en el Santísimo, se arrodillen ante sus hermanos para sanar sus heridas a través del amor.
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Otros ecos del Congreso Eucarístico
Monseñor Luis Cabrera, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, destacó tres momentos en el desarrollo de esta jornada eucarística internacional: la fase precongreso, marcada por un ambiente de fe, oración y espiritualidad, que dispuso a la vivencia del Congreso Eucarístico, en apoyo de un equipo logístico profesional, capacitado y comprometido; durante el evento, la dimensión celebrativa, la calidad de los ponentes y la variedad de testimonios: “la fe hecha obras”, posibilitaron el logro de los objetivos propuestos; finalmente, los frutos, precisó, “dependerán de los corazones que han acogido lo sembrado: esperanza, entusiasmo, amor, ganas de seguir a Jesús, de ponerlo en el centro de nuestra vida personal, familiar, social”. Como obra concreta de Iglesia misericordiosa se proyecta la creación de comedores para personas en estado de vulnerabilidad.
Finalmente, el también arzobispo de Guayaquil instó a reconocer las bendiciones concedidas por el Señor, vivir la gratitud y expresarla en la cercanía con el otro, desde el amor, la fraternidad, la caridad, el servicio, y la búsqueda del cuidado de la dignidad humana.
A su turno, el cardenal Baltazar Porras Cardozo, arzobispo emérito de Caracas (Venezuela) y Legado del Pontificio para el Congreso Eucarístico Internacional – Quito 2024, felicitó a la Iglesia en Ecuador por la preparación adelantada durante varios años, y por el desarrollo del encuentro, con miras a fortalecer “la fraternidad que sane heridas”.
Este encuentro, precisó, se constituye en “una voz de aliento y un aire fresco” para la Iglesia universal, desde América Latina. “Uniéndonos al sentimiento del papa Francisco, quien ha querido estar presente siguiendo todo este desarrollo, desde su viaje en el extremo Oriente”.
Con este evento no buscamos proselitismo, afirmó, sino, por el contrario, “servir a los más pobres, a los más necesitados, a los más olvidados de todos, para que, ante esos sentimientos de violencia, de guerra, de odio, de injusticia, de falta de libertad, vayamos poniendo nuestro granito de arena”. Esto ha ocurrido en el Congreso, explicó refiriéndose, entre otros aspectos, a los programas sociales que se proyectan en esta iglesia local.
Concluyó insistiendo en que “el Congreso Eucarístico no es un evento más, es una continuidad, es la expresión de una fe que se siente esperanzada, alegre y con ánimos de seguir adelante”.
Eucaristía de clausura y anuncio de la próxima sede
El Congreso Eucarístico Internacional, cerró su telón este domingo 15 de septiembre, en un ambiente de fraternidad y unidad de la iglesia pueblo de Dios, que peregrina en Ecuador. Fueron más de 25 mil fieles que se dieron cita en la explanada del parque Bicentenario para participar en la Statio Orbis, es decir una eucaristía multitudinaria que marcará el cierre del Congreso, presidida por el Cardenal Baltazar Porras Cardoso, Legado del Pontificio para el Congreso Eucarístico Internacional.
El Legado Pontificio, antes de concluir la Eucaristía, anunció que Sídney, Australia, en 2028 será la próxima sede del Congreso. La nueva cita eucarística, se cumplirá con ocasión de la conmemoración del centenario, luego que este país fuera sede del Congreso Eucarístico Internacional en 1928.
En contexto
El Papa Francisco escogió al Ecuador como sede del 53.° Congreso Eucarístico Internacional, con motivo de la conmemoración de los 150 años de la Consagración de este país al Sagrado Corazón de Jesús. Este acontecimiento histórico para la Iglesia universal como para la comunidad de fe que peregrina en Ecuador, tuvo lugar en la ciudad de Quito, el 25 de marzo de 1874. Convirtiéndose así en el primer país en el mundo en consagrarse al Sacratísimo Corazón de Jesús.
En el 2024, esta nueva designación como epicentro de fe, encuentro y fraternidad, llenó de un espíritu de gozo y compromiso al pueblo ecuatoriano, en cabeza del comité organizador del evento, bajo el impulso de la Conferencia Episcopal de este país. Fueron días de encuentro, formación y espiritualidad, desde los que se irradia un nuevo impulso para la pastoral, la vida eucarística y el llamado a la sinodalidad y a la experiencia de Iglesia en salida, con rostro misericordioso.
A continuación, algunos momentos significativos, que enmarcaron el encuentro y sus jornadas de formación y reflexión:
– Espacio permanente de adoración al Santísimo y de reconciliación: los participantes al Congreso Eucarístico contaron con una capilla, abierta de manera parmente, para poner en oración su vida, familia, servicio y discernimientos en la jornada. También, tuvieron la posibilidad de acceder al Sacramento de la Reconciliación.
Más de mil personas se acercaron a los confesionarios, acompañados por sacerdotes de la Arquidiócesis de Guayaquil y de distintas partes del mundo.
– Experiencia de encuentro y fe con comunidades locales: obispos de distintos países, participantes en el evento, celebraron la eucaristía en parroquias de la arquidiócesis de Quito, en un peregrinar y manifestación de sinodalidad.
– Feria de la Fraternidad: El encuentro de carismas, cultura y experiencias de fe, también marcaron estos días de formación y proyección pastoral, desde una mirada latinoamericana. Una propuesta de ‘Expocatólica’, permitió a los participantes acercarse a distintas publicaciones impresas, artículos religiosos y elementos culturales, que dieron contexto a las realidades en los que la evangelización se gesta y florece; así como a sus particularidades y desafíos.
– Jornada de adoración musical y distintos momentos de expresión cultural: el cantautor católico Pablo Martínez, de Argentina, compartió su música con los jóvenes de la capital ecuatoriana, acompañado de agrupaciones como Solideo, Los Padrecitos y el cantautor Marco Antonio Espín. Además, se desarrollaron diversas presentaciones artísticas.
– Signo de fe y unión con la Casa Común: alfombras de flores por las principales calles del centro histórico de Quito enmarcaron la solemne Procesión Eucarística, previa a la clausura del Congreso Internacional.
Centenares de fieles, movimientos apostólicos y juveniles utilizaron pétalos de distintas flores y aserrín colorido, entre otros productos naturales, para dar forma a los diseños, obras de artes, con motivos eucarísticos, en una expresión de cultura, fe y devoción popular en Jesús Eucaristía, que es tradición en este territorio. Estas alfombras de flores han sido catalogadas por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
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