A las orillas del Tajo, el Papa Francisco celebró la vigilia en el Parque Tejo – Trancão con la participación de 1 millón y medio de peregrinos. Echando mano de la improvisación, dejando de lado el discurso preparado, el Santo Padre habló desde el corazón y recordó a cada uno de los presentes que “la alegría es misionera, la alegría no es para uno, es para llevar algo. Por eso les pregunto: ¿Esto se lo van a aquedar para ustedes o se lo van a llevar a otros? ¿Qué opinan?”.
Ha invitado a mirar en retrospectiva para identificar a quienes han sido “un rayo de luz en nuestras vidas: padres y abuelos, sacerdotes, religiosas, catequistas, animadores, maestros; son las raíces de nuestra alegría”.
Por una alegría que eche raíces, que “no está en la biblioteca encerrada, no está guardada bajo llave, por eso hay que buscarla, hay que descubrirla, en nuestro diálogo con los demás”.
También animó a los jóvenes a no perder la esperanza a pesar del cansancio, lo importante es levantarse. Por ejemplo, los alpinistas al ascender las montañas usan este canto: “lo que importa no es caer”, sino permanecer de pie.
“¿Ustedes creen que una persona que comete errores incluso los peores está terminada? ¿qué es lo que hay que hacer? Levantarse”, porque “el que permanece caído se jubiló de la vida, cerró la esperanza, clausuró la ilusión”. Es en ese momento cuando “vemos a alguien caído” lo importante es ayudarlo a levantarse.
“Caminemos en esperanza”
Francisco ha destacado que para poder lograr las cosas hay que entrenarse: “No sé si a alguno le gusta el fútbol, a mí me gusta.¿Qué hay detrás de un gol? Mucho entrenamiento, detrás de un éxito, entrenamiento”.
Apuntó que “en la vida uno no siempre se puede hacer lo que quiere, sino aquello a lo que la vocación nos lleva a hacer”, por eso, “si me caigo me levanto o me ayudan”. La clave está en aprender de las experiencias que nos da el camino.
“Todo es posible, no porque haga cursos, eso se aprende de los padres, de los abuelos, de los amigos, en la vida se aprende y eso es entrenamiento”. En un mundo donde todo es mercantilizado “nada es gratis”, pero “solo hay una cosa gratis, el amor de Jesús” y “con esto gratis que tenemos y con las ganas de caminar, caminemos en esperanza, miremos nuestras raíces y vayamos adelante, sin miedo”.
Viva el Papa
Al finalizar el Papa, el millón y medio de participantes adoraron al Santísimo, un profundo silencio invadió la explanada del parque el Parque Tejo. Una juventud emocionada, junto al Papa, corearon la antífona “En el camino te encontré”, junto a 210 cantantes y 100 músicos que conformaron coro y orquesta venidos del Proyecto Emaus de todas las diócesis de Portugal.
“Aquí estoy Jesús tal como soy, conoces mi historia”, leía una joven de la parroquia del Monte Abraham de Lisboa. “Hoy me has traído aquí, ¿por qué me has elegido?” y “y te doy gracias por tantas maravillas en mi vida, incluso aquellas que no puedo comprender”. Un momento que culminó con la cantante portuguesa Carminho, que interpretó la canción “Estar allá” de su autoría.
Luego de las aclamaciones, se trasladó al Santísimo al sagrario, mientras el coro y la orquesta entonaban el “Magnificat”. Una ceremonia llena de símbolos al punto que valiéndose de las tecnologías el equipo organizador proyectó en el cielo un juego de luces con “Levántate” y “Sígueme”.
El grupo de baile Ensamble23, integrado por jóvenes de 23 nacionalidades y encargado de las coreografías de la noche, aprovechó para hacerse una selfie con el Papa. Así se despidió Francisco, ante una multitud que vitoreaba: “Viva el Papa”. Seguro que ha dejado tatuada en en sus almas el mensaje de Jesús: “Aquí caben todos”.
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